Colaboraciones

Llamamiento a la concordia

Han pasado casi dos semanas de la masiva entrada ilegal de personas procedentes de Marruecos por las playas de Benzú y el Tarajal. Las autoridades gubernamentales hablan de ocho mil quinientos inmigrantes, pero otras fuentes elevan esta cantidad a doce mil personas. En cualquier caso estamos hablando de un episodio migratorio ilegal inédito hasta el momento en España. Además de su singularidad cuantitativa, caben destacar otros componentes significativos en este acontecimiento, como el importante número de menores que accedieron a Ceuta en pocas horas. Luego conocimos que nada fue casual y que todo respondió a un plan ideado y ejecutado sin ningún tipo de miramiento por las autoridades marroquíes. Según han recogido los medios de comunicación, estos menores fueron engañados para que abandonaran sus centros educativos y a sus familias creándoles falsas expectativas sobre su posible futuro en España y Europa. También jugaron sin pudor con la ilusión de los niños deseosos de conocer a sus grandes ídolos futbolísticos.
Tanto mayores, como jóvenes, mujeres y niños han sido utilizados por Marruecos para hacer daño a España después de que nuestro gobierno acogiera al líder del Frente Polisario para ser tratado del COVID-19. No parece que la venganza sea una actitud propia entre países considerados buenos vecinos. Entre amigos pueden surgir problemas y malentendidos, pero nunca premeditación para causar algún perjuicio o mal. En este caso, como suelen actuar los “malos amigos”, se ha aprovechado de los puntos más débiles de nuestro país, como son Ceuta y Melilla. Ambas ciudades son las dos únicas fronteras terrestres entre Marruecos y España. Unas líneas fronterizas que separan dos realidades económicas y sociales muy desiguales en rentas, en todo tipo de servicios, en calidad democrática y en nivel de vida. Durante muchos años la “normalidad” en la frontera -que todos sabemos que nunca ha sido tal debido a la negativa de Marruecos de regular de manera adecuada el tránsito de personas y mercancías por el Tarajal- permitió el sostenimiento de las arcas municipales de Ceuta y un medio de vida, aunque muy precario, a muchos ciudadanos marroquíes de la región tetuaní y tangerina. Precisamente la falta de regulación de la actividad comercial entre Ceuta y Marruecos ha derivado en una situación insostenible que estaba afectando a la imagen exterior del reino alawita, por lo que decidieron de manera unilateral impedir el paso de mercancías por el Tarajal. Cuando todavía estábamos intentando recomponer la economía local ante el cierre de la frontera nos sorprendió a todos la extensión de la pandemia de la COVID-19.
Durante el primer año de pandemia todos los esfuerzos se han centrado en salvar vidas impidiendo la propagación de virus. Para ello tuvimos que parar de golpe la economía y encerrarnos durante varias semanas en nuestras casas. El coste de esta decisión en términos económicos y laborales ha sido elevadísimo, pero asumible gracias al sostén de la Unión Europea y a la resistencia de nuestra economía. Por desgracia, no todos los países de nuestro entorno cuentan con una economía bien asentada y una eficaz red de protección social que impida la caída al vacío de muchas economías familiares. Un ejemplo de estos países con débiles cimientos económicos y carencia de una indispensable cobertura social es Marruecos. Al otro lado de la frontera eran muchos quienes vivían inmersos en la economía sumergida nutriéndose del permanente flujo de mercancía que brotaba en Ceuta. Cuando este caudal de riqueza se cortó de golpe, la sequía resquebrajó la delgada y frágil epidermis económica del norte de Marruecos, dejando a la vista la realidad de una región sumida en la pobreza y la desesperación. Así lo han manifestado nuestros vecinos de Findeq, viernes tras viernes, pidiendo la reapertura de la frontera de Ceuta. Sin duda estas protestas no han gustado nada a las autoridades marroquíes, siempre más pendientes de salvaguardar su imagen que de resolver los problemas de su pueblo.
La mayoría de los ceutíes sentimos un gran afecto por nuestros vecinos marroquíes y un sincero aprecio por la belleza de una región abundantísima en recursos paisajísticos, naturales, culturales, etnográficos y arqueológicos de extraordinario valor. Los lazos familiares entre ceutíes y marroquíes son muy estrechos y antiguos, así como los intelectuales y culturales. Hablando en términos personales, me siento muy honrado por la amistad que comparto con hombres y mujeres de Marruecos a los que nos unen un interés común por el estudio y difusión del patrimonio natural y cultural. Todos nosotros somos conscientes que las fronteras son líneas artificiales trazadas por los pueblos para delimitar sus respectivos espacios de influencia y establecer un imprescindible orden en la gestión del territorio. También sabemos que los animales, las plantas, las ideas y los sentimientos no entienden de fronteras. Nadie ignora, así mismo, que las fronteras varían con el tiempo, pero que son necesarias para satisfacer necesidades fundamentales para el ser humano, como el sentido de orden, continuidad, permanencia y seguridad del hogar. En esto último poco nos diferenciamos de muchas otras criaturas que pueblan la tierra. El sentido de la territorialidad es algo innato para la familia de los homínidos, entre otras especies. La convivencia entre los grupos humanos desde la prehistoria hasta la actualidad depende en buena medida del respeto a la integridad de respectivos territorios. Cuando esto no se respeta suelen surgir conflictos diplomáticos y armados. Así ha sucedido con más frecuencia de lo deseado a lo largo de la historia y aún en el presente.
