En el año 1130 un clérigo francés, Aimeric Picaud, escribió “Liber Peregrinationis”. Dicho trabajo, considerado como un auténtica guía turística, llama nuestra atención, además de su extenso y completo contenido, por la objetividad de su narración. Es tal la pulcritud informativa de esta obra, que gracias a su descripción del templo santiagués, se ha podido conocer completamente el ciclo iconográfico medieval que contenía dicha catedral desde su creación,y que fue parcialmente destruido con las obras de remodelación llevadas a cabo a mediados del siglo XVIII. Su valiosa tarea nos conduce a lo largo de todo el Camino Francés, explicándonos su infraestructura, citándonos las características tanto de las poblaciones urbanas como de los albergues rurales; indicando la ubicación de hospitales y de monasterios que suelen acoger a peregrinos; de las fuentes, incluyendo comentarios sobre la calidad de sus aguas; de los mesones, alertándolos sobre los abusos y fraudes que posiblemente podía encontrar el caminante. En Fin, todo un tesoro cultural que nos traslada mágicamente a la remota sociedad medieval. En este tema, obligatoriamente hay que mencionar a Edrisis, nacido en Ceuta en 1099, y recordar que tras su preparación en Córdoba, se dedicó a viajar por la Península Ibérica, el Norte de Africa, Asia Menor, Egipto…Hasta que, debido a su fama, fue reclamado por el rey Rogiero I de Sicilia para que se instalase en su corte de sabios. En ella se dedicó a investigar y a escribir, con tanta sabiduría, que durante los siglos siguientes los conocimientos geográficos pudieron avanzar gracias a la obra de este gran hombre conocido por Al Xerif Al Edrisí. Como viajero experimentado elaboró una obra excepcional, “Recreo de quien desea recorrer el mundo”. Paralelamente al escritor arriba citado, nuestro paisano DESCRIBIÓ CUATRO CAMINOS JACOBEOS: El Camino Francés, Santiago-Bayona por mar, Coimbra-Santiago por tierra, y Coimbra-Santiago por mar. Finalmente, para mejor entender su seriedad descriptiva, reproduzcamos un párrafo que sobre la catedral de Santiago dejó escrito:
“Esta insigne iglesia, a donde concurren los viajeros y se dirigen los peregrinos de todos los ángulos de la cristiandad, no cede en tamaño más que a la de Jerusalén, y rivaliza con el Templo de la Resurrección (o Santo Sepulcro), por la hermosura de las fábricas, la amplitud de su distribución y lo crecido de sus riquezas y de los donativos que recibe. Entre grandes y pequeñas hay sobre trescientas cruces labradas de oro y plata, incrustadas de jacintos, esmeraldas y otras piedras de diversos colores y cerca de doscientas imágenes de estos mismos metales preciosos. Atienden al culto cien sacerdotes, sin contar los acólitos y otros servidores. El Templo es de piedras unidas con cal y lo rodean las casas de los sacerdotes, monjes, diáconos, clérigos y salmistas. Hay en la ciudad mercados muy concurridos y, así cerca como lejos de ella, aldeas grandes.”
Juan Antonio
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