La vida, para cada persona, es un conjunto de sensaciones, más o menos profundas y de características diferentes, que se van sumando una tras otra. Algunas son de generación breve y otras se van alargando s través del tiempo llegando algunas de ellas a ser algo permanente en la existencia de la persona. La variedad de esas sensaciones es muy grande, tal vez infinita, pues el alma humana es capaz de recoger hasta las más ligeras brisas de la amistad. Mi viejo amigo, el marinero, me cuenta que cada día llega a su alma algo nuevo que le trae la mar.
Él, que ya cuenta con muchos años, procura acercarse a la mar en sus paseos diarios y yo veo en sus ojos ese saludo amistoso que ha tenido con las olas mansas que llegaban a la orilla de la playa o con los golpes violentos de la mar contra las rompientes en los días de viento más o menos duro. En éste caso cada ola se deshacía de forma distinta que, para mi amigo el marinero. querían significar algo diferente. Yo, a lo largo del tiempo, he aprendido de mi viejo amigo a distinguir las características de esa amistad; siempre fuerte y con variaciones de presentación.
De vez en cuando me ha contado por qué se encontraba con ánimo y gesto apacible en alguna que otra ocasión y cuales eran las causas de lo contrario, de estar reconcentrado y hasta algo huraño. Eran historias de su vida, de las cosas buenas y agradables y también algunas otras en las que abundaban las inquietudes. los temores y las situaciones difíciles. Todo, me decía, entra en el alma y ésta las aquieta porque sabe como tratar todas y cada una de las inquietudes del ser humano, que son muchas y muy variadas.
Mi viejo amigo, el marinero, y yo nos conocemos desde hace muchos años y no tenemos secretos uno para el otro; esa es una huella de la amistad, que no hay barreras entre una y otra persona, llegando a ser casi una misma persona. Por eso me ha preguntado por la tristeza que me llenaba el alma y que se me notaba. Yo le dije que me pasaba lo mismo que a él le pasaría si no pudiera volver a ver llegar a la orilla esa pequeña ola que llega cansada y sin fuerzas a la orilla; que desaparece para no volver jamás. Es sentir en el alma que una vida se apaga.
Ese sentimiento es una intensa y dolorosa huella de la amistad. Ha muerto, le aclaré, una amiga de mi fallecida esposa. Eran amigas desde siempre, desde que eran unas niñas muy pequeñitas y esa amistad se mantuvo siempre con fuerza y delicadeza, El Domingo 22 de Febrero se enterró Clara Jaque y con ello la huella visible de esa amistad. Es natural que se me note el pesar que tengo por esa muerte. Me duele igual que le habría dolido a mi esposa, caso de que viviera. Pienso que ahora volverán a estar juntas en el Cielo. Es mi gran consuelo.
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