Categorías: Carta al director

Las Milicias Voluntarias de Ceuta

En 1886 la guarnición de Ceuta contaba con tres Compañías Sueltas: El Escuadrón de Cazadores de África, la Compañía de Mar y la Sección de Moros del Riff. Como quiera que la gestión individual de las citadas suscitaban ciertas disonancias, el Comandante General de la Plaza: Mariscal de Campo D. José López Pinto y Marín Reina, estimó conveniente proponer a la Superioridad organizar las tres unidades en una exclusiva Agrupación de tropas, dependientes del Arma de Infantería. En anuencia con el proyecto orgánico, por real orden de 16 de febrero del año 1886 se reorganizaron las tres fracciones en una sola con entidad de batallón, bajo la denominación de Milicias Voluntarias de Ceuta, siendo Inspector nato de ella el Comandante General. Aunque por la naturaleza de sus institutos eran  evidentemente diferenciadas, tenían en común el desempeño que el servicio les asignaba en  Ceuta, sus mares y territorios: El Escuadrón de Cazadores de África procedía de los caballeros que vinieron a la reconquista el año 1415, su primer reglamento databa de 1584, y el que regía en 1886 fue aprobado en 1862, más adelante quedó organizada con el nombre de Compañía de Lanzas, que conservó hasta que en 1879 tomó el Cazadores de África. Por otra parte, la Compañía de Mar creada con “hombres de Ceuta” en 1715, dependió ya del Ministerio de Guerra o Marina, llegó a sustituir a la declarada a extinguir en 1883; dos años más tarde se declaró subsistente y su mando recayó en un capitán de infantería. Y, por lo que le afecta, la Sección de Moros Tiradores del Riff, mandada por un capitán de infantería estaba formada una compañía montada que alternaba con la de Lanzas en la vigilancia y defensa del campo; poco a poco se fue extinguiendo, y el servicio de los restantes quedó reducido al de intérpretes.
Consignadas en el presupuesto de Guerra para 1895-1896 las plantillas de la Milicia voluntaria de Ceuta, la Reina Regente decidió aprobar el reglamento por el cual habrían de regirse las fuerzas de dicha Milicia. La regia disposición de julio de 1895 ordenaba al Comandante General de Ceuta D. Miguel Correa García, proponer al Ministerio el teniente coronel que hubiera de desempeñar el mando como jefe principal del cuerpo. Como segundo jefe figuraba un comandante y otro encargado de Mayoría, ambos podían ser designados entre los de Infantería y Caballería; el criterio para la uniformidad era que los jefes usaran el uniforme del último cuerpo en que hubieran servido; el resto de personal, vestiría conforme a la cartilla aprobada por estas fuerzas en 1892. Las vacantes que ocurrían de capitanes, primeros y segundos tenientes eran cubiertas, tanto en el escuadrón como en la compañía de Moros, por oficiales de Caballería e Infantería respectivamente; la de capitán de la Compañía de mar, se proveía con uno de infantería y la del ayudante con un primer teniente de Caballería. La de segundo patrón de esta compañía se cubría por oposición entre los pilotos mercantes de la clase de segundos que la solicitaran y contando con más de 20 años de edad y menos de 40, para lo cual se hacía la correspondiente convocatoria en los periódicos oficiales. El tribunal examinador, lo componía los dos comandantes de la Milicia, otro designado entre los demás de la guarnición y el ayudante de Marina de la plaza. Conocida la aptitud de los aspirantes, el Inspector cursaba la propuesta al Ministerio para su admisión y expedición del real despacho. Los sargentos de mar, después de llevar tres años de ejercicio en este empleo, podían optar por opositar a las vacantes de segundo patrón, en concurrencia con los pilotos mercantes.  