Con la inauguración de las playas comienza la temporada de cosecha electoral veraniega, que como viene siendo habitual se presenta con la participación ineludible de las señeras azules y también con la compañía inseparable de nuestras banderas negras. ¿Qué puede provocar tanta discrepancia en las ideas que llegue a exasperar a los protagonistas, de la concesión de señeras, polarizándolo en dos polos opuestos?. ¿Cuáles son las razones que nos llevan a adoptar posiciones tan contrarias?.Sobretodo, la causa principal es la ausencia de sensibilidad para atender las necesidades humanas de una forma integral. Es el pensamiento encorsetado en “tics burocráticos” de servicio público algo miope, el que no permite apreciar las enormes posibilidades que nuestro ámbito litoral ofrece a la ciudadanía en su conjunto. Difícil se nos antoja avanzar hacia el progreso mental y de las ideas en una ciudad como la nuestra, si continuamos mirando al litoral y sus playas como lugar preferente para tostarse por las dos caras y utilizarlo como comedor y bebedero.
La consejera portavoz, con la que tenemos un diálogo fluido y buen entendimiento en variados aspectos ambientales, tilda nuestras reivindicaciones de cantinela anual. Una especie de gran éxito veraniego de los ecologistas. ¡Vamos!, una matraca de temporada que hay que soportar como quién soporta un día pegajoso y sofocante de levante. Ciertamente, es una cantinela pero, como sucede en las fábulas, se trata de una cantinela con mensaje moral. En este caso, podemos recrear lo que intentamos trasmitir, posiblemente con éxito lírico moderado o acaso sin ninguna gracia, con estas zafias letras muy al gusto de la atención política que reciben nuestras playas “Chun catapún chimpún como me gusta el verano, como me refresco en la playita llena de mierdecita cuando salen las caquitas por los aliviaderos de mi Ceuta bonita y marinera”. Otra estrofa podría indicar “doile banderita azulita porque hago los análisis cuando no salen las agüitas pestositas, ahhhh que me gusta el chiringuito para tomarme los tintitos de veranito con el pescaito frito y disfrutar con los horrendas musiquitas de la playa”. En fin, podríamos continuar con la “cantinela”, pero por respeto a los lectores y a nosotros mismos la vamos a dejar. Podríamos indicar también que el endiosamiento playero con las banderas azules y demás parafernalias, forma parte de su letanía (por cambiar lo de cantinela) anual de verano. No obstante, entendemos su malestar al fastidiarle la falacia del éxito político en el litoral pero nuestra intención no es molestar estérilmente sino ayudar a cambiar la situación llamando la atención de forma legítima. El tono de la consejera portavoz fue moderado y se lo agradecemos sinceramente.
Desde nuestro punto de vista, estamos ante un problema de pensamiento, o si lo prefieren de cognición. Es decir, lo cognitivo funciona en red como nuestros circuitos de neuronas, y los diferentes centros cerebrales que pasan información de un lado para el otro hasta llegar a la construcción de pensamientos y sensaciones. El pensamiento de las instituciones políticas de nuestra ciudad en relación al litoral y sus playas es de una simpleza catatónica y por tanto exasperante. Para nosotros, observar como intentan convencer a los demás que ante sus ojos tienen la joya de la corona (Playa de la Ribera) es tan desconcertante como tuvo que ser el primer encuentro en Atapuerca entre el Homo neanderthalensis y el Homo sapiens. Es como si dos especies culturales se encontraran de repente y no se entendieran la una a la otra. Obviamente ninguna es mejor especie que la otra sino simplemente diferentes en sus gustos y en su sensibilidad (véase Antonio Rosas, 2010). Nosotros notamos la falta de integración y de capacidad para desarrollar una mirada al litoral más sensible. Progreso y disfrute veraniego a la par que también no se deja desatendida a la sensibilidad y por lo tanto al espíritu humano. Por el contrario, la actualidad de las playas solo muestran una intención de simplificar la realidad sin conseguirlo (básicamente esto es algo fuera del alcance del ser humano), pero si logran vulgarizarla y reducirla a los aspectos más triviales, básicos y menos edificantes influyendo en el corpus social que se acerca a las playas a buscar sol y chiringuito. Básicamente, su actuación en las playas lleva implícito el eslogan de “disfruta el momento y no pienses”. Para nosotros sin embargo, el litoral es un espacio para el goce pleno y ello implica obviamente pensar y emocionarse con el paisaje, las texturas y colores, la naturaleza, la historia, el arte y en definitiva con todo aquello que el ser humano llega a percibir y que podemos aceptar como cultura en una amplia acepción del término. La voluntad de servicio público que debería inspirar la gestión política (y sin duda lo hace con muchas personas implicadas en política) no está reñida con la satisfacción de las necesidades humanas en el ámbito cultural y vivencial y, por esto, debemos saltar las “escolleras del pensamiento” y trabajar junto a los responsables políticos para llegar a desarrollar una visión en red que sea capaz de aunar utilitarismo y servicios mínimos con el alimento del espíritu que se relaciona con la cultura, la historia, el arte y la naturaleza.
