Lo de siempre

Se dio el pistoletazo de salida. Empezó el senderismo de los políticos con poltronas y de los aprendices a tenerlas. Unos y otros dirigirán sus pasos a ghettos y barrios que, de ordinario, no pisan y que lo hacen acompañados de sus guardias pretorianas. Los ciudadanos volverán a oir las mismas promesas de siempre, aunque ahora los visitantes,  se apoyarán en proyectos que desenrrollan ante el público, como hacían aquellos ciegos de cordeles con historias tan ficticias como estas. La plaza es un teatrillo y los actores con su verborrea inocua, pésimos cómicos. ¡ Hossana, Hossana! a los que llegan para salvarnos del paro, de las hipotecas impagadas, de los préstamos denegados, asegurándonos una sanidad responsable, una educación como dios manda y una vigilancia que nos protejerán de tantos bárbaros del norte. En fin, de todas esas miserias humanas que parecen confabularse en estos días que no son, precisamente, de vino y rosas. ¡Hossana, Hossana!. El pueblo quedará empapelado con cientos de carteles y en ellos esa galería de retratos de los nuevos mesías, asomando sonrisas un tanto estúpidas, descaradamente forzadas, escondiendo altanerías y disimulando vanidades.
La consigna es sorprender. Algunos ya lo han hecho con ese reparto de calles o trozos de tapias, para otros tantos caballas que aquí nacieron, murieron o venían los agostos patronales por lo del queso de bola y el whisky barato. Y así, como si de un juego de ruleta se tratase o, mejor, de un monopoly, han ido rifando espacios. A los profesores Gordillo y Posac, tan vinculados al Instituto del Llano de las Damas, los mandan a las faldas del Hacho, cerquita del cementerio. Loma Colmenar se la reparten un sexteto variopinto: una espléndida bailaora que llegó a ser consorte de un aristócrata; el acuarelista Rejano, de los grandes entre los de su técnica; el escultor Lillo, tantas veces denigrado por los hombres azules de nuestros ayuntamientos pasados, etc. Hasta tendrá calle Hércules. Claro que el único que conocemos es el que Ginés ha capado, no sé si por un rasgo pudoroso o porque desconoce cómo es el prepucio de los dioses olímpicos. En próximas nominaciones supongo que propondrán a Júpiter, Baco... también a diosas y ninfas. Ojos con estas últimas, pues la mayoría son unas ‘pilinguis’ de mucho cuidado. Me satisface el que se hayan acordado de uno de los Borrego, saetero de ponernos carne de gallina en esos desgarros que partían del Campanero. Ubicar a Joaquín Amador, ‘Quinín’, en el Sardinero, en diálogo callado con Elena Sánchez, me ha parecido de chiste, cuando su atalaya la tuvo en la Casa Marañés, desde donde oteaba a los ceutíes píos y viciosos. Lo mismo que justificar el submarinismo del querido Juan Bravo en Miramar Alto, cuando su historia vecinal estuvo vinculada a Canalejas, Sevilla, la Plaza Azcárate, no ha sido un  acierto. Tan equivocado como si su pasión por la arqueología bajo el mar, determinara poner su nombre a las escolleras de la Puntilla.Y ahora que lo pienso: ¿Nos resistimos a nombres musulmanes?. Yo, por ejemplo, daría más de una docena, como aquel conserje del ‘Reina Sofía’ (imperdonable no recordar su nombre), que lograba orden donde no lo conseguía ningún equipo directivo; o mi inolvidable Abselam Lema, tan caballa o más que otro de los que sacan pecho en el Rebellín y para quien Benzú era tan español como la Plaza Mina o Maestranza...
Pero puede que para los comicios del año que viene, nuestra Asamblea tenga ya preparada otras sorpresas de este calibre. Cierto que quedan pocos sitios para rotular, si exceptuamos ese laberinto de la manzana del RebellÌn donde hace noches un grupo de mozalbetes estudiaban el  paredón de Siza, quizás para romper su virginidad con   un “Vivas, eres grande” o mucho más interesante: “Ahmed quiere a Mari Pili”, auténtico sello de interculturalidad ceutí y no el que despliegan las academias de bailes, pues estas fogosidades juveniles son, en realidad, las que mueven el universo. Lo demás, no vale la pena.