Categorías: Opinión

Las mentiras del independentismo radical (I)

La fiebre de independentismo soberanista avanza a pasos agigantados en Cataluña, promovido y fomentado por el propio Gobierno de la Generalidad, cuyos componentes en su toma de posesión juraron o prometieron no sólo guardar y cumplir con lealtad la Constitución Española (CE), sino también hacerla guardar y cumplir. Yen sus artículos 1º y 2º, dispone que la soberanía nacional reside en el pueblo español y que la nación española es “indisoluble” e “indivisible”. Y es que, se nota que España está ahora empobrecida, y algunos de forma egoísta, insolidaria y con peligrosísima irresponsabilidad, parecen haber encontrado el terreno abonado para atacar su unidad, independencia y soberanía nacional, en un afán desmedido de irrumpir ellos con su propia independencia, empujando así al que hasta ahora parecía correr delante, el País Vasco. Y nada habría que objetar sobre ello, si se hiciera democráticamente dentro de un referéndum nacional de todos los españoles, conforme a lo dispuesto en el artículo 92.2 de la CE, y hasta a lo mejor salíamos ganando los demás. Pero lo malo es que se hace intentando engañar a toda España y a toda Cataluña, con mentiras,  falsedades, retorciendo las palabras y tergiversando la totalmente la verdadera de  Historia de España para suplantarla por otra inventada, sin ninguna base ni fundamento científicos. Y es lo que hay que desenmascarar.
Y para quienes puedan pensar que lo que digo es una mera efusión retórica mía, pueden leerse, entre otros muchos libros, el del historiador Javier Barraycoa, titulado “Historias ocultas del nacionalismo catalán”, que, entre otras muchas cosas, dice: “Hoy, en Cataluña, se toman como realidades multiseculares toda una serie de hechos que en realidad se han incorporado al imaginario catalanista sólo muy recientemente (…) El propio catalanismo, con apenas un siglo de historia, pretende encarnar el alma de una Cataluña casi milenaria, reconfigurando no sólo la historia de Cataluña, sino la del propio catalanismo (…) El catalanismo inventa Cataluña y cree sus mentiras a pies juntillas. Todo lo que se oponga al envoltorio virtual, fantasmagórico, que absorbe las almas, las historias y los entornos del catalán concreto debe desaparecer”. Y, sobre el País Vasco, el historiador José Antonio Maravall, en el que, entre otras muchas cosas, dice: “El concepto de España en la Edad Media”, prueba hasta la saciedad que, a pesar de la multiplicidad de sus reyes, España es una, vivida y sentida como una por todos los españoles, desde Barcelona hasta Lisboa; descrita como una por sus historiadores, desde el Gerundense hasta el Tudense, pasando por Toledano (que era navarro) e invocando la costumbre de España desde Navarra hasta Cataluña y desde Galicia hasta Andalucía. Toda esta faramalla de distinciones étnicas y de naciones distintas no es más que separatismo retrospectivo y retropolado que no reconoció ningún Pedro, Jaime, Sancho ni Alfonso (reyes) ni los pueblos españoles; mucho antes de que los unieran Isabel y Fernando se sabían y se sentían una sola familia. Además de todos estos reyes – cinco o seis, tres o cuatro, según los tiempos – se llamaban todos a la vez “reyes de España”. Pero analicemos en adelante algunas de las numerosas mentiras que se presentan como realidades absolutas.
“Nacionalismo catalán”.- Es falso lo que dicen de que es la fuerza que mueve a toda Cataluña desde tiempos históricos. Simplemente, se trata de una corriente de pensamiento político articulado sobre la creencia de unos pocos radicales que en las últimas décadas del siglo XX mantienen que Cataluña es una nación, en base a supuestos derechos históricos y a su lengua, como variación del anterior catalanismo del siglo XIX anterior, que no era independentista sino que únicamente reivindicaba la “Renaixença”, o corriente catalana que reclamaba la recuperación de la lengua catalana. Ese llamado nacionalismo tan bisoño de menos de un siglo, no puede suplantar ahora unos 1500 años de una Cataluña española y de una España con Cataluña, ni a una Constitución que fue aprobada por más del 90 % de los catalanes y, menos, a espalda del resto de los españoles. No es cierto que ese sea el sentir casi la unánime de los catalanes, como quieren hacernos ver; ahí está la gran manifestación del pasado 12 de octubre, que prueba que hay muchos catalanes que piensan lo contrario. La única Nación que jurídicamente existe en nuestro territorio es la de España. Y no lo digo yo, sino la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña. Lo demás, es vender humo de España.
