La Semana Santa siempre se hace esperar con alegría, fervor e ilusión y también con temor a que la lluvia quiera acompañarla. La lluvia es necesaria para la vida humana, pero es muy mala aliada de la Semana Santa, pues a ésta la deseamos que se haga presente en la calle con gran esplendor y causando admiración en la gente, que se agolpa en las calles del recorrido oficial de los pasos de cada una de las Cofradías. Cada una de éstas tiene sus particularidades, en cualquier lugar de España, pero para cada persona tiene un significado, una emotividad y un mensaje especial. La Semana Santa derrama amor fuerte por todas partes y aunque para alguien lo sea sólo de refilón, le deja abierta en su alma una hendidura por la que el amor se le hace presente siempre y, especialmente, en los momentos más difíciles de su vida.
Hace muchos años, en mi juventud recién estrenada, mi padre tuvo la espléndida idea de llevarme a visitar, cada día y uno tras otro, los templos en los que ya daban los últimos toques a las imágenes y a sus tronos para su salida procesional en ese mismo día. Siempre había una persona amable, conocida o no, que nos daba a conocer los detalles más significativos de la imagen, de los varales, del palio y de cualquier otra cosa por pequeña que fuera. Por la noche, al verlos desfilar procesionalmente en la calle , adquirían vida especial cada uno de esos detalles, acompañando a la imagen principal de cada trono. Fueron unas lecciones que no he olvidado nunca, a pesar de los muchos años transcurridos desde entonces sin haber vuelto a ver las procesiones de esa ciudad.
Pero estés donde estés, la historia se repite, aunque los actores sean otros y distintas las ciudades. En esta Semana Santa visité un templo en cuyas oficinas parroquiales fui a pedir la Partida de Bautismo de una nieta mía que se casará en septiembre. Mientras estuve en el templo, contemplando al Cristo de la Humildad y Paciencia, por el que siento una especial devoción, no pararon de entrar padres y madres acompañados de sus hijos pequeños; estaban repitiendo lo que mi padre hizo conmigo hace muchos años y debo confesar que ha sido una de las amorosas alegrías que me ha regalado esta Semana Santa. Es que la Semana Santa, siempre, regala amor a cualquiera que se quiera acercar a ella, aunque no sea Cofrade ni tome parte en alguno de los desfiles procesionales.
Y ese detalle de amor te lo puede proporcionar una persona desconocida que al darse cuenta de que yo preguntaba por la advocación de una imagen de la Virgen, cuyo trono era el más contemplado.Se me acercó, con su esposa, y me hizo saber lo que yo desconocía. ¿Cómo olvidar ese detalle que tuvo conmigo? Se lo debo al ambiente de la Semana Santa, que se temía lluviosa y que desgraciadamente lo fue. Siempre hay detalles de amor que proliferan en la Semana Santa, porque nos damos cuenta. todos, de lo que se recuerda con ella: el gran Amor de Cristo para con toda la humanidad y en toda época y lugar aunque llueva intensamente. No importa la desilusión que significa el no poder sacar a la calle la imagen de sus amores. Se la recordará con verdadero amor en su ausencia forzada por la lluvia.
Ha habido lluvia abundante durante esta Semana Santa y he comprendido entonces el dolor de los cofrades, afectados directamente por los aguaceros. Tened la seguridad de que muchos os hemos acompañado en vuestro pesar y seguro que todos pensamos igual: que el próximo año los cielos estarán claros y el aroma de la Primavera os acompañará en vuestra maravillosa procesión.
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