Venimos insistiendo desde hace mucho tiempo en la imposibilidad de que un territorio de las dimensiones de Ceuta pueda satisfacer de manera adecuada las demandas de una población en vertiginoso crecimiento. Nuestra visión es ambientalista, por lo que analizamos esta cuestión desde el prisma de la sostenibilidad. Desde esta perspectiva, nuestro modelo de ciudad resulta insostenible tanto en su aspecto estrictamente ambiental, como social y económico. Esta lectura de la problemática local empieza a ser en parte compartida por algunos de nuestros principales mandatarios. Nos referimos, concretamente, al actual Delegado del Gobierno, el Sr. Francisco Antonio González, quien, desde que accedió al cargo, está dedicando un notable esfuerzo en reconducir el problema de los empadronamientos irregulares en nuestra ciudad. Nosotros valoramos positivamente su valentía y determinación a la hora de afrontar un asunto que han ignorado, de manera irresponsable, todos sus antecesores. Sin embargo, pensamos que su lectura es parcial al estar limitada a la vertiente política y económica de esta delicada cuestión.
Al Delegado del Gobierno es lógico y razonable que le preocupen las consecuencias políticas del asentamiento de una población de origen principalmente marroquí y la imposibilidad, -sobre todo en el periodo de crisis por el que está pasando España-, de soportar económicamente las demandas de ayudas sociales que reclaman unas personas que huyen de la pobreza de su país de origen. Pero pasa por alto la dimensión ambiental del problema de la superpoblación que sufre Ceuta. Es más, hasta ahora no recordamos una alusión del Delegado a la raíz demográfica de los graves problemas que sufre Ceuta en la actualidad. Parece que no termina de ver el problema en su complejidad y totalidad, lo que le lleva a plantear soluciones igualmente parciales y deslavazadas, centradas en combatir asuntos concretos como los empadronamientos irregulares, la asistencia sanitaria a ciudadanos extracomunitarios, los MENA, etc…
Falta, en nuestra opinión, una reflexión profunda y amplia del desbordamiento de la capacidad económica y ambiental de Ceuta. Y ésta tiene que ser abordada con rigor y valentía por el conjunto de la sociedad ceutí. No podemos seguir viviendo de espaldas a una realidad que pone en serio peligro la viabilidad de esta ciudad. Quienes se empeñan en ignorar la amplia superación de la capacidad de carga de Ceuta para sostener más población están actuando de una manera imprudente, temeraria y en muchas ocasiones claramente demagógica. Resulta cada día más disparatada la reclamación de medidas índole social, -a escala local-, para luchar contra la pobreza que lo único que consigue es la atracción de más pobres. Ceuta no puede, ni parece lógico que lo pretenda, resolver todos los problemas económicos y sociales de nuestro hinterland. Es justo y necesario que con el dinero público ayudemos a quienes entre nuestros conciudadanos más lo necesitan. Pero incluso para ésto existe un límite económico, impuesto por la propia capacidad financiera de la administración local; y un límite físico, derivado de las dimensiones y características del territorio. El primer escollo puede superarse, hasta cierto grado, contando con la solidaridad del Estado central y la Unión Europea. Al fin y al cabo el dinero es un bien inmaterial que puede distribuirse según criterios políticos. Más complicado resulta, por otro lado, la superación de los condicionantes físicos, sobre todo en territorios insulares o semi-insulares como es el caso de Ceuta. Gracias al desarrollo tecnológico podemos suplir ciertas necesidades fundamentales para la vida como el suministro de agua. Sin embargo, ni la técnica ni el dinero han conseguido hasta la fecha estirar el suelo para hacerlo más amplio. Es posible, como se ha hecho en Ceuta, ganarle terreno al mar. Pero ni aún así se consiguen los objetivos deseados. A nuestras administraciones les cuesta dios y ayuda encontrar espacio donde ubicar nuevas viviendas y equipamientos sociales, educativos, sanitarios o culturales.
