Las mujeres romanas conocen a Jesús

Tuve la suerte de recibir una fotocopia con la letra de villancicos tradicionales, y con ella se me ocurrió la idea de darle a Myriam una grata sorpresa. La llamé, y con mis canciones navideñas en mano, le dije que íbamos a cantar villancicos. Ella pensó que sería yo sola la que lo hiciera, pero no, íbamos a cantar juntas a través del teléfono, ella en Israel y yo en Ceuta,  como hacía tantos años los cantamos por estas fechas. Resultó que se acordaba de todas las letras, y la  verdad, fue bastante divertido.

Me contó que su nieta Adasi solía escribirle a su madre cartas muy tiernas y se las metía debajo de la almohada, para cuando despertase encontrar “el tesoro infantil ”. En ella le decía la pequeña, cosas como: “Eres una madre ejemplar”, “procura pasar un buen rato con tus amigas, que te lo mereces”, o simplemente, “te quiero mucho, mamá”. No cuesta ningún trabajo ser amable con las madres, pero a veces se olvidan los detalles más bonitos y tiernos.

En estas pasadas fiestas de Janucá, se habían comprado los críos unos trompos con cuerdas, y sin perder la tradición, todos practicaron allí un juego que aquí ya no se usa, y que nos lleva a la sencillez y a la inocencia de antaño. . Me dijo que el pequeño de la familia, cuando pasaban por la carretera del aeropuerto David Ben Gurión, sabía que iban a visitar a la abuela y se ponía a gritar loco de contento. “Están haciendo urbanizaciones nuevas por los alrededores de Jerusalem, pues continúan llegando judíos de todo el mundo para quedarse a vivir”.

Me habló Myriam de su amiga Clara, que la llamó por la mañana. “Yo había tenido que ir de nuevo a hacerme las radiografías del ojo que no termina de sanar, así que no pude reunirme con ellos en la tertulia del café. Ellos no quieren que yo falte ningún día, pues dicen que me echan de menos, y el caso es que nuestros temas suelen ser acerca de asuntos religiosos. Admiro a Clara. Cuando llegaron después de salir vivos de la Choá, llegaron al puerto de Haifa y de allí mandaron a toda su familia de vuelta a Chipre, sin dejarlos bajar del barco. La familia del que fue su marido tuvo más suerte, a ellos sí los dejaron entrar en la Palestina de entonces. Él fue a por ella, se casaron y entonces pudo entrar con él. Vivieron en un Kibbutz y hoy tiene, ya viuda, una hermosa casa y un buen retiro. Es una mujer muy buena, que tiene un fardo de recuerdos tristes sobre sus hombros”…

Decidimos comenzar la historia de José, como habíamos acordado la semana anterior. Hemos leído Génesis 36 hasta 50. Sólo hablamos de una parte, pues la historia es larga y nos daba pena resumirla demasiado. En otra ocasión continuaremos con ella. Como sabemos, su padre era Jacob y su madre, Raquel. Su hermano pequeño, Benjamín, (hijo de mi derecha). Jacob lo quería mucho, pues era viejo cuando el niño nació, y le regaló una túnica de varios colores, por lo que en estas circunstancias, sus hermanos mayores le cogieron mucho odio. Enseguida tuvo José unos sueños que contó a su padre, y que presagiaban su grandeza futura. “Atábamos gavillas en el campo, y la mía estaba erguida, mientras las vuestras se inclinaban para adorarla”. Y otro sueño, que decía:”El sol, la luna y once estrellas me  adoraban”. Los hermanos se encolerizaron mucho. Un día en que los mayores apacentaban el ganado lejos de casa, Jacob mandó a José que trajese noticias de ellos. Cuando vieron a José de lejos, dijeron: “Ya viene el soñador. Matémosle”. Pero Rubén, el hermano mayor, determinó que lo echaran en una cisterna seca en medio del desierto, pues pensaba sacarlo más tarde. Le quitaron la túnica y lo metieron en la cisterna. Pasaron unos mercaderes ismaelitas camino a Egipto y se lo vendieron por veinte monedas de plata, (de ahí que sea figura de Jesús, que fue vendido por  Judas a razón de treinta monedas de plata). Mancharon la túnica con sangre de cabrito y se la enviaron a su padre, el cual exclamó:” ¡Ay de mí! Alguna fiera devoró a mi hijo”. Y no cesaba de llorar por la pérdida. Los mercaderes vendieron a José a un alto funcionario del Faraón, que enseguida hizo al joven superintendente, por sus cualidades extraordinarias.

