Mientras llovía a cántaros esta pasada semana en Ceuta, impartía una clase a estudiantes del Grado de Administración y Dirección de Empresas. Precisamente les mostraba unas transparencias sobre los problemas de la globalización y el cambio climático, y sobre la necesidad de que las empresas lleven a cabo una gestión responsable y sostenible en su quehacer diario. Les llamaba la atención acerca de la imperiosa necesidad de que estos nuevos sistemas de gestión se implanten en las empresas y les recordaba la importancia que ellos, como futuros graduados en esta disciplina, tendrán en la configuración en esta nueva misión empresarial.
Por el contrario, al otro lado del Atlántico, cruzando el continente americano hasta llegar al Pacífico, California era asolada por terribles incendios. Todo lo que se le ha ocurrido decir al señor Trump, presidente de los Estados Unidos, que considera que el cambio climático producido por el hombre es un “cuento chino”, pese a estar avalado por la mayor red de científicos del mundo, ha sido culpar a los demócratas de ese Estado de las consecuencias del fuego, por su desastrosa política de conservación forestal. También ha enviado al ejército. No a ayudar a contener el fuego, sino a la frontera con Méjico en Tijuana, para contener la “invasión” de esos miles de ciudadanos hondureños pacíficos y hambrientos, que llevan semanas andando, para huir de tanta injusticia y violencia en su país.
Pero, a este lado del Atlántico, el agua no daba tregua. Las inundaciones han recorrido prácticamente toda la geografía española, provocando desastres y hasta muertes, sacando a la luz las deficiencias de conservación y los problemas derivados de los alegres años de construcción salvaje en lugares prohibidos. Ha sido espeluznante ver el video que la organización ecologista Greenpeace ha colgado en su página https://webmail.ugr.es/?_task=mail&_action=show&_uid=572&_mbox=INBOX&_safe=1 en el que se contempla cómo unas olas gigantes arrancaban balcones de la tercera plante de un hotel en las Islas Canarias.
Pero no hay que irse tan lejos. En nuestro Campus universitario de Ceuta, construido con un presupuesto millonario (por encima de los 30 millones de euros), hace apenas unos años, pero con vergonzosas deficiencias, que van saliendo poco a poco, me mostraban esta semana cómo el agua se filtraba por techos y paredes del llamado edificio anexo, que es justamente donde se ubica el gimnasio, el salón de actos y el de grados, los garajes y el futuro laboratorio de Hubemalab, en cuyo proyecto estamos incluidos muchos profesores del Campus. El asunto es que, justamente en la cubierta (a la que, inexplicablemente, no hay acceso de ningún tipo, salvo con escaleras portátiles), se ha acumulado una importante cantidad de agua, que no puede ser evacuada, posiblemente por algún defecto de construcción (me dicen que hay fotos en el decanato, aunque yo no las he visto, en las que se muestra que las tuberías de evacuación están por encima del nivel del suelo). Esto ha ocasionado una tremenda y peligrosa grieta en una de las paredes del gimnasio, cuya zona ha tenido que ser acordonada, y está humedeciendo las paredes contiguas.
Pero es que además el agua gotea de forma incesante, justo encima del parqué de madera del gimnasio, sigue filtrando a la siguiente planta, que es donde se está construyendo el laboratorio referido, para seguir haciéndolo a la planta baja, donde están los garajes. Lo grave es que, por un problema de coordinación y de falta de financiación, parece que no hay empresa de mantenimiento que se haga cargo de la situación, que puede llegar a ser más peligrosa, si pensamos que todo ello ocurre en un lugar lleno de cables eléctricos. Ya la pasada semana se mostraban en la prensa unas imágenes del lugar en el que están almacenados dichos aparatos, que también ha sufrido varias inundaciones anteriores por estos defectos de construcción.
En la presentación que les hacía a los estudiantes, comenzaba indicándoles que otro mundo era posible, incluso dentro de nuestro actual sistema económico depredador e injusto. Pero les advertía que ello requería que las empresas dejaran de buscar exclusivamente el beneficio económico y se centraran en el beneficio social y en la sostenibilidad. De hecho, hay estudios que demuestran que las empresas que han hecho este cambio, finalmente están obteniendo también más beneficio económico y rentabilidad. Además de ejemplos concretos, les daba una relación de acciones que, a juicio de los organismos internacionales y de las organizaciones que se dedican a estudiar la sostenibilidad y la gestión responsable de las empresas, podían contribuir a efectuar este cambio.
Así, a título de ejemplo, en el caso del trato a los empleados, simplemente se sugería respetar sus derechos, o la seguridad en el empleo y en el salario pactado, las normas de higiene y seguridad en el trabajo, o la jornada laboral establecida. Respecto a los proveedores, actuar con lealtad o no dilatar los pagos por sus servicios. En relación a los clientes, hacerlos el centro de su atención, escuchar sus problemas o responder de las deficiencias por los productos o servicios vendidos en mal estado. Y sobre el medio ambiente, asegurar que las construcciones mantienen el equilibrio ecológico y urbanístico del entorno, son seguros o utilizan tecnologías limpias. Aunque solo se trata de simples sugerencias, no están nada mal para comenzar con la enorme tarea que tenemos por delante, para intentar cambiar el mundo.
Si trasladamos todo este listado de buenas intenciones a nuestro Campus universitario, que es nuestro entorno más cercano, y queremos empezar a cambiarlo algo, podríamos comenzar de la siguiente forma. Por ejemplo, no sería mala cosa que los responsables de la gestión del Campus, es decir, Universidad de Granada y Ciudad Autónoma de Ceuta, restablecieran el salario a nuestras empleadas de la limpieza. Para ello sólo tienen que comprobar que se sigue limpiando la misma superficie que antes, por lo que no hay razón para reducir en 50 horas la jornada laboral. Tampoco estaría de más que se exigieran responsabilidades a las empresas de la UTE (Unión Temporal de Empresas) que construyeron el Campus, y al arquitecto que dirigió las obras, para que respondieran de todas sus deficiencias. Por supuesto, siempre que les hayan pagado todo lo que les debían. Aunque, quizás lo más urgente sería contratar una empresa de mantenimiento que evacuara rápidamente el agua de la especie de “piscina natural” que se ha formado en la tercera planta del edificio anexo, no vaya a ser que por efecto del cambio climático, siguiera lloviendo y tuviéramos que lamentar consecuencias más graves.
Como se puede ver, todas estas medidas están entre las que citaba a mis alumnos como sugerencias de los organismos especializados internacionales para comenzar a llevar a cabo una gestión más responsable y sostenible. No estaría nada mal que estas dos administraciones públicas las pusieran en práctica para dar ejemplo.
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