El pasado jueves se celebró un acto de gran trascendencia internacional denominado “Invertir en la acción climática”. A este evento acudieron los principales líderes mundiales y sirvió para presentar los distintos planes nacionales e internacionales tendentes a lograr los objetivos de reducción de las emisiones de gases efecto invernadero, responsables del incremento global de temperatura en nuestro planeta. La Unión Europea (UE) lidera lo que la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha bautizado como el “Pacto Verde Mundial”, siguiendo la pauta marcada en el “Pacto Verde Europeo”. No cabe duda de que la UE ha asumido con determinación la urgente necesidad de cambiar nuestros sistemas industriales, energéticos, de transporte y alimentarios para evitar un escenario de gran inestabilidad ambiental, económica y social. El objetivo es conseguir para el año 2030 una significativa disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de al menos un 55% tomando como referencias los niveles de 1990. Se trata de un propósito estratégico que va a requerir movilizar una inversión económica de aquí al año 2030 cifrada en 350.000 millones de euros (417.000 millones de dólares). Esta inversión va a ser financiada a través del Banco Europeo de Inversiones, encargado de dar viabilidad económica a los proyectos nacionales incluidos en el Pacto Verde Europeo.
Las prioridades de inversiones aprobadas por la UE son: la adopción universal de las tecnologías limpias más avanzadas, el apoyo a su implementación en otras zonas del planeta (África, Asia y América Latina); y la transición de una economía linear a una circular. Resulta llamativo, desde el punto de vista simbólico, este cambio de concepción de la economía que denota una transformación paralela de la estructura de la consciencia imperante en los últimos seis siglos. La visión circular de la vida ha sido la dominante durante la mayor parte de la historia de la humanidad. Vida y muerte estaban unidas y no era posible disociarlas. Se podría decir que para el ser humano de pensamiento tradicional la cantidad de vida existente en la tierra era la misma y la Gran Diosa era la encargada tanto de darla, como de quitarla. Si se deseaba que las cosechas fueran abundantes había que sacrificar vidas, en algunas culturas primitivas de humanos, y en un segundo momento exclusivamente de animales domésticos.
A partir del siglo XV, con el inicio de la llamada edad moderna, se impuso la estructura de consciencia mental, asociada a la figura de la línea y a los conceptos de tiempo lineal, cálculo, ego racional, dualismo, monoteísmo y materialismo. La entrada de la estructura de la consciencia mental estuvo marcada por la ruptura del círculo y “la salida del ser humano de la superficie bidimensional al espacio, que intentará dominar con su pensamiento” (Jean Gebser, Origen y Presente). El empuje de la estructura mental supuso un progresivo arrinconamiento de las concepciones mágicas y míticas que habían impedido el pleno desarrollo de la capacidad intelectual del ser humano. Gebser distinguió entre la expresión eficiente y deficiente de la estructura de la consciencia mental. Esta última, como hemos comentado, adquiere total preponderancia en el Renacimiento con el descubrimiento de la perspectiva y el ansía de expansión territorial y económica, unido a la explotación material de los recursos naturales.
Siguiendo a Jean Gebser, el pensador Keiron Le Grice (“el Cosmos Arquetipal”), señala que “la estructura mental deficiente ha creado un mundo de aislamiento, mentalidad de masas, fenómenos de masas y atomización. Ha promovido estilos de vida caracterizados por la actividad sin sentido, la fragmentación y la compartimentación. Lo más importante de todo es que el desarrollo excesivo de la racionalidad ha hecho que la estructura en su forma deficiente niegue la realidad de las otras estructuras y, por lo tanto, se desvincule de los significados vitales y las experiencias unitivas accesibles a las estructuras mágica y mítica”.
