Categorías: Opinión

Los dones reservados a la vejez

El desden hacia todo lo antiguo, viejo y vetusto es típico de nuestra sociedad infantil, sin un sentido claro de la realidad. Si bien esta actitud estúpida es contemporánea, también lo es el creciente asociacionismo de las personas mayores buscando un lugar propio dentro la sociedad actual. En Ceuta se ha desarrollado con muy buen criterio la asociación AULACE que reúne a personas de edad avanzada con inquietudes intelectuales y sed de conocimiento y por lo tanto de descubrimiento. Nuestro querido Pepe Ferrero (por desgracia fallecido muy pronto) es el alma Mater de la asociación y su capacidad de lucidez y análisis se desarrollaba a la par que cumplía años. Podemos decir que en su caso la edad impulsó su desarrollo intelectual. Una característica muy natural del ser humano, que no deja de tener capacidad para el asombro y el descubrimiento, es continuar creciendo durante toda su vida. La científica y ensayista Rita Levi nos pone de manifiesto las capacidades de nuestro cerebro para la plasticidad, la transformación y la reorganización neuronal de manera que se adapte a las circunstancias del periodo senil. También debemos reconocer que la edad avanzada no es un antídoto contra la estupidez, la ignorancia, la codicia, etc., y que por tanto en ese sentido no queremos nosotros hacer un ejercicio de sublimación a la senilidad sin sentido. Pero sí creemos que puede ser interesante, como en otras ocasiones hemos resaltado desde esta tribuna de opinión, que en general, la edad avanzada puede ser una etapa de la vida muy brillante y beneficiosa para todos si se sabe encauzar. La doctora Levi nos ofrece ejemplos magníficamente narrados de personajes que a lo largo de la historia dieron una parte de lo mejor de si mismos cuando contaban con muchos años a sus espaldas. A nosotros, nos interesan también las historias de personas de edad avanzada, de nuestra Ceuta, que continúan cultivándose día a día y son útiles para su familia y la sociedad. En la vida se pasa por diferentes etapas y la vejez es la final desde el punto de vista de la existencia viva. Por lo tanto, una persona es su propia evolución y circunstancia y debe responder ante ella. Todo en la vida necesita un aprendizaje y una dedicación hasta que se llegue a convertir en comportamiento adquirido, asimilado y hasta necesitado. Es lógico, por consiguiente, que una persona productiva y bien cultivada lo siga siendo hasta el final de su periodo vital, salvo que las contingencias de la vida no permitan que su existencia se prolongue mucho.
Es por todo esto, que es inteligente apreciar en su justa medida a nuestros colectivos de mayores y no confundirlos con una suerte de hordas decadentes, sedientas de alimento y bebidas gratuitas. Aquí la gestión política se convierte en un instrumento perverso al utilizar como baza electoral a estas personas de edad avanzada a las que ofrece ágapes gratuitos. Está bien atender aunque sea en algo tan simple y superficial como una cena o una comida a determinadas personas mayores, pero también se podrían plantear otras actividades que fomentaran los hábitos más participativos y desarrollaran las inquietudes culturales e intelectuales de una forma más decidida y reglada. Este estado de improvisación hacia nuestros mayores es típico del mercado político, aunque no obstante también reconocemos los esfuerzos que se están realizando en la modernización de las residencias de mayores. La atención adecuada de las personas mayores es importante, ya que nuestro cerebro necesita actividad cortical incesante para mantenerse y desarrollarse adecuadamente. Será difícil conseguir que personas mayores sin bagaje intelectual alguno se interesen por cuestiones de interés general, pero también es cierto que habrá personas mayores que, sin haber tenido la oportunidad de estudiar y cultivarse, ahora pueden desarrollar una serie de capacidades en su beneficio propio. Además, las personas mayores son, en general, grandes conocedoras de la realidad de la vida y tienen muchas vivencias que se pueden y deben escuchar para beneficio de todos. La mentalidad de que la edad avanzada es una antesala de la muerte, y poco más, está impidiendo que muchas personas se desarrollen adecuadamente llegadas a estas alturas de sus vidas. Muchas de las cosas que merecen la pena ser aprendidas en la vida se hace a través del vínculo de la experiencia que une al ser humano inexperto con el que ya ha pasado por ahí. Dignificar el papel social de nuestros mayores es por tanto dignificarnos a nosotros mismos y a todo lo que representamos. Al igual que los organismos más complejos y antiguos de nuestro planeta, nuestra especie, en términos biológicos, contiene en su ser biológico la información de muchas edades de la biosfera y hasta cierto punto es como un gran hombre anciano al nacer si lo comparamos con otras especies. Por todo lo expuesto aquí, debemos comprender que las personas de edad avanzada no pueden ni deben ser solamente objetos a los que se le otorgan determinadas labores domésticas (cuidado de los menores, preparación de alimentos, etc..) que alivian y ayudan a mantener un cierto equilibrio en las relaciones familiares. La frase que da título a nuestro artículo de esta semana está incluida dentro de un poema de Thomas Eliot que trata de dignificar la edad avanzada. Este es un poeta que se interesó por el envejecimiento y conoció en vida a personajes de la talla de Bertrand Russell.
Nuestros mayores se merecen un trato excelente y no el insensato acomodo del cultivo electoral cuando se presentan las elecciones. Otra mentalidad política tendrá que alumbrar un nuevo periodo en el que asociaciones como AULACE están dando muestras de adelantarse, como casi siempre acontece, a la gestión política y están ofreciendo una de las vías posibles para la atención a los mayores. Para ir mucho más allá, la sociedad en su conjunto debe entender que las personas mayores tienen mucho que aportar en experiencia y lucidez ante los problemas y los retos a los que nuestra propia ciudad se está enfrentando. La presencia de personas mayores, en buenas condiciones físico-mentales, en todos los ámbitos de la sociedad ceutí debe de alumbrarse y favorecerse.
Terminando de escribir estas líneas todavía resuenan la rabia y la impotencia en nuestros corazones por la salvaje y abominable agresión que han sufrido una pareja de ancianos y también un ciudadano ejemplar (Tomás Partida) por parte de un descerebrado con bicicleta. Estamos plenamente de acuerdo con el artículo escrito por nuestro colega L. G. Álvarez en el que mostraba la decadencia y mediocridad de una sociedad absentista de sus obligaciones morales salvo por excepciones como la de Tomás Partida y seguro que muchos otros conciudadanos habrían actuado de igual manera. Este tipo de comportamientos son tan graves que requieren una sentencia ejemplar que deje claro que hay líneas que no se pueden traspasar. Las personas mayores son, en general, un patrimonio de toda la sociedad y como tal debemos protegerlos y atenderlos convenientemente.

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