Nosotros no buscamos medallitas ni premios, simplemente hicimos lo que hay que hacer”. Así se expresaba uno de los agentes del Cuerpo de Bomberos que intervino en una vivienda de Hadú para rescatar a una familia que permanecía en su interior tras declararse un incendio. Una frase ejemplar dicha por un agente anónimo que refleja lo que debe ser el trabajo de cualquier miembro de las fuerzas de seguridad: hay que hacer tu trabajo sin esperar medallitas. Y es que en los últimos tiempos se ha caído en el complejo esquizofrénico de la medallitas. Y no auspiciado por los propios agentes, bomberos o policías, sino por sus mandos policiales convertidos en aprendices de político con demasiadas ganas de salir en los medios. Menos mal que queda sensatez entre los curritos para poner algo de claridad en este caos. Durante mi baja maternal se produjo el acto ferial de turno cuando la Delegación del Gobierno colocó a un grupo de policías para contar a los medios sus intervenciones. Todo porque les iban a proponer para medalla. Hasta el punto llegó el ferial, que uno de los agentes contó los pormenores de un intento de suicidio... ante las loas de don José y el señor Torres que asistían complacientes a tamaño esperpento. ¿Se imaginan a los policías del norte compareciendo cada vez que intervienen en una de esas manifestaciones en las que no sabes si el vecino chungo de turno te va a lanzar desde la ventana una cacerola o un tiro? Pues no, no se lo puede imaginar porque a nadie se le ocurre organizar actos de este tipo. Los agentes, a quienes no dirijo mis críticas porque son lo único sensato que hubo, tuvieron que comparecer y hablar de su trabajo. Ironías del destino, ahora se considera extraordinario hacer lo que uno debe.