El calafate tenía categoría de sargento, y la obligación de construir, reparar y conservar las embarcaciones de la compañía y auxiliar estos mismos trabajos en las de la plaza cuando se le ordenaba; no alternaba con los sargentos en los servicios de armas ni marinero, por no ser esta su misión ni ser hombre de mar. Esta plaza se cubría mediante examen que acreditara su aptitud, publicándose las vacantes y siendo elegido en Junta del Cuerpo, el que reuniera mejores condiciones para proponer su admisión al Inspector. Los ascensos de cabos aspirantes a este empleo y nombramientos de soldados de primera en estas fuerzas, se efectuaban con arreglo a lo establecido para el Ejército, siendo circunstancia precisa en la compañía de Moros, que para ascender a cabos supieran los aspirantes leer y escribir correctamente el español; para tal fin contaban con academias en la unidad. Las vacantes de tropa se cubrían con voluntarios reenganchados por cuatro años y las de herrador, forjador y desbravador del escuadrón, se proveían en la misma forma que lo efectuaba el arma de Caballería. Los aspirantes a la compañía de Moros deberían ser naturales del Riff o de las kabilas fronterizas a Ceuta. Cada una de las tres fracciones de la Milicia contaba con una plantilla de 59 hombres, tanto en paz como en guerra.
El teniente coronel tenía los mismos deberes y atribuciones en general que los señalados a los primeros jefes de cuerpo; presidía las juntas económicas, los exámenes de la clase de tropa y las conferencias de los capitanes; las de oficiales estaban a cargo del comandante, y las academias de tropa lo estaban al del oficial que designara el primer jefe. El comandante mayor era el primer clavero de la caja (la caja de caudales tenía tres llaves y cada una en poder de distintos oficiales), observando para sus funciones cuanto estaba prevenido en el reglamento de contabilidad. Era depositario de la gratificación en metálico para la gastos de escritorio, adquisición de libros, impresos, registros, precisando para ello autorización del Inspector. Las obligaciones de los capitanes eran las detalladas en las ordenanzas generales del Ejército para los de este empleo que mandan compañía o escuadrón. Los primeros y segundos tenientes ejercían las funciones marcadas en la ordenanza y reglamentos vigentes, y apropiadas a la distinta índole de cada una de las tres fracciones donde ocupaban destino en el seno de la Milicia Voluntaria. Los patrones de la compañía de mar, disfrutaban los sueldos de primero y segundo teniente de infantería del Ejército, respectivamente, a cuyas categorías se consideraron asimilados para los efectos de mando de su fuerza, alternando en el servicio con los restantes oficiales de la Milicia Voluntaria. El profesor Veterinario asistía al ganado de los establecimientos militares de la plaza y caballos de los generales, jefes y oficiales que fueran plazas montadas; debía atenderse por el escuadrón, al herrado de los caballos y ganado expresado anteriormente, mediante el abono al mismo de la cantidad que se asignaba en él por este concepto. En resumen, la Compañía de Mar, se hallaba impuesta en cuantas faenas exigía el servicio a bordo de las embarcaciones, que era su misión principal; estaba instruida en táctica de infantería, comprendiendo la del recluta y sección, tiro al blanco, servicio de guarnición y de campaña; verificaban la carga y descarga de material y personal de guerra, así como las rondas marítimas; y a excepción de las guardias del muelle, solo prestaba servicio en tierra, cuando en casos extraordinarios lo ordenaba el Inspector. La Compañía de Moros, prestaba servicio de intérpretes, el de guías y confidentes cuando la necesidad lo requería, y el de armas que se le ordenara. Sus individuos formaban parte de las comisiones o expediciones que enviaban a Marruecos con cualquier fin militar o político, y servían de peatones en la conducción de los pliegos que el Comandante General de la plaza tuviera a  bien ordenar conducir desde Ceuta las poblaciones Marroquíes. El Escuadrón, instruido en la táctica de la Caballería y conocedores de la topografía del campo exterior de Ceuta, prestaba el servicio propio tanto en la plaza como fuera de ella. La plana mayor de la Milicia Voluntaria se vio ubicada en varios acuartelamientos de la ciudad, entre ellos, el cuartel de la Reina.

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