Cuentan que en un país cuyo Gobierno carecía de la seguridad que otorga el tener mayoría absoluta en el Parlamento, un partido de la oposición decidió probar suerte presentando una Iniciativa de sustitución –lo que aquí llamamos una Moción de censura-.
La suerte de la citada Iniciativa dependía de lograr la confluencia de partidos de muy distinta significación, pues par que prosperase se exigía una mayoría absoluta que resultaba complicada, dadas la distinta y hasta contradictoria extracción de los diversos grupos parlamentarios susceptibles de apoyarla.
El día que comenzó a debatirse la mencionada Iniciativa, las espadas permanecían en alto, pues la consecución de dicha mayoría dependía aún de la postura que pudiese adoptar un partido con reducida representación en el Parlamento, que dudaba acerca de la orientación de sus votos, haciéndola depender de los posibles compromisos que, o bien el Gobierno, o bien el partido autor de la Iniciativa, asumieran en favor de sus exigencias.
Todo estaba en el aire cuando la sesión del Parlamento se interrumpió a mediodía para que los parlamentarios pudiesen salir a comer. Aunque algunos lo hicieron en el propio Parlamento, otros prefirieron ir a restaurantes cercanos.
En este caso estaba el Primer Ministro, quien, junto con algunos de sus más fieles, ocupó un salón privado en el restaurante al que acudieron, con el fin de seguir preparando allí sus argumentos, a la vista del desarrollo del debate. A los postres, sonó el móvil del Director del Gabinete del Primer Ministro.
Llamaba un significado alto cargo del partido de cuyos votos dependía la suerte de la Iniciativa de sustitución, quien pidió que se pasara el móvil al Primer Ministro. Así se hizo, y la conversación duró unos minutos, y a su final el Primer Ministro solicitó una hora para dar su respuesta definitiva.
Tras cortar, informó a sus acompañantes sobre lo tratado. Al parecer, el referido partido había conseguido una serie de compromisos del proponente de la Iniciativa de sustitución, algunos tan relevantes como contrarios a la política seguida por el partido en el poder.
En realidad, la llamada era una especie de ultimátum: “o nos dais esto y algo más, o votamos a favor de la Iniciativa”. El Primer Ministro y sus compañeros decidieron permanecer en el antes citado salón reservado del restaurante para debatir acerca de la propuesta recibida, si bien, desde un primer momento, la suerte parecía echada, pues el Primer Ministro había dejado clara su postura al respecto.
Aún a costa de perder el Gobierno, no estaba dispuesto a aceptar algunas de las peticiones, al considerarlas contrarias a la línea de firmeza mantenida durante su mandato respecto a la unidad del país y porque, además, resultaban lesivas para todo un respetable colectivo de ciudadanos afectados por la pérdida de más de ochocientos seres queridos.
Poco hubo, pues, que debatir, Se perdería el Gobierno, pero no el honor ni la palabra. Y así se hizo saber al partido político que, al final, iba a decidir la suerte de la Iniciativa de sustitución. Fue una decisión que trae a la memoria la famosa frase del Almirante Méndez Núñez en la desigual batalla del Callao: “Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra”, En este caso; sería “Mas vale honra sin Gobierno, que Gobierno sin honra”.
Los reunidos en aquel salón privado decidieron no asistir a la sesión de tarde del Parlamento y permanecer allí. ¿Para qué iban a ir, si la suerte ya estaba echada? De acuerdo; ya sé que todo lo anteriormente escrito se parece demasiado a lo sucedido en España hace unas semanas, aunque cambiando algunas denominaciones.
Quede, pues, la duda acerca de si aquí, en nuestra Nación, fue todo como se ha contado. Hay quien, en privado, afirma que sí. Lo cierto es que en el caso de España, el Presidente saliente, Mariano Rajoy, no dudó en felicitar públicamente a su sucesor, renunció al acta de Diputado –perdiendo así el aforamiento- y, tras cuarenta años de dedicación casi plena a la política, la dejó definitivamente para ejercer su profesión de Registrador de la Propiedad en su plaza de Santa Pola, el bonito pueblo costero de la provincia de Alicante. Esa ha sido la ejemplar conducta de alguien a quien, en el curso del debate de la Moción de Censura, llegaron a tachar poco menos que de ser la cabeza y el responsable de una organización criminal. Rajoy ha abandonado la política dando toda una ejemplar lección de ética
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