Opinión

El legado de la aldea gala, por Germinal Castillo

Esta bendita locura dio sus primeros pasos en la mítica revista semanal francesa Pilote. Este semanario de culto (que posteriormente sería mensual) vio la luz en el mes de octubre del año 1959 gracias al empeño de nombres ilustres y de personajes de brillantes intelectos pero con personalidades curiosas, cuando no estrafalarias.

Como dato, una de las fundadoras de Pilote, el gaullista René Ribière, fue la última en batirse en un duelo de honor en Francia (abril de 1967) contra el que fuera alcalde de Marsella y diputado socialista, Gaston Deferre.

El libro de sesiones recoge que el que fuera protector-protegido de la mafia corsomarsellesa llamó “gilipollas” al seguidor de De Gaulle. Como mandaban los cánones, el enfrentamiento se efectuó con espadas y a segunda sangre. Ribière perdió, pero conservó la vida para casarse al día siguiente. “La Grandeur” tiene estas cosas.

Por suerte, además del desafortunado duelista, en aquella aventura editorial estuvieron presentes las más grandes del cómic galo. Buena prueba de ello es que veintiuna autoras que publicaron con asiduidad en todo el transcurso de Pilote recibieron el preciado Gran Premio de la Ciudad de Angoulême de cómic.

Toda una referencia mundial. Las maestras René Goscinny y Albert Uderzo, como no, también estuvieron desde el primer momento en aquel octubre de 1959.

Con el número uno de Pilote nacía -junto con su inseparable Obélix-Astérix el galo. Traducidas a ciento once idiomas, de las aventuras del famosísimo pequeño galo se han vendido trescientos sesenta y cinco millones de ejemplares.

Una brutalidad. Pero la magia de Astérix no solo reside en las maravillosas viñetas de Uderzo, sino en la capacidad de Goscinny para elaborar unos textos y unas historias capaces de cautivar tanto a pequeñas como a mayores. Ese era precisamente el espíritu de Pilote.

Astérix siempre está elaborado con unos soberbios guiones repletos de cultos juegos de palabras, citas históricas, guiños a miles de descubrimientos e inserciones de personajes célebres de la historia universal en las aventuras del inteligente galo.

Precisamente por ello, el verdadero “jugo” de este cómic se saca en su idioma de origen: el francés. Ejemplo: salvo unos pocos, como Julio César (Noblesse Oblige), Cleopatra o Bruto, los nombres de todos los personajes tienen un doble significado. Cambiando el sufijo “isco” por el del “ix” (un saludo en toda regla al jefe galo Vercingétorix vencido por César en Alesia) se obtiene el nombre de casi todas.

Bueno será señalar también que en celta, “rix” significa rey. Y esto es sólo el inicio. No es muy sabido que Goscinny quiso homenajear a su abuelo tipógrafo. ¿Cómo? Empleando el lenguaje de imprenta para dar vida a las dos estrellas de este cómic.

Así es como el asterisco se transformó en Astérix y el obelisco (como el signo tipográfico “†”, y no como el monumento pétreo también llamado obelisco) pasó a llamarse Obélix.

Pero aún hay más. Si continuamos descodificando el nombre de quienes dan vida a todas las aventuras de las galas, descubrimos que el druida (Panoramix) se llama “panorámico”, que el bardo (Assurancetourix) es “seguro a todo riesgo”, que el jefe (Abraracourssix) es “brazos recortados” o que el herrero (Cétautomatix) en realidad significa “es automático”. Los romanos también se llevan lo suyo.

Mientras que el centurión de “Astérix en los juegos olímpicos” se llama Autofocus -de evidente comprensión-, su homónimo en “Astérix y Cleopatra” es “Pacotéalargus” cuya traducción necesita más fineza. “L’Argus” es un histórico periódico bimensual (hasta hace poco era semanal) especializado en el mundo del motor, tanto es así que tasa oficialmente el precio de los coches de segunda mano.

En Francia, el “baremo Argus” determina el precio mínimo de un coche de ocasión. Volviendo a nuestro centurión, la traducción sería “no baremado en el l’Argus”, es decir: listo para el desguace. Sencillamente genial. Y para que no haya dudas, en todas las primeras páginas de las aventuras, siempre encontramos bajo la lupa del poder de Roma a estas guarniciones acechando a los galos.

El sempiterno texto explicativo es el mismo desde los inicios: “Estamos en el año 50 a.C. Toda la Galia está ocupada por los romanos... ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía y como siempre, al invasor”. Y en esas estamos.

Parece que dos mil sesenta y ocho años después de que Uderzo y Goscinny fijaran la acción de sus personajes, las cosas no han mejorado mucho. Si no fuera por lo que de encomiable tiene la lucha que llevan a cabo las nuevas Astérix y Obélix del siglo XXI, resultaría lamentable comprobar que a pesar de que tenemos infinitas dosis de poción mágica en forma de conocimientos y experiencias heredadas para sacudirnos todos los yugos, seguimos permitiendo que nos masacren las cónsules y procónsules de turno.

Son esas galas jubiladas las que, una vez más, nos muestran cuál es el camino para reivindicar la dignidad, escupiéndole a la cara a quienes pretenden comprarlas con un aumento de miseria en sus pensiones. Son esas guerreras que bata y fonendo en mano se pelean, aún y a riesgo de ser expedientadas, para que nuestra sanidad no vuelva a los tiempos de la beneficencia.

Son esas injustamente denostadas funcionarias de armas tomar las que continúan oponiéndose sin descanso y tesón al oscurantismo, siempre desde su Aldea Especial de guerreras Capaces, Irreductibles y Determinadas, para que el torrente de mierda no acabe hundiendo en la nada nuestros derechos más elementales.

Son esas compañeras de Obélix las que, a pesar de encontrarse en una extrema inferioridad de condiciones numéricas y materiales, continúan enfrentándose a las legiones romanas para que la educación de nuestras hijas sea pública y de calidad.

Son esas amigas de Panoramix las que siguen pensando, se las quiera entender o no, que las que habitan en la irreductible aldea gala tienen un mundo nuevo en sus corazones y que perseguir la utopía es la mejor forma de alcanzar realidades, y a los manuales de historia me remito.

Es cierto, solo son un puñado de librepensadoras, pero tal y como hacen las compañeras de Astérix, van a seguir resistiendo al Imperio porque saben que el camino recto siempre es el más derecho, aunque eso incomode nuestras conquistadas conciencias.

Usted, como siempre, sabrá lo que más le conviene, pero si no quiere ser el prototipo del brutalmente servil jefe “Aplusbégalix” (a+b=x), en “El combate de los jefes”, bueno sería que pensase en reaccionar. Si le indigna estar siempre deseando agradar a las poderosas, a pesar del evidente perjuicio que para todas representa, el momento de transformar las palabras en actos ha llegado.

Las habitantes de la aldea gala, las de Uderzo /Goscinny y las otras, nos están dejado un legado de decencia tan impresionante que deberíamos sentir una profunda vergüenza de desperdiciarlo tan miserablemente.

Obviamente, también tiene la opción de seguir adorando a las invasoras y condenando a las irreductibles; eso sí, no se sorprenda cuando la encadenen para llevarla al circo. Nada más que añadir, Señoría.

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