Comerciantes, vecinos y maestros del CEIP Ramón y Cajal que vivieron la pelea de subsaharianos en primera persona coinciden en asegurar que lo vivido el lunes fue un auténtico bochorno
En el año que Mercedes lleva regentando su establecimiento de comestibles ubicado en ‘El Coso’, el centro comercial de Bermudo Soriano frente al cual el pasado lunes medio centenar de subsaharianos se enfrentaron en una multitudinaria y violenta pelea, no había visto nada igual. “Habitualmente son muy educados, no entiendo bien qué pasó ayer porque no es lo habitual”, comentaba la mujer 24 horas después de vivir momentos de mucha tensión. En cuanto la pelea verbal de los cameruneses y nigerianos empezó a ir a mayores ella, como muchos de sus vecinos comerciantes, bajó la persiana. En el interior una clienta con su niña de dos años que, asustada, comenzó a llorar sin parar. No era para menos. Idéntica situación vivió Elsa, trabajadora de la tienda de productos congelados ubicada a pocos metros. “Cuando se enzarzaron vi que una señora mayor que justo pasaba estaba confundida, sin saber qué hacer y hacia dónde tirar, así que la metí para adentro e inmediatamente bajé la persiana”, relataba la joven. En un momento dado llegó a pensar, incluso, que los subsaharianos estaban forzando el mecanismo porque las pedradas resonaban en el interior. Pero entonces ella poco sabía de lo que afuera estaba sucediendo.
Miedo, inquietud... eran ayer las palabras más repetidas en el entorno de ‘El Coso’. Pero, sobre todo, se escuchaba una y otra vez la misma expresión: “Lo de ayer fue muy vergonzoso”. Que se lo pregunten si no a los maestros que en ese momento, cuando el reloj rebasaba las 09.30 horas, se encontraban como todos los días impartiendo clases en el CEIP Ramón y Cajal. “Desde aquí escuchamos una discusión, que se percibía más acalorada de lo normal, y ya comenzamos a pensar que algo raro estaba pasando fuera”, relata el Jefe de Estudios del centro, Francisco García. Ante el duro intercambio verbal en aumento, les llegó la primera preocupación. Los niños de 5º de Primaria estaban a punto de salir a la calle para dirigirse en autobús a una actividad de la guía ‘Ceuta Te Enseña’ y se temió qué hacer. “Ellos salieron por el otro lado y no tuvieron problema, pero cuando todo fue subiendo de tono salí a la puerta con el secretario”, prosigue García.
Para entonces varios vecinos contemplaban, atónitos, la discusión desde el puente. “Ahí era totalmente imposible intentar mediar porque se daban unos a otros sin control, quien hubiese intentado parar la pelea podría haber salido muy mal parado porque estaban realmente enloquecidos unos contra otros”, comenta García. Otros vecinos, por su parte, agregan que cuando los subsaharianos se acaloraron comenzaron a llamarse por móvil unos a otros de tal manera que el roce entre unos pocos dio pie a la reyerta final donde piedras, grandes y afiladas, y hierros sobrevolaron las cabezas de uno y otro bando mientras los insultos verbales no cesaban. “Había uno que llevaba una navaja, porque yo bajé la persiana hasta la mitad y seguí viéndoles desde dentro”, asegura Reduan, otro comerciante del lugar que en el momento del suceso tenía en el interior de su tienda a unas nueve personas. “Algunas mujeres con niños pequeños pasaron verdadero miedo”, cuenta.
Mercedes cree que la pelea llevaba días gestándose porque un familiar suyo ya vio, el pasado fin de semana, cómo varios subsaharianos tenían unas acaloradas palabras en las proximidades del lugar. Fuese así o no, el suceso generó mucho malestar entre los vecinos de la zona. Algunos protestan de que la policía tardó en llegar al menos 15 minutos desde el primer aviso, algo “incomprensible” teniendo en cuenta que en el entorno de Hadú hay permanentemente, al menos, dos parejas de la Policía Local controlando el tráfico y vigilando a los vendedores ilegales llegados desde Marruecos con fruta y pescado. Otros, además, tampoco entienden cómo las autoridades que hacía rato habían sido avisadas no se coordinaron para cerrar las calles por las que previsiblemente los protagonistas de la reyerta iban a salir. Y es que, hay que recordar, las detenciones se realizaron minutos después en la zona de la playa Benítez.
Y si los comerciantes tuvieron que bajar las persianas en el interior del colegio también se tomaron medidas. Los niños cuyas aulas están en la primera parte del edificio, desde donde se ve perfectamente la zona de la pelea, fueron bajados de inmediato al patio central “por miedo a que alguna piedra o algún otro objeto rompiese un cristal y, además, para evitar que los pequeños vieran aquellas bochornosas escenas”. Los que toman clase en la segunda planta también bajaron, por orden de sus maestros, las persianas para evitar incidentes. “Aparte, nuestro temor era que cuando empezasen a huir subieran hacia el colegio y se metieran en el porche”, admite García. El del lunes fue, para ellos, un atípico día de clase porque tras el suceso fue difícil recuperar el ritmo de la clase. Su deseo: que no se repita nunca más.
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