Categorías: Opinión

Lluvia de inversores

El visible estado de decrepitud de la economía local empeora ostensiblemente. Somos todos testigos impotentes de un proceso inexorable que nos conduce a un vacío estremecedor del que huimos psicológicamente con gran esfuerzo. Aunque no siempre se consigue. A veces, el futuro teñido de negro salpica el subconsciente y se anuda en el estómago. “No sé si quiero esto para mi hijo” Amarga verdad. Así se expresaba un joven, ceutí hasta el tuétano, inquieto ante su próxima paternidad.  Una sentencia que impregna el ambiente cada vez más densamente.
Ceuta no puede encarar el porvenir con seguridad si no reconstruye su estructura económica. Sin resolver esta cuestión, no hay salida. Todo será cuestión de tiempo. De ahí que este objetivo adquiera una condición de estratégico que debería trascender ideologías e intereses para situarse en el núcleo duro del consenso social. Entre otras razones, porque los cambios necesarios son de tal magnitud y dificultad que toda implicación es poca. Y sin embargo, sucede exactamente lo contrario. El egoísmo y el cortoplacismo, que tanto daño han causado a esta Ciudad, se siguen mostrando en su versión más descarnada. La generosidad es un sentimiento ignoto por estos pagos. El paso del tiempo nos han convertido en auténticos expertos en la técnica del despedazamiento con saña. La consecuencia directa es que somos un pueblo débil, incapaz de emprender unido nada que valga la pena. No es extraño que todos y cada uno de los objetivos marcados para forjar un modelo económico alternativo, se hayan evaporado en sólo dos años. Ha resultado mucho más gratificante arremeter contra el oponente que sumar voluntades.
No se puede hablar de un modelo económico sin tejido empresarial que lo sustente. Obviedad que demasiado a menudo se olvida. Sería necesario contar con una estructura empresarial fuerte, valiente y comprometida con el futuro de Ceuta. La realidad muestra exactamente lo contrario. Debilidad extrema, corto alcance y absoluta dependencia de la administración. Un amplio sector de la clase empresarial (fundamentalmente musulmanes) funciona al margen de los circuitos institucionales, sin que nadie se haya ocupado de integrarlos en una concepción de conjunto del sistema. Este grave error supone una irresponsable pérdida de oportunidades de transformación de estructuras.
Una segunda característica dominante es la constante atomización del empresariado. Los empresarios locales (salvo media docena de excepciones) carecen del potencial económico suficiente para acometer proyectos de envergadura suficiente para cambiar pautas y dinámicas. Los pequeños negocios, casi familiares, desempeñan un papel complementario, importante, pero secundario desde la perspectiva del cambio. Esto, no es fruto de la casualidad, sino  consecuencia de las decisiones políticas. La administración pública (local, nacional y europea) no ha querido crear las condiciones precisas para fomentar la actividad empresarial en un contexto fuertemente dinámico, cambiante y competitivo. No es necesario (por conocido) reiterar la horripilante carrera de obstáculos que supone intentar que funcione una empresa en Ceuta. Pondré solo un ejemplo. La modificación urbanística para ceder suelo con finalidad económica en la zona del Brull, lleva más de un año paralizada nadie sabe dónde. Ni por qué. Los empresarios de Ceuta han sido invitados a marcharse aburridos (y asqueados). Y los que deciden venir, lo hacen si asumir riesgos y con inversiones excesivamente  modestas (alquilando naves en precario en el puerto) de las que muy poco se puede esperar en el futuro, más allá de un beneficio importante, pero efímero, generado por los flujos procedente de Marruecos. Por ahora.
La situación, ya de por sí complicada, se torna en insufrible cuando, además, se embadurna con mentiras que esconden la verdad, disuaden de luchar e incitan al delirio.
Es un acto de suprema irresponsabilidad decir públicamente, desde una institución como la Delegación del Gobierno, que se avecina una lluvia de inversores a Ceuta que crearan empleo masivamente; como consecuencia de una modificación legislativa que mejora el tratamiento fiscal a los beneficios empresariales.
Entre otros motivos porque para que surtan efecto las nuevas medidas, previamente hay que obtener beneficios, lo que parece una quimera en las coordenadas actuales. Lo único cierto es que nuestros gobiernos (por acción y sobre todo por omisión) han convertido Ceuta en el peor emplazamiento posible, de nuestro entorno más próximo, para radicar un proyecto empresarial.
Pero lo importante no es aplicarse en revertir esta dinámica autodestructiva, sino engañar a la ciudadanía para que, obnubilada, siga votando al PP. El precio que pague la Ciudad por ello es baladí para estos dirigentes cuyo horizonte político se limita a su propia experiencia vital. Ahora ya no hay de qué preocuparse, basta con esperar a que, en breve, empiecen a llegar los inversores cargados de millones para crear empleo, y  asunto resuelto.  Gracias al PP. Merecidamente instalados en la cretinez.

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