“Sí bueno, se fue asimilando poco a poco, porque fue solo el inicio”. Lorena Miranda, a quien este 9 de agosto El Faro le solicita unas palabras por razones ajenas a su actual cargo como consejera de Juventud y Deporte, se ríe al recordar lo que vivió hoy hace justo una década. “A pesar de ser un éxito, todavía no lo asimilo”, decía entonces para este mismo periódico de cuya portada era protagonista absoluta. Y es que se acababa de colgar al cuello, con tan solo 21 años, una medalla olímpica de plata en Londres 2012.
La primera (con el permiso del oro logrado en el Mundial Junior de un año antes) de las que vendrían después, pues a ella se sumaron los oros del Mundial de Barcelona en 2013 y del Europeo de Budapest en 2014. Todas están hoy juntas y enmarcadas, presidiendo un lugar importante de su vida. “Es muy bonito tenerlas ahí y verlas”, confiesa, “reflejan recuerdos que están siempre conmigo, el waterpolo siempre ha estado y estará presente en mi día a día”.
Echar la vista atrás, retrotraerse a aquella piscina de Londres donde poco o nada pudo hacer aquel joven e inexperto equipo contra la veteranía de las jugadoras de Estados Unidos (perdieron 8-5), pone la emoción a flor de piel. Aquellas jóvenes españolas no estaban en las quinielas, pero llegaron hasta la final. “Nadie contaba con nosotras, pero hicimos una fase de grupos muy buena y luego ganamos a Gran Bretaña y en semis, contra todo pronóstico, a las húngaras que eran favoritas”, recuerda Miranda.
Y así, pasito a pasito, estaban en la gran final. Con una piscina abarrotada, la ex jugadora caballa reconoce que “había muchos nervios”. Nervios que se unieron a la inexperiencia. “Para todas fue súper emocionante, una final olímpica eran palabras mayores”, comenta, “fue gratificante, aunque cuando se perdió se nos quedó un sabor agridulce porque claro, siempre gusta ganar”. Un sabor que pasó rápido porque, ya con la plata al cuello, reflexionas y piensas “bueno, al fin y al cabo, soy subcampeona olímpica, ¿no?”.
En aquella experiencia olímpica Lorena contó con los consejos y la experiencia de otro deportista ceutí que también andaba por allí y al que conocía desde niña, Guillermo Molina. Aunque para él no fue un buen campeonato, siempre estuvo ahí para animar y aconsejar al equipo femenino y, en especial, a ella. “Claro, con él tenía mucho más contacto que con los demás porque nos conocíamos de mucho antes, su experiencia siempre resultó un apoyo y fue una pena que a ellos no les fuera tan bien”, lamenta.
En 2012, como ahora, aquellas jovencitas que triunfaron en la piscina londinense ya tenían claro que “del waterpolo no íbamos a poder vivir, que cada una debía buscarse su propio rumbo para un trabajo posterior”. En su caso, estudió Ciencias del Deporte en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla mientras competía con el Dos Hermanas. Otras, comenta, estudiaron fisioterapia y hoy ejercen como tal; una de ellas trabaja en el Consejo Superior de Deportes; otra estudia periodismo; incluso algunas aún están a pleno nivel en el equipo nacional. Y es que Lorena mantiene la relación con varias de aquellas compañeras de batalla. “Algunas ya han sido mamás también”, comenta.
En su caso, antes de su actual responsabilidad política, la vida le retornó al club de sus inicios, el CN Caballa. Ahí se integró de nuevo en el equipo, pero como entrenadora. Un cambio que, confiesa, costó un poco. “Es diferente estar dentro o fuera, pero poco a poco me fui adaptando y creo que no hice un mal papel, estuve bastante cómoda esos años”, asegura Miranda. Eso sí, dice que siempre “se prefiere estar siempre dentro del agua porque no es lo mismo mandar una acción que hacerla por ti misma, así como estar ayudando a los compañeros desde dentro… es diferente, no se vive igual”.
¿Y el futuro? “Sí, creo que volveré a la piscina, al fin y al cabo, es algo que nunca se deja, el waterpolo lo tenemos inyectados desde pequeñitos y espero nunca desvincularme del todo”. Una ‘inyección’ para la que mucho tuvo que ver el empeño de Rosa y Diego, sus padres, quienes desde los 15 años la llevaban cada fin de semana a Sevilla. Siempre ahí, siempre apoyándole.
Un aliento que fue fundamental y clave para, tiempo después, empezar a cosechar medallas de oro y plata que hoy, con la perspectiva de una década, se miran con cierta nostalgia y mucho, mucho orgullo y felicidad.
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