En un mundo cada vez más globalizado, económicamente dominado por un sistema capitalista cuya bandera es el poder económico, vamos luchando las personas de “a pie”, la clase trabajadora, para intentar sobrevivir y en algunos casos intentar arañar ese sueño que nos quieren vender en los millonarios anuncios de la televisión o en las películas y series de las grandes plataformas televisivas; una quimera que cae a las primeras señales de “realidad” que nos da en toda la cara con la mano abierta, esa “realidad” aplastante, caótica, seria y del todo certera, que nos hace bajar de la nube y tocar la tierra con los pies.
Una realidad que se ha cebado con la humanidad en general, en estos dos últimos años, empezamos con el COVID 19, la pandemia, el consabido confinamiento, la cantidad de personas fallecidas en todo este tiempo y las siguientes olas del virus que, imparable, ha estado jugando y sigue haciéndolo, a la ruleta rusa con la vida de miles de personas… pero como bien reza el dicho: “La realidad supera la ficción” y como no teníamos bastante con tanta desgracia, ahora nos topamos con una guerra, una invasión en toda regla y nada más que a las puertas de nuestras casas, en plena Europa, desarrollada, libre, democrática y en constante progreso.
Dejamos de lado nuestros miedos y salimos a la calle con toda la solidaridad que caracteriza a los españoles, volcados con los damnificados, con los refugiados que huyen de la invasión rusa; muchos no dudan en cargar furgonetas con ayuda imprescindible en estos casos y conducir hasta las fronteras de Ucrania, donde dejan la ayuda y se traen a familias enteras a la seguridad de sus hogares de nuestro país…un acto encomiable, humano y compasivo.
"Las personas afectadas son las ratas de dicho laboratorio y los beneficiarios de todas estas desdichas son siempre los mismos"
Mientras tanto, las potencias armamentísticas se frotan las manos, las guerras son el mejor supermercado para vender las excedencias a precio de costo, el laboratorio propicio para probar lo nuevo, mientras, las personas afectadas son las ratas de dicho laboratorio y los beneficiarios de todas estas desdichas son siempre los mismos, los que empoderan el poder, los que fabrican y venden las armas al mejor postor.
Dentro de esta hipocresía moderna, la falacia objetiva y dura, aunque nos duela, no podemos dejar de preguntarnos por todas esas guerras, invasiones y conflictos que afectan a otros países que no son europeos, aquellos otros que nos quedan un poco lejos, los que de vez en cuando, las noticias dejan caer alguna nota de prensa sobre un número determinado de muertos, siempre muchos, de los cientos de atentados que se llevan a cabo en territorios devastados, en ruinas y cuyos habitantes también son personas refugiadas que huyen del horror y del terror de una guerra, pero que, por desgracia, no son europeos, les ha tocado nacer en un país oriental o africano, con un color de piel algo más oscuro, con diferentes creencias, cultura y tradiciones y eso, hoy día representa un “hándicap”, una barrera invisible que diferencia entre los seres humanos de primera y segunda, incluso de tercera y a las pruebas me remito. No puedo dejar de visualizar a aquel padre que, en la frontera entre Serbia y Hungría, con su hijo de siete años en brazos, sufrió una zancadilla por parte de una periodista húngara que allí se encontraba, supuestamente para cubrir las noticias sobre aquel desgraciado éxodo, pero aprovechando las circunstancias no pudo o no supo reprimir su repulsa, su odio irracional, de una persona que, se supone una profesional, un ser humano del primer mundo, ese mundo solidario, que presume de libertades, de derechos y de solidaridad.
"Dentro de esta hipocresía moderna, la falacia objetiva y dura, no podemos dejar de preguntarnos por todas esas guerras"
Cuando digo que, a las pruebas me remito, no tengo que ir muy lejos, aquí en Ceuta, mi tierra, podemos ver todos los días esa frontera invisible y a la vez táctil que pulula entre nosotros, aquella que divide y diferencia entre guerras, entre conflictos y entre invasiones y los más duro, entre personas. Aquí gana el discurso del odio, se pone énfasis en las diferencias culturales que, suponen un problema para muchos y no un enriquecimiento mutuo. Todo un circo mediático que pone en valor la mentira, la exacerbación de las cosas, que señala con un dedo acusador al “otro”, de todos los males y carencias que vive esta tierra y que nos afectan a todos/as por igual, pero que desgraciadamente señalan siempre a los mismos. Un circo sin payasos, pero con muchos animales que están deseando saltar a la yugular de quien no está dentro de su misma jaula.
Tiene más valor la vida de una persona europea que la de otras de cualquier otra parte, la diferencia es el color de piel, la suerte de nacer a unos metros de una parte o de la otra de una valla, sin tener en cuenta la humanidad de las personas, la vida y futuro de unos niños que, huyen de las mismas desgracias, injusticias y que al fin y al cabo, no entienden de conflictos, ni de luchas ni de políticas, porque son niños/as y su derecho a vivir tranquilos, a jugar y a soñar se ha visto truncado por los intereses de algunos pocos, por la codicia de muchos y por la indiferencia de la mayoría, a esto se resume la vara de medir de muchas personas, que es doble, dependiendo del color de los cristales con que se mire, con la doble moral con que se pesa o se tiene en valor una vida de un niño o de otro.
Así es Sr PPF. Además de que hay culturas que se adaptan mejor que otras, y todos lo sabemos...y no dan por saco terceras, cuartas ni quintas generaciones en el país de acogida. Yo creo firmemente que los Ucranianos por regla general, se adaptarán.
No es caridad sino solidaridad. En caso de una catastrofe, ayudo a los mios antes que al vecino, al vecino antes que el de otro barrio, el de mi pueblo antes que lo de otro pueblo, los de mi cultura antes que los de otras culturas exclusivas.
No amalgame ni intente culpabiizarnos, es intelctualmente perverso.