Lo que Jean Gebser y otros autores proponen es ir más allá de la modernidad y avanzar hacia la estructura integral de la consciencia. Este tipo de estructura trasciende el tiempo lineal, las limitaciones del ego y hace posible la coexistencia simultánea, así como la comprensión consciente del resto de las estructuras (arcaica, mágica y mítica). Si bien la figura geométrica asociada a las estructuras mágica y mítica era el círculo, y la línea a la mental, Gebser puso en relación la estructura de la consciencia integral con la esfera. Necesitaríamos mucho más espacio a explicar los entresijos de la evolución de la consciencia humana, pero no disponemos de él y tampoco encaja con el objetivo de artículo de opinión. Lo que queremos transmitir es la idea de que la transformación que necesita la humanidad para garantizar nuestro futuro como especie en el planeta tierra requiere la aceleración de la transición iniciada a comienzos del siglo pasado desde la estructura de consciencia mental deficiente a la integral. Este cambio está operando a muchos niveles y son cada vez más las personas que buscan vivir una vida verdaderamente integral desde el reconocimiento a lo que aporta lo mágico, lo mítico y lo trascendente para lograr una existencia plena y significativa. Un síntoma de la revitalización de las reprimidas estructuras de consciencia mágica y mítica es la reconstrucción del círculo que une origen y presente, así como la vida, la muerte y la permanente renovación de la energía vital.
No obstante, no podemos caer en un falso optimismo. Son muchos los seguidores del mito de la máquina anclados en la estructura de consciencia mental deficiente que niegan cualquier validez a las aportaciones de lo mágico y lo mítico. La inercia del concepto del progreso y la expansión lineal ilimitada de la economía mantiene en movimiento a un sistema que ha causado graves daños a los ecosistemas naturales y condenado el presente y el futuro de muchas naciones y regiones. Como sucedió en tiempos del gran sabio murciano y ceutí durante varias décadas, Ibn Sabin (1217-1270), los “hijos del círculo” (Ibn Dara) se enfrentan a los “hijos del ángulo” o de la línea recta. Estos últimos, afectados por la hipertrofia del ego, niegan cualquier tipo de realidad y validez a todo aquello que escapa al escrutinio de la prueba material y científica.
El Alma del Mundo fue expulsada y arrinconada en los estratos más profundos de nuestro ser y en los rincones más alejados del cosmos. Si deseamos su regreso “tenemos que cultivar una nueva perspectiva o visión en profundidad; y también un sentido de la metáfora, una doble visión” (Patrick Harpur, “El fuego secreto de los filósofos”). Se trata, como dijo William Blake, en aprender a ver “a través” de lo que observamos. Hay muchos que miran, pero no consiguen ver otra cosa que no sean oportunidades para el enriquecimiento personal. Para los “hijos del ángulo o la línea” la tierra es algo baldío, inútil si no se le saca un provecho económico. Tampoco le dan ningún valor a las criaturas de naturaleza y mucho menos a las actividades simbólicas que aportan significado a la vida, como el arte, la poesía, el teatro, la música, la filosofía o la religión. Como escribió H.D. Thoreau, “si un hombre dedica la mitad del día a pasear por el bosque por puro placer, corre el riesgo de que lo tilden de holgazán, pero si consagra todo el día a especular, a talar los bosques y a dejar la tierra baldía antes de tiempo, lo tendrán por un ciudadano solícito y emprendedor”.
Me gustaría equivocarme, pero creo que la transición hacia la estructura de consciencia integral es aún demasiado incipiente y poco consolidada. Puede que la aceleración imprimida por las sucesivas crisis que estamos padeciendo (ambiental, económica, civilizatoria, sanitaria, etc…) reduzca el tiempo que se necesita para cerrar de nuevo el círculo, pero no lo suficiente para que el “Pacto Verde Europeo o Mundial” alcance sus objetivos. Cada día que pasa la megamáquina se está haciendo más fuerte y tiene más capacidad para extender el automatismo, el mecanicismo y las abstracciones enfermizas. Más que unirnos a Alma del Mundo nos vemos arrastrados y fagocitados por el gran agujero negro del Mundo Virtual. Por el camino perdemos el alma y, como consecuencia, nos invade un sentimiento de apatía y vacuidad. Tomar consciencia de este proceso de despersonalización es el primer paso para ponerle remedio.