Si tomamos como ejemplo el acceso a la vivienda nos daremos cuenta de la magnitud del problema. Según dieron a conocer recientemente los medios de comunicación locales, hoy día contamos con unas 2.300 personas inscritas en el registro de demandantes de viviendas que gestiona EMVICESA. Para satisfacer esta demanda la única expectativa a corto plazo son las 170 viviendas de alquiler que se han construido junto al hospital universitario de Ceuta. Dentro de un par de años, si se cumplen los plazos establecidos, contaremos con otras 317 viviendas en las proximidades de esta misma zona. Se tiene también prevista la construcción de 113 viviendas más en la 2ª fase de la urbanización de Loma Colmenar. En total, en las 46 hectáreas de la zona de Loma Colmenar se quiere construir 1.800 viviendas, de las que 225 ya se encuentran construidas y habitadas, aunque nadie puede decir con exactitud cuando se completará este ambicioso plan de urbanización, más si cabe en estos tiempos de profunda crisis económica y drástica reducción de las inversiones públicas.
Teniendo en cuenta los datos anteriormente expuestos, aún en el caso improbable que la cifra de demandantes de vivienda de protección oficial se estabilizara, no se podría satisfacer a más de 700 familias que reclaman una vivienda ajustada a sus necesidades. Para ello necesitaríamos disponer de unas 18 hectáreas adicionales. Un reto imposible de superar ante la falta de suelo que padece nuestra ciudad. Una escasez de espacio que provoca además un problema adicional: la falta de dotación de equipamientos educativos, sociales, comerciales y deportivos. Como bien es sabido, se tenía prevista la construcción de una escuela infantil en la zona de Loma Colmenar que ha quedado en suspenso después de que el inversor privado que iba abordar su construcción se ha retirado alegando motivos económicos. Tampoco parece ser que se vaya a construir el colegio en la zona de la 1º fase, una vez que los técnicos del Ministerio de Educación desecharan la ubicación prevista debido a las dificultades del terreno. Así que todo indica que esta zona de expansión de la ciudad, lejos de acercarse al modelo urbanístico equilibrado bajo cuyas premisas fue concebido, se dirige hacia un desolador paisaje conformado por grandes bloques de viviendas, escasas zonas verdes y espacios libres, y total carencia de dotaciones educativas, sociales y culturales. Una combinación que suele dar como resultado graves problemas de segregación y marginación social. Sobre todo cuando al desequilibrio entre viviendas y equipamientos se añade una escasa o nula diversidad en la composición social y nivel de renta de los ocupantes de estos inmuebles.
La política de vivienda es buen ejemplo de la imposibilidad de traspasar los límites físicos del territorio ceutí. Todo esfuerzo que no tenga en cuenta las tres vertientes de la sostenibilidad (ambiental, social y económica) está abocado al fracaso y a la profundización de los desequilibrios en todos los órdenes de la vida y la sociedad. El complejo del poder se jacta de conseguirlo todo a través del dinero y la técnica, pero se muestra impotente a la hora de enfrentarse a los desequilibrios que él mismo provoca por su nula capacidad de anticipación y asimilación del concepto de límites. Tal y como expresó José Luis Pardo, a propósito de su estudio sobre Gilles Deleuze, “lo que ocurre en las sociedades actuales, y que Deleuze tan bien supo describir, es que ya no quedan parapetos, puentes, límites. Los modernos nos instalamos en la avalancha. Estamos habitando el desbordamiento y no hay manera de fijar los límites y, por tanto, no se puede ya pensar a la manera antigua, donde era posible detener el movimiento y abordar las cosas en su evitabilidad”. Llevados por esta idea reclamamos a la sociedad ceutí que nos detengamos, aunque sea por un momento, a reflexionar sobre la viabilidad de un modelo social, económico y ambiental para Ceuta basado en el crecimiento perpetuo. A este ritmo estamos perdiendo calidad de vida a pasos agigantados y vamos a dejar una ciudad arruinada en todos los aspectos para las generaciones venideras.
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