La propuesta del dictador ecuatoguineano Teodoro Obiang de pronunciarse en la conferencia sobre “El español en África”, posteriormente aceptada y auspiciada tanto por la UNED como por el Instituto Cervantes, ha levantado una polvareda que, por desgracia, parece quedarse en una simple polémica pese a la gravedad de la situación.
Después del aluvión de críticas vertido desde un gran número de instituciones e incluso desde la misma UNED, el rector de la universidad, Alejandro Tiana, decidió exponer su visión de lo sucedido de forma desafortunada.
El rector apuntó en su exposición la magnífica aportación de la UNED en Guinea Ecuatorial durante más de 30 años, recalcando la proeza de contribuir a la formación de los ciudadanos y ciudadanas, lo cual conlleva, según aquel, a consolidar realidades sobresalientes como la pluralidad de personas y organizaciones, la igualdad de género, la creación de un espacio plural o la madurez intelectual. En este sentido, insistió en que, desde su punto de vista, la formación de los ciudadanos es esencial para el desarrollo de los valores democráticos. Asimismo, no faltó recurrir a los lazos históricos, lingüísticos y culturales para al menos intentar sensibilizar a cuantos leyeran su carta. Todo ello venía a justificar el fuerte compromiso con dicho pueblo, deslizado como clave para que, ante las actuales dificultades económicas para el sostenimiento de los centros asociados de Bata y Malabo, se haya decidido buscar fuentes de financiación en el gobierno ecuatoguineano, contrapesándose tal favor con la conferencia que Obiang propuso (y quién sabe cuántas cosas más). Tiana procuró dar normalidad a este movimiento planteando lo necesario de mantener buenas relaciones con las autoridades del país con el que se trate, “más allá de las valoraciones personales”.
Como es lógico, pocas personas están en contra de extender la formación a Guinea Ecuatorial por razones obvias. El problema no es ese sino cuando las relaciones con autoridades antidemocráticas pasan de ser cordiales a íntimas, que es lo que ha ocurrido en esta ocasión. El hecho de que dos instituciones de la relevancia de la UNED y el Instituto Cervantes respalden la conferencia de un dictador en una ciudad clave en Europa como Bruselas, no es un síntoma de buena relación con la autoridad sino de simpatía, servilismo o ambas cosas al mismo tiempo.
No se trata de una acción inerte, de una conferencia sin más, sino de una auténtica campaña de promoción; ambas instituciones están, consciente o inconscientemente, concediendo alas a un régimen tiránico para dotar de mayor visibilidad mundial a su máximo dirigente, a su gobierno y, al fin y al cabo, a sus actividades, pudiendo el dictador mostrar ante la comunidad internacional (que siempre le ha aislado) el respaldo de dos instituciones culturales de gran importancia. Esto es, en pocas palabras, ser testigos, protectores e incluso impulsores a nivel mediático de un gobierno tan sangriento y corrupto como la documentación internacional acredita sin duda alguna. En un acto descarado, cuando Tiana afirmó que la UNED debe mantener buenas relaciones con las autoridades del país “más allá de las valoraciones personales”, dejó entrever que la consideración de Obiang en los términos citados son meras opiniones de antropólogos, historiadores, periodistas, politólogos y/o sociólogos, y no auténticos estudios e investigaciones labrados pormenorizadamente. En parte, esa coletilla cubre no sólo su decisión como rector, que es lo procurado, sino la actividad de Teodoro Obiang, aunque sea indirectamente.
La disposición de Tiana a abrir el debate en torno a las relaciones mantenidas con las autoridades de Guinea Ecuatorial no es más que un intento por retrasar la cuestión, de hacer tiempo para que la conferencia de Obiang vea la luz; cuando esto ocurra, el debate será francamente fútil. Tras esta treta, el rector culminó su exposición con un cierre delirante: “Mi convicción democrática ha inspirado siempre mi actuación y ya es un poco tarde para cambiar”. Si esta es su convicción democrática, no quiero ni imaginarme cuál podría ser su anhelo tiránico.
Pero no es sólo eso: el rector aún tuvo el valor suficiente para, al principio de la carta, rechazar los insultos que había recibido desde que se anunció la tutela de la autoinvitación de Obiang. Estamos de acuerdo en lo innecesario de los mismos pero... ¿no ha pensado, en algún momento, que quizá su decisión ha supuesto un oprobio de mayor alcance que meras palabras malsonantes lanzadas al aire o escritas sobre un folio físico o digital?
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