Una librería en cualquier ciudad es siempre un lugar especial. Para unos un lugar de recogimiento y bienestar, para otros una especie de santuario donde buscar cierto consuelo ante las vicisitudes de la vida. Las librerías son espacios donde imperan el silencio, la ilusión y la magia, lugares guarnecidos por los libreros, curiosos personajes que entran y salen, suben y bajan, buscan y encuentran.
Estos guardianes de los libros, cuando se hacen expertos en el oficio, son capaces de adivinar los gustos de los habitantes de su templo con solo olerlos o verlos recorrer sus estanterías. Cuando era pequeña, y en las pocas ocasiones que tenía en esos años de entrar en una librería, el librero me parecía un ser superior. Con el tiempo aprendí a mirarlos con ojos más triviales, sin embargo veo todavía un halo de acumulada sabiduría en las personas que reinan en las librerías.
Tal vez sea una visión excesivamente romántica de la profesión o se trate de una envidia sana y pura por tan noble negocio. En Ceuta, durante más años de los que la mayoría recuerda, hemos tenido al alcance de nuestros pasos uno de esos lugares sagrados. En él, la indiscutible señora de ese castillo comparte nombre con la ciudad. Es un castillo pequeño y anaranjado, con una superficie de cristal por donde asoman los coloreados envoltorios de las miles de palabras que conforman cada una de las historias. En la cornisa de ese castillo luce un emblema que aglutina a todos los miembros de su tribu: ÁFRICA TOTEM. África conoce a su tribu.
A algunos los ha visto entrar aun sin nacer, a otros recitando sus primeras letras. Los ha visto crecer ilusionados buscando historias de fantasía con las que adornarse la adolescencia. Nos ha visto rebuscando entre los libros de amor y nos ha atendido cuando, apenados, le pedimos historias de desamores que compitieran con los nuestros. Nos ha vendido misterio, mapas y memorias, ensayos y poemas.
La librera ha visto también a los miembros de su tribu entrar sonrientes en busca de un regalo, ilusionados adquiriendo un libro con el que iniciar un viaje o doloridos buscando el ejemplar que nos aliviara el tiempo de una enfermedad. Desde el cristal de su castillo ella ha visto el tiempo de una vida pasar, de muchas vidas, y cuando nos ve, desde lejos y sin que nos demos cuenta, atisba las historias que nos han acompañado. Nuestra librera pone fin a una etapa, pero el espíritu del TOTEM seguirá protegiéndonos.
Ella, que es una mujer sabia, ha cuidado del castillo hasta el final. Otros habitantes serán los encargados de mantener viva la magia de la librería para que la tribu siga encontrando historias con las que alimentar el alma y la memoria. Gracias, África por tus incunables días como librera.
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