Por lo tanto, las dos especies culturales están condenadas a entenderse en aras del bien común. A pesar de esta polarización, creemos que es posible llegar a puntos de encuentro en estos aspectos que beneficien al patrimonio y a los ciudadanos. No hay respuestas desde los ámbitos de poder, y en este tema hemos perdido nuestra conexión con las altas esferas de decisión de la ciudad, sobre todo con la Delegación del Gobierno. Lo paradójico de todo este asunto es que en relación a los asuntos del litoral y las playas hemos llegado a puntos de encuentro dialécticos tanto con la Consejera Portavoz como con el Delegado del Gobierno. Cabe recordarle a la máxima responsable del medioambiente en nuestra ciudad que estamos muy corresponsabilizados con las mejoras de la red de saneamiento, como ella sabe y seguro que aprecia, sin que ello signifique un cheque en blanco y que no nos acordemos de las descargas fétidas cuando levantan las banderitas azules. Especialmente en una playa, como la Ribera, construida con la piel natural de un fondo marino altamente productivo, dónde han destruido el genius loci paisajístico de la Peña del Caballa, se han sepultado arrecifes rocosos ecológicamente relevantes y masacrado especies en peligro de extinción (cuando deseen le enseñamos las pruebas que conservamos de este delito) y que sufre y sufrirá, como bien sabe, salidas frecuentes da aguas negras hasta que se terminen de completar las mejoras en la red de saneamiento. También sabrá apreciar el señor Delegado del Gobierno nuestro comportamiento moderado con respecto a las crisis litorales sufridas y las enormes y frecuentes meteduras de pata del área funcional de fomento en este asunto amén de su incapacidad para el diálogo. Primero se incumplieron varias leyes en el refuerzo de la escollera de la carretera Calamocarro-Benzú, y un buen día nos levantamos con una regeneración encubierta en un entorno privilegiado, afectando a una zona protegida y sus hábitats y especies, entre los sedimentos brotaba la basura por doquier. Como premio solo hemos recibido el codazo de rigor y una advertencia desde el área funcional de fomento sobre el pudridero de tetrápodos marinos. La bandera negra para la cala del Desnarigado está ganada a pulso, y es la chapuza el signo más evidente de esta intervención de obras. No podemos en duda las buenas intenciones de ambas administraciones pero tampoco pongan en duda las nuestras y el deseo de servicio público que nos inspira.
Lo que sí nos vamos a cuestionar en estas líneas es la capacidad para el diálogo de ambas administraciones en este tema tan sensible electoralmente. Con ambas tenemos lazos y puntos de encuentro positivos y edificantes, por lo que seríamos todos muy torpes si no conseguimos entablar una dialéctica inteligente que nos haga avanzar a las dos formas de entender el litoral por una senda intermedia que no haga realidad nuestros sueños pero que sí consiga hacer realidad lo que la sociedad necesita en su conjunto para su progreso. Si somos capaces de discutir todos estos aspectos litorales y llegamos a algunos acuerdos que beneficien al litoral, por pura lógica, las banderas negras tendrán que ir disminuyendo hasta que un día no tenga sentido mantener el patético galardón. Ciertamente, es un fracaso del diálogo y de la política en su sentido más básico y auténtico que las banderas negras aumenten en Ceuta en vez de disminuir.