“Cataluña Estado”.- Jamás lo fue. Por el contrario, pese a haber habido en España muchos reinos constituidos en Estado, esos antiguos reinos nunca dieron luego problema alguno secesionista a España. En cambio, algunos territorios que jamás pasaron de ser un Condado, como Cataluña, y, otros, meros Señoríos, como el País Vasco, son los que plantean el independentismo radical. Y eso suele suceder, lo mismo a nivel de territorios que de las personas,  cuando se tiene cierto complejo de inferioridad, porque quien ha sido o es menos, todo su afán ser más. Se invocan derechos históricos, que en realidad los han tenido todas las regiones o territorios españoles. Pero es que, además, eso se trata de conseguir en perjuicio de aquellos otros territorios que sí fueron los verdaderos protagonistas como reinos; por ejemplo, a veces se ha llegado a decir que en un futuro Estado catalán cabrían también los territorios del antiguo reino de Aragón, como Valencia, Islas Baleares, etc; de hecho se les ha intentado imponer también el idioma catalán. Y lo mismo sucede en el País Vasco con Navarra, que también en su día fue el verdadero reino. A tal efecto, se han querido inventar como reyes propios los que nunca fueron suyos, sino de otros territorios, como el ceremonial mediático de la confusión montado en torno al que llaman su “rey Pere II el Gran”, al que mediante un análisis por endoscopia a un sarcófago y los restos que contiene una tumba del Monasterio de la Orden Cirtenciense en Santes Creus (Tarragona), llegaron años atrás a presentar, con gran ostentación propagandística con referencia a los “reyes catalano-aragoneses”, a la “Corona catalana-aragonesa”, a “Pere II el gran rey de Cataluña”, etc.; emitiéndose en un documental en la TV 3, titulado “Anatomía de un rey”.
Y lo cierto es que, pese a que Cataluña y los catalanes, al igual que el País vasco y los vascos constituyan dos Comunidades muy respetables y respetadas, como todas las demás, el título que tuvo y usó, en el caso de la primera, Pedro III el Grande de Aragón (o Pere II, Conde de Barcelona), como no podía ser de otra forma, ya que Cataluña nunca fue una monarquía ni llegó a tener un rey propio, sino un Condado, que es algo diferente.  Por eso, se hace necesario recordar a esta gente tan ayuna en la verdadera Historia, pero tan hábil para manipularla y presentar otra distinta con falsos hechos inventados, que la denominación correcta del que ellos denominan “Pere II el Gran”, no es otra que la de Pedro III, rey de Aragón; que también se llamó Pedro I, rey de Valencia; rey de Cerdeña y Sicilia; y Pedro II (en catalán Pere II), pero en este último caso, no con título de rey, como se quiere hacer ver. Sus orígenes para nada fueron catalanes, porque fue hijo de Jaime I de Aragón y de Violante de Hungría. Tuvo por abuelos, por rama paterna, a Pedro II de Aragón y a María de Montpellier; y por parte materna, a Andrés II de Hungría y a Yolanda de Courtenay. Pedro III tuvo un reinado bastante breve, puesto que sólo ciñó las coronas de Aragón y Valencia desde el 27 de julio de 1276 hasta el 2 de noviembre de 1285. Y esa es la auténtica Historia.
Algo parecido sucedió en 2004 en el País Vasco, cuando los abertzales quisieron apropiarse de la figura de Sancho III el Mayor para mitificarlo como si éste hubiera sido el primer rey que hubieran tenido los vascos, cuando dicho monarca lo fue de Navarra, pero nunca de Vascongadas. Sancho III el Mayor reinó en Navarra desde el año 1004 hasta su muerte en 1035. También fue conde de Aragón desde el año 1000, y conde de Castilla desde 1029. Sus abuelos fueron Sancho II Garcés el Abarca, rey de Pamplona y conde de Aragón, y Urraca, hija de Don Rodrigo, fundador del condado de Castilla. Y sus padres fueron García III Sánchez el Temblón, rey de Navarra, y Doña Jimena, nacida en León. El mismo Sancho III se casó con Doña Munia, hija del Conde Sancho de Castilla, por cuyo matrimonio tuvo a su cargo dicho condado. Es decir, que ni Sancho III fue rey de Vascongada, ni sus raíces étnicas fueron vascas, sino que el mismo tuvo una mezcla navarro-castellano-aragonesa. Y fue un monarca que unió los distintos reinos cristianos  reconquistados, llamándose él mismo emperador de España con la inscripción en la moneda que creó de “Imperator totius hispaniae”. Hasta en los códices medievales es llamado Hispaniarum rex. No pudo, pues, haber sido un rey separatista o desintegrador, tal como en el milenario de su reinado pretendieron presentarlo.

(Continuará el próximo lunes).

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