Categorías: Opinión

Las piedras

Estamos dando por habitual los apedreamientos y emboscadas protagonizadas por un sector de jóvenes. Lo estamos dando como normal cuando se trata de una problemática demasiado extendida, muy repetida y que está terminando por convertirse en foco de pensamientos extremistas.  Me explico. A tenor de los últimos incidentes ocurridos en el Príncipe se ha generado una corriente de opinión que no me gusta. Y no me gusta porque se está haciendo calar un mensaje de sentimientos encontrados que está calando, y mucho, en algunos sectores. Aquí todos somos iguales o deberíamos serlo, pero se busca introducir un mensaje en el que los protagonistas son los sometidos y los poderosos. Este mensaje termina calando porque nos topamos con un barrio en el que las elevadas tasas de paro, el fracaso escolar y el abandono se reparten el pastel y buscar personas que lo crean resulta lo más sencillo del mundo. Si a esto sumamos la existencia de varios mete patas a los que se les permite hacer de todo y la ausencia de una guía de comportamientos y de actuación clara terminamos topándonos con una situación cada vez más decadente que nos lleva a un callejón sin salida.
¿Cuánto tiempo llevamos hablando del problema del Príncipe, de los apedreamientos, de las denuncias de unos y otros, de los guetos, de los compromisos?, ¿cuántas notas de prensa firmadas por la Delegación o la Ciudad se han publicado ya, en las que se prometía una especie de hoja de ruta para solucionar lo que pasa en el barrio?, ¿cuántos años llevamos hablando de lo mismo? Sinceramente me canso de poner encima de la mesa los mismos asuntos, de leer los comentarios de personas que se mueven con unos reduccionismos mentales que asustan, de esperar a que lleguen las soluciones, de tener que presenciar la falta de cojones que existe desde todos los frentes para realmente poner un punto y final a esto.
Y que no digan que no se puede, que no nos salgan con tonterías que nadie cree... estamos ante un problema que requiere soluciones políticas, pero los políticos se están dedicando a lanzarse la pelota de uno a otro tejado y de atender sus propios intereses. ¿Interesa lo que está pasando?, ¿queremos ponerle remedio?, ¿tenemos que claudicar a que día sí, día también, año sí, año también, escribamos de lo mismo?, ¿no le da vergüenza a la clase política verse incapaz de resolver unos episodios delincuenciales que llevan produciéndose años? Quizá no les de vergüenza porque no quiera ponerse la clave del asunto encima de la mesa. ¿A quién está interesando esta inestabilidad?, ¿quién quiere generar ese miedo, esa crispación ciudadana, ese alarmismo? Si creemos que todo esto surge porque sí, por purita casualidad, entonces somos más tontos de lo que pensaba. Andamos dando vueltas como peonzas a las que todavía no se ha tumbado por completo.

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