En plena búsqueda de votos, en plena locura de precampaña oficiosa en la que cada cual busca su futuro, cabría replantearse una auténtica remodelación del Gobierno para saber lo que funciona y lo que no. Y entre lo que no se encuentra el ICD, una especie de entidad en el que recalan trabajadores que algo hacen por el deporte, enchufados que hacen de todo menos lo que tienen que hacer y pelotas colocados por hacer funciones ajenas a la entidad. Y eso provoca que la entidad funcione como un cortijo y que el deporte esté como esté. Pero el desaguisado no viene de ahora, las críticas a la nefasta gestión del instituto ceutí de deportes son viejas. Lo que pasa es que quien manda nunca ha querido meter mano en el asunto, ha optado por consentir, por mirar hacia otro lado y por dejar que la situación se mantenga a pesar de las críticas del personal. Si don Juan cogiera un cuaderno y enumerara las áreas que viven en bloqueo permanente, a buen seguro que comenzarían los tachones, uno detrás de otro. Pero no lo hace y prefiere mantener lo que hay, quizá intentando controlar una convulsión en su partido. Ya saben, la revolución de los pelotas puede dolerle más que el despecho de unos pocos. Y para venganzas y puñales, don Juan tiene demasiados.
¿Se atrevería el mandamás a meter mano en el deporte?, ¿se atrevería a dotar de cierta racionalidad el reparto de subvenciones?, ¿se plantearía una reforma del ICD como tal para conseguir que de una vez funcione como debe?
Hacerlo es lo lógico, cosa bien distinta es ejercer la contundencia política necesaria para poner orden reflejando así que la buena gestión política se traduce en el adecuado funcionamiento de las sociedades que dependen del Ejecutivo. El ICD es un batiburrillo de situaciones caóticas mantenidas para evitar guerras políticas. ¿Pero acaso alguien puede permitirse el lujo de mantener así la situación, con dinero público, para no arreglar el cajón de sastre? A eso no debe responder usted, querido lector, lo tiene que hacer don Juan, que para eso lo cobra. Por cierto, presidente, me puede aclarar ya ¿por qué se marchó Eva Perea?