La mujer de Putifar se enamoró de José y quiso engañar con él a su esposo, pero él se resistió. Ella lo calumnió ante el marido, para que apresaran al joven… De momento, hemos dejado aquí la preciosa historia, pensamos ir por partes para no cansarnos. Dije a Myriam que le había mandado un libro muy interesante, con aguinaldo incluido, pero habrá que tener paciencia, pues allí las entregas se eterniza...  (Quien habla en aquel monte ante los Apóstoles es Esteban, discípulo de Gamaliel, y uno de los primeros mártires cristianos, acusado de blasfemia y  apedreado. Iba acompañado del fariseo Ermas. Les ha avisado Judas, que los conoce del Templo). Zelote explica que en la antigüedad bajó del Cielo la promesa de la Venida del Mesías ; Esteban objeta en silencio el sentido de la Nueva Doctrina, apoyada en el saber antiguo, pues encuentra un muro oscuro y no le llega la comprensión de la Sabiduría, ya que es un conocimiento más profundo, por tanto, no comprenden  el susurro amoroso de la Palabra de Dios. “Debéis destruir cualquier cosa que en vuestras acciones, escritos o enseñanzas, no es buena. Es preferible elevarse a Dios un poco, pero no subáis asidos con todo lo malo del mundo. Por ello, eliminad lo malo que os rodee, para conseguir a Dios, que es la Bondad infinita”. Esteban argumenta que ellos son como niños, que no saben cómo alzarse, ni quién les va a ayudar, y sólo pensar en la subida les da vértigo. Entones Juan, que ha estado escuchando el discurso atentamente, toma la palabra con una sabiduría sorprendente. “Hermanos, tan sólo los ángeles pueden elevarse a las alturas, pues están libres del peso que nosotros tenemos. Ellos son sólo espíritus. Nosotros debemos subir a la cima poco a poco. Sólo los grandes santos pueden subir rápido. De hecho, aún tenemos en Israel un hombre que como los Patriarcas antiguos amigos de Dios y obedientes de la Ley, es precursor del Mesías. Este hombre es Juan, que bautiza y hace penitencia, que puede elevar su espíritu hasta Dios, y anunciar con voz de Profeta al que reconoce:”He aquí al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”, aclamando así a la Segunda Persona y la invoca cantándole himnos de alabanza en medio de un mundo lleno de miserias.

El Cordero de Dios ha dejado Su forma incorpórea, donde encierra Su infinita pureza y divinidad, y viene en carne mortal a nosotros, que no tenemos fuerzas para subir como el águila hasta donde está Dios, Uno y Trino. Nosotros somos tiernos pajarillos, que aún desafinamos.  Él viene a quitar los pecados del mundo, y lo sabe todo, porque Su Sabiduría es infinita. Él es Amor Misericordioso, nos enseña Su camino de Amor, siendo Él el primero en recorrerlo. Aunque ahora está con nosotros en la Tierra, siempre está en el Padre, porque Dios lo puede todo y Él es Dios. Camina delante del hombre dejándole Su fuego de Amor. Se adapta a nuestras miserias, porque es sencillo, como el Amor, pero Su vuelo es inalcanzable. Quiere tanto a Sus  creaturas que se rebaja a cada alma para enseñarla a subir. “Venid a Mí”, dice a las almas. Escuchad atentos Sus dulces palabras, pues desea seducir a los corazones de forma santa. Quiere que nos hagamos pequeños como niños, humildes, sinceros y confiados. Dios quiere que deis la mano a Su Hijo, para subir con Él al Eterno Amor. Y el mismo pecado se diluye y anula en el Fuego de Dios…” Juan está emocionado, pues sus palabras son inspiradas por el Espíritu Divino. Se dirige entonces a Esteban: “Yo no sé quién eres, pero sí sé que quieres conocer el Bien para distinguirlo del mal, y conseguir la alegría que viene de Dios. ¡Ama y tendrás el Bien! Amando a Cristo morirás a la vida, pero resucitarás con espíritu nuevo. Dale alas a tu alma quitándote las ataduras antiguas, los pecados que te quitan la libertad. Ve hacia Dios ligero de equipaje. Entrégate sin medida a Su fuego vivificador“ …

Esteban está atónito. Los demás se encuentran medio en éxtasis. De pronto, Esteban grita con gozo bendiciendo al Señor. Juan es ahora una figura mística, evadida del mundo. “Soy un pequeño siervo de Dios que antes seguía al Bautista, pero ya “bebe del fuego divino venido del Cielo”. Le dice que Pedro es el primero de entre ellos, y Pedro comienza: “Jesús nos llama a una Gran Misión. Si quieres seguir al Maestro te abriremos las puertas del corazón como a un hermano que amamos mucho”. A continuación, la muchedumbre se marcha sin prisas, sin hablar, mientras Esteban llora en silencio, con un brillo que antes no tenía…

Jesús ha llegado con ayuda de un barquero a Tiberíades. Está entrando en casa de los Cusa, por un jardín a orillas del Lago y del que quedan vestigios dando constancia de lo que hubo.

Juana espera Su llegada junto a sus amigas romanas, que llevaban en la casa varios días, para conocer a Jesús. La anfitriona echa a correr con los brazos extendidos. Ante Él se arrodilla y besa Sus vestidos. “La paz sea contigo, Juana. Ya estoy aquí”. Ella dice a Jesús que sus amigas son paganas y tal vez no entiendan Su Mensaje. “No tengáis miedo. Este encuentro dará frutos abundantes, como las rosas de tu jardín”. En la puerta de la casa están esperando Plautina, Valeria y Lidia. Valeria se emociona al verlo, pues Él había salvado a su hijita en Cesárea. Las tres se arrodillan. Van muy bien vestidas, pues pertenecen a la realeza romana. Jesús aprovecha el momento en el ellas cuidaban las flores del jardín para comenzar Su lección. Les dice que por cada herida del tallo cortado nace un retoño, una rosa. “Esto nos lleva un a pensamiento más elevado”.

