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Lavado de cerebro

Habría que declarar el estado de alerta, pues una gran mayoría de los electores ceutíes corre peligro de ser manipulada, ya que cierta opción política localista se ha propuesto el objetivo de “cambiar la mentalidad” de los que no los votamos. Se trata, por lo visto, de convencernos a quienes preferimos al PP, o también al  PSOE, de que estos partidos son gravemente perniciosos para nuestra ciudad. Sobre todo el primero, al cual -según dicen-  solamente votan los de derechas, los que se nutren de su clientelismo político y los nostálgicos de una Ceuta  –la de los años 60- que ya nunca volverá. Vamos, las dos terceras partes de los electores.
Con la finalidad de llegar al poder local en el año 2019, piensan montar tan complicada operación. De momento, ya han celebrado lo que califican pomposamente como una Conferencia Política, buscado de manera especial el apoyo de la juventud. Miran el desenvolvimiento demográfico y comprueban cómo va variando paulatinamente la composición étnica  de la población. Ahí, sobre todo, basan sus pretensiones, pero a ello añaden eso de “cambiar la mentalidad” de la gran mayoría. Parece que se han dado cuenta de que lo de los grupos de raza o religión no funciona ante las urnas como un bloque compacto, ni mucho menos, y la prueba está en los resultados de las últimas elecciones, en las cuales cada elector hizo de su capa un sayo, votando a quienes consideró que eran lo mejor para España y para Ceuta, y no a  quienes pertenecían a determinada colectividad, simplemente por eso.
En consecuencia, se van a dedicar de ahora en adelante a tratar de hacernos “cambiar la mentalidad”, algo que me trae a la memoria aquella especie de tortura mental que infligían los norcoreanos –y los chinos- a los prisioneros de guerra americanos, conocida como “lavado de cerebro”, algo que según los psiquiatras consiste en “técnicas para conseguir la reforma o el cambio de los procesos de pensamiento de una persona, logrando que rompa la confianza en sus convicciones”. Una manipulación en toda regla, consistente en machacar una y otra vez, hasta llegar a convencer a la víctima de que estaba equivocada y de que lo bueno es lo que le dice el manipulador.
Detrás de toda esta maquinación no está más que un intento de subvertir el sistema establecido, con dudoso respeto a la ley, mediante lo que denominan textualmente “una apuesta revolucionaria”,  y ello si logran colocar en la presidencia de la ciudad a un lider, al cual acompañaría, sin lugar a dudas, el consiguiente Rasputín, del que algo me dice que se pirraría por ser, a la vez, el niño en el bautizo y en la Comunión, la novia en la boda, el Obispo en la Catedral y hasta el muerto en el entierro.
Pues por lo que a mí respecta lo tienen bastante crudo, pues soy, entre otras muchas cosas, un nostálgico de lo que fue nuestra ciudad en los años 60, y estoy seguro de que en esa convicción me acompaña una aplastante mayoría de quienes los vivieron. Me viene a la memoria aquella buena mujer musulmana que fue compañera de mi esposa en una habitación del entonces recién inaugurado Hospital Universitario y que comparaba cómo se convivía en la barriada del Príncipe cuando en ella habitaban cristianos –entre ellos una curiosa amalgama de Guardias Civiles y gitanos- y también musulmanes,  con lo que ahora existe, destacando que donde antes había fraternidad, amistad y apoyo mutuo sin distinción alguna, en la actualidad  –afirmaba-  solo hay malos modos y hasta odio.
Se muy bien que aquella Ceuta, por desgracia, ya no volverá, pero nadie me podrá modificar la convicción de que era mucho mejor que la actual, más homogénea, más amistosa, más grata de vivir. Quizás porque muchos pensamos así, los que nos quieren lavar el cerebro nos tachan de “decrépitos”, es decir, de personas que tienen disminuidas sus facultades físicas y mentales a causa de la edad. Hombre, para mis 78 años, físicamente –aunque tenga algún achaque- no estoy mal, y creo que mentalmente me encuentro todavía en plena forma. Por lo que  a mi se refiere, y espero que a muchísimos más, no lograrán que piense lo contrario de aquello en lo que creo con plena firmeza. En tal sentido dejo claro que prefiero, para España en general y para Ceuta en particular, la democrática alternancia de poder entre los dos grandes partidos nacionales, alejada de localismos o nacionalismos excluyentes, aunque, como es lógico y humano, mis convicciones me inclinen hacia uno de aquellos.
Por mi edad estoy más expuesto que la mayoría, pero lo cierto es que no sé –ni nadie lo sabe de sí mismo- si llegaré a ver el año 2019. En ese caso, me mantendré terco en mi voto. Más que ahora.

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