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Las diosas siempre tienen sed... de SANGRE

En su maravillosa novela Los dioses siempre tienen sed, el escritor francés Anatole France describe con crudeza y realismo la época del Terror en la Francia revolucionaria. Corría el año 1793 y las luchas intestinas entre los partidarios de Robespierre y sus detractores se dirimían siempre bajo la afiladísima hoja de la guillotina. En nombre de la Revolución, o de la Diosa de la verdad todo valía; todo vale.

Tampoco resultaba novedoso en la época que las clases menos favorecidas fueran siempre (SIEMPRE) las víctimas propiciatorias para las dogmáticas de turno.
En nombre de las Diosas (eufemismo que enmascara la palabra Poder) se ha machacado, humillado, masacrado, desangrado, desmembrado, sacrificado, convertido, lapidado, desgarrado a latigazos, expulsado, vilipendiado, engañado, excomulgado, quemado, degollado, pasado por la espada o saqueado y en otras miles de acciones que no cabrían en otros mil H2SO4 seguidos… Y en esas seguimos estando.
Evidentemente (y afortunadamente, añado) no faltan, ni han faltado, heroicas acciones de quienes, haciendo caso omiso de los textos sagrados de turno, ayudan a sus semejantes, como seres humanos que son. Algunas, como mis compañeras de la Cruz Roja o de otras organizaciones, pagan con la vida su inquebrantable compromiso con los principios Fraternidad y de Humanidad. Respeto y Honor para todas Ellas.
Pero, desgraciadamente, no todo es Solidaridad entre nosotras.
En esta mullida sociedad que nos cobija, en la que uno de los mayores dilemas (no para todas, es cierto) es elegir entre un modelo de móvil u otro, solemos lavarnos la conciencia clamando que todas tenemos amigas judías, cristianas, musulmanas o hindúes como mayor justificación de tolerancia y convivencia. Pero al margen de lo evidente, seguimos sin rascar más allá de lo que dicta la aconsejada pose al uso, como si la Religión lo presidiese todo, incluso por encima de la condición humana ¿o es que al final va a resultar que sí lo preside todo?
Si bien es cierto que a veces -y subrayo lo de a veces- condenamos sin paliativos ni excusas lo que se hizo en nombre de las diosas en tiempos pretéritos, algunas carnicerías muy cercanas -en la mayoría de las ocasiones nuestros cobardes/cómplices ojos- prefieren la política del avestruz a la valiente actitud de plantarle cara al horror.
Precisamente la actitud de mirar para otro lado hace que se fragilice nuestra memoria, esa que ya borró para los restos la Santa Cruzada de Franco, los asesinatos en masa a mayor gloria de la diosa aria, como borrará las matanzas que se hicieron y se hacen en nombre de otra (una más) guerra santa (contrasentido absoluto, una guerra nunca puede ser santa).
Así, no deberíamos titubear ni un segundo en calificar de PUERCAS CERDAS a las que asesinaron a nuestras compañeras de CHARLIE HEBDO, masacraron a las asistentes al concierto en la sala Bataclan, mataron a las viajeras del metro de Bruselas, asesinaron a las pasajeras de varios trenes de cercanías de Madrid, a todas la masacradas por un camión asesino en la principal arteria de Niza, a las que asesinaron como perras a miles de nuestras hermanas de un vil tiro en la nuca.
Sí, también nos falta lo que hay que tener para escuchar a las centenas de miles de almas que claman piedad (lo de la solidaridad ha quedado obsoleto y en desuso como quedó en el 39 en la frontera franco española, nos guste o no) ante kilómetros de concertinas o llorar, con el corazón en la mano, junto a las decenas de miles de personas impunemente asesinadas a diario en mezquitas, mercados o centros comerciales en nombre de una u otra diosa.
Mientras esa condena no se produzca, contundente y alejada de réditos de imagen y/o electorales, estaremos donde siempre hemos estado.
En 1913, el poeta galo Paul Fort declamaba:
“Si todos los chicos del mundo quisieran darse la mano
alrededor del mar, podrían hacer un corro.
Si todos los chicos del mundo quisieran ser marinos
Harían con sus barcos un precioso puente
Entonces se podría hacer un corro alrededor del mundo.
Si todos los chicos del mundo decidiesen ser amigos
Y compartiesen una bonita mañana sus esperanzas y penas.
Si todos los chicos del mundo fuesen amigos y marchasen cogidos de la mano,
La felicidad se lograría mañana mismo”.
¿Y si la solución estuviese en dejar de alimentar la insaciable sed de las diosas y pensar que un mundo sin dogmas sería un mundo libre? En este H2SO4  hace tiempo que elegimos la laicidad como primer paso hacia una sociedad sin odios ni manipulaciones.
Usted sabrá si prefiere seguir colaborando en que se sigan llenando de sangre los abrevaderos de las diosas, o no. La elección, en principio, entre fanatismo y racionalismo no se me antoja muy complicada. Usted sabrá.

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