Plautina se atreve a pedirle que les dé una explicación mayor. “La planta no muere mientras sus raíces se nutren del suelo. Aunque la flor que se marchita no vuelve a vivir. Pero el hombre que experimenta su último sueño no está muerto, sino que llega a la vida eterna con Su Creador. Jesús dice a Valeria que si su niña hubiese cerrado sus ojitos para siempre, su alma habría estado junto a ella, pues no habría olvidado el amor de su mamá. El Maestro ve que la niña está dormida en una sombra del jardín, en un capacho, va hacia ella, que se despierta al oír Sus pasos. Él la coge y ella ríe y agarra el pelo rubio del Señor.

Plautina Le pregunta si tiene hijos. Él dice que no, pero que ama a los pequeños, porque son ángeles puros. La mujer alaba a Juana, que las acoge aunque ellas no son judías. “Pero Tu Pueblo Te calumnia como si Tú fueses un delincuente. No obstante, Tus palabras son de un gran filósofo”.  Jesús le responde: “Ellos son ateos, no creen en Dios. Aunque los filósofos antiguos buscaban el Bien y amaban poder encontrarlo. El Bien es Dios”. “Pero Tú eres Dios”, dice Plautina. “Soy el Hijo del Dios Verdadero hecho carne. Y Dios es más que un filósofo. No podéis comparar a Dios con los dioses del Olimpo. A su alrededor merodean la lujuria, los odios, las guerras, venganzas… Cuando alguien da culto a Dios se recoge en oración. Las fiestas de los dioses se hacen con borracheras y orgías. Se dan supersticiones e invocación de oráculos. El amor a Dios es otra cosa, Él es Único, Eterno y Espiritual”.

Ella no comprende que Jesús sea Dios único siendo hombre. El Rabbí le dice que en el altar de los dioses hay un hueco vacío dedicado al Dios desconocido, (como vemos en Hechos 17, 16-34). “Los verdaderos filósofos se dieron cuenta de que hay algo supremo más allá, que ha hecho cuanto existe, de quien procede todo lo bueno del mundo. Debéis conocer quién es Dios para honrarlo y bendecirlo, pues Él creó todo de la nada, sólo con Su Pensamiento. Cuando veas a tu pequeña, piensa que está viva por voluntad de Dios. Tu niñita tiene un alma que no muere y que es parte del Dios verdadero. Mirad esta rosa. Su color es espléndido, su tacto es suave y de olor incomparable. Cada rosa es distinta, preciosa y diversa. ¿Quién ha podido hacer tanta hermosura? Cuando no había nada, Dios lo fue ordenando todo: el agua, la tierra, el aire, la luz que ilumina que ilumina en medio de la oscuridad, las plantas, los animales, las estrellas… Y el hombre, Su predilecto. Y su alma. Pensad que estas rosas son una manifestación de la voluntad del Padre. No puedo explicar más, porque vuestra inteligencia no está preparada. Trabajad vuestra alma y meditad lo que os digo. Si queréis aclarar algo, preguntadme, pues la ignorancia no es vergüenza”.

Ellas se callan, ya que de momento han recibido mucho. ¡Ya saben que tienen alma! Pero Lidia interviene: “Nuestros maestros creen en el Olimpo, ¿por qué su forma de vida no es buena?” . Jesús le responde que no lo conseguirán hasta que crean en ese Dios desconocido, como creyeron los antiguos y verdaderos sabios de Roma. “Vuestros maestros están contaminados por el pecado. El alma es un espejo que refleja al verdadero Dios”. Valeria quiere saber dónde está el alma de su pequeña. “Cuando lo sepa besaré ese lugar y lo adoraré, porque viene de Dios y es parte de Él”. La niñita quería coger un rayo de sol que le llegaba a sus manos. “Ves que no puede cogerlo”, dice Jesús. No tiene cuerpo. Así es el alma, invisible. La pequeña Faustina desarrollará su inteligencia y te contará lo que piensa; entonces comprenderás a su alma. Y el amor que te profese viene de su alma. Crecerá con virtudes que vienen del alma. Tienes que adorar al Creador del alma, a Dios…”   Valeria insiste si es que se encuentra en el corazón o en el cerebro. “Está en todo el cuerpo. Cuando el alma se separa del cuerpo, os convertís en cadáveres. Si cometéis delitos, el alma se separa de Dios. Es un gran misterio, pero el alma es inmortal, que nos asegura de dónde venimos y a dónde vamos, Cuando el alma se separa del cuerpo, no podemos estar tristes, porque un día nos veremos en el Cielo”. Se establece un silencio que Jesús no interrumpe. Ellas se quedan pensando en las explicaciones del Maestro…

BIBLIOGRAFÍA: Poema del Hombre Dios, María Valtorta; Sab. 9; Lc.1,5-17; 39-45; Is. 6; Ju. 1, “9-34;Hech.17,16-34.