¿El año académico universitario debe comenzar a finales de septiembre, como hasta ahora, o antes? ¿Es mejor mantener la convocatoria extraordinaria de exámenes durante las dos o tres primeras semanas de ese mes o adelantarla a julio e incluso junio, haciendo lo propio con la ordinaria de enero-febrero a justo después de las vacaciones de Navidad? Estas son algunas de las preguntas que plantea la Universidad de Granada (UGR) a sus estudiantes, al personal docente y al de Administración y Servicios en el marco del “periodo de reflexión y debate” que ha abierto para decidir si acaba con calendario tradicional para, a partir del curso 2017-2018, adoptar uno nuevo “adelantado”, como ya se ha hecho para los títulos de Grado en “la mayoría de las universidades públicas españolas”.
Los interesados en participar pueden hacerlo a través de la página web central de la UGR o de la de la Facultad de Educación, Economía y Tecnología de Ceuta. Las opiniones y sugerencias recabadas en esta última serán tratadas en Junta de Facultad “al objeto de poder ser ofrecidos al resto de centros de la UGR y al Vicerrectorado de Docencia con la intención de que ayuden a reflexionar y decidir sobre el futuro calendario académico” de la institución nazarí.
La anticipación de los exámenes que se han venido realizando hasta ahora a la vuelta del verano es una medida que, a nivel nacional, ya va mucho más allá del ámbito universitario. El alumnado valenciano de ESO se presenta desde 2013 a las recuperaciones en junio. En Extremadura se adelantaron en 2011 pero han vuelto a septiembre. En Aragón, las familias han solicitado a la Administración autonómica considerar los beneficios de convocar las extraordinarias en junio para garantizar el “descanso” necesario de los estudiantes en el periodo estival.
El ‘Plan Bolonia’ animó hace ya seis años a adelantar a junio-julio las recuperaciones y en Ceuta el director provincial de Educación, León Bendayán, es uno de los partidarios de “reflexionar” sobre el asunto en todos los niveles.
A juicio de la UGR, para la discusión hay que partir de que existe “un consenso generalizado” alrededor del “evidente fracaso académico” de los exámenes de septiembre, de la “disfunción administrativa” que causan y de las “dificultades” que para la movilidad genera que la institución nazarí mantenga el calendario tradicional frente a la mayoría, que ya han pasado página.
“La versión de ‘semestres abiertos’ aleja en el tiempo los exámenes ordinarios de los extraordinarios a diferencia de la opción de ‘semestres cerrados’, que los acerca en aplicación del modelo de evaluación continua que marca el modelo educativo de Bolonia, de forma que parece académicamente más adecuado que un mismo periodo temporal de evaluación incluya ambas pruebas”, argumentan los partidarios del cambio, que tienden que además se “incentiva al estudiante a aprovechar el tiempo”. En Finlandia, habitual referencia de prestigio, el curso universitario se divide en dos semestres, como en Francia, y en Estados Unidos ni siquiera existe el concepto de examen extraordinario.