Las guerras entre países en muchas ocasiones son favorecidas por determinadas elites de uno u otro país motivadas por burdos intereses económicos o afanes personales de notoriedad o exaltación egoica. De esta amplia variedad de razones para el estallido de un conflicto los libros de historia recogen cientos de ejemplos. En la mayoría de los casos los ciudadanos de estos países son utilizados como carne de cañón sin importarles sus vidas ni el dolor de sus familias. Primero exaltan el sentimiento patriótico y luego los mandan al frente para morir creyendo que lo hacen para salvaguardar a su país, cuando las verdades razones son otras. Por fortuna todavía no hemos llegado, ni espero que nunca lleguemos, a entrar en un conflicto armado con Marruecos. Lo que hemos visto en estos días es una utilización de un pueblo necesitado, y en especial de los niños y jóvenes, con fines políticos. Los propios marroquíes han sido los primeros en criticar la forma de actuar de sus autoridades. Para contrarrestar estas críticas han emprendido una campaña difamatoria contra España acusándola de maltratar a estos niños y jóvenes. Es difícil que esta iniciativa propagandística tenga éxito. Los tiempos de control absoluto de los medios de comunicación acabaron con la eclosión de internet.
Los ceutíes y nuestros vecinos marroquíes, al margen de sus autoridades, debemos seguir estrechando los vínculos de amistad, cooperación y diálogo. Unos u otros deseamos prosperidad para la región norteafricana y contamos para ello con unas condiciones naturales y un patrimonio natural y cultural de enorme importancia. No es por falta de recursos por lo que el norte de Marruecos no ha alcanzado el progreso y bienestar que merecen sus habitantes. La razón estriba en la resistencia de sus autoridades a avanzar por la senda de la equidad económica y la libertad democrática. Marruecos, como todos sabemos, es un país muy rico, pero la riqueza sigue estando en muy pocas manos. Estas pocas manos, sobre todo la de su rey, no están dispuestas a abrirse para que el dinero llegue a su pueblo. Mientras que esto no ocurra, a muchos marroquíes no les queda nada más que dos caminos: luchar por sus derechos y libertades, enfrentándose a la dura represión que con tanta facilidad ejerce el gobierno de Marruecos; o bien abandonar su país, de una forma u otra, para al menos tener la oportunidad de vivir una vida con un mínimo de dignidad en Europa. Conscientes de este dilema, las autoridades marroquíes han hecho de Ceuta y Melilla la válvula de escape de la enorme tensión interna que amenaza con hacer estallar su país en mil pedazos.
Por desgracia, no solo Marruecos se ha fijado en Ceuta y en Melilla para aliviar sus tensiones internas. Aprovechando los lamentables sucesos que ocurrieron en Ceuta hace dos semanas, el máximo representante de VOX ha querido también utilizar a nuestra ciudad como el tablero en el que jugar una nueva partida del complicado equilibrio territorial en España. Todos sabemos que VOX es fruto del intento de secesión unilateral de Cataluña, de la ruptura del bipartidismo y de polarización de la política española tras la aparición de grupos políticos en los extremos de ambos lados del espectro ideológico. Para los dirigentes de VOX, al más puro estilo de la extrema derecha, no hay más que un arquetipo valido de español: los descendientes de los reinos castellanos que protagonizaron la reconquista de España y expulsaron a los infieles de la Península Ibérica. Cualquier musulmán, incluidos nuestros vecinos ceutíes, por el simple hecho de serlo, merecen el calificativo de quintacolumnistas esperando la oportunidad para hacerse con Ceuta y con España. Este tipo de insultos son intolerables, pues buscan causar daño al mismo corazón de una parte importante de la población ceutí. Entiendo la reacción airada de mis conciudadanos musulmanes, entre los que tengo la fortuna de contar con muchas personas a las que tengo gran afecto. A todos ellos les pido que no se dejen llevar por la provocación. La violencia nunca es justificable para expresar tus pensamientos o sentimientos.
También quiero pedir a todo el conjunto de la ciudadanía ceutí que trabajemos juntos por la concordia y la convivencia demostrando que los pilares de la sociedad española son la solidaridad, el apoyo mutuo, el diálogo y el esfuerzo colectivo para garantizar la igualdad y la libertad en nuestro país y en nuestra ciudad. Es hora de estar unidos y de mirar al futuro con esperanza, a pesar de los difíciles momentos que estamos viviendo. No hemos sido invadidos por enemigos, sino por personas mujeres, jóvenes y niños deseosos de vivir una vida digna. Lo único que piden es una oportunidad que su país les niega y que nosotros no estamos en condiciones de ofrecerles. Ceuta es un territorio pequeño y muy frágil, con unos recursos escasos e insuficientes, incluso para la numerosa población de nuestra ciudad. La lógica dicta que los movimientos migratorios tienen que ser ordenados y regulados por las normativas internacionales, europeas y nacionales. En ningún caso deben ser utilizados como armas políticas para desestabilizar lugares como Ceuta y Melilla. Lo que tiene que hacer el gobierno de Marruecos, como han hecho con mayor o menor acierto los distintos gobiernos de España, es trabajar por el bienestar de sus ciudadanos respetando los derechos humanos y las libertades individuales. Europa y España vienen prestando su apoyo económico a Marruecos y no es justo que hayan traicionado nuestra amistad.

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