En la pasada entrega de H2SO4 aludíamos a la famosa anécdota de las cuentas del Gran Capitán y a su reflejo en la sociedad actual. Han cabalgado muchos siglos desde que el general Fernando González de Córdoba se riese en la cara de los monarcas, pero su actitud de negarse a rendir cuentas sigue siendo, lamentablemente, muy de actualidad en el solar patrio. La ubicación geográfica de tanta basura corre de su cuenta. Confío en su fino olfato para ello.
No obstante, si desplegamos el mapamundi podremos comprobar que las fecales aguas de la corrupción traspasan fácilmente fronteras, acomodándose a cualquier bandera, democracia o dictadura. Las que manejan el dinero nunca tuvieron demasiados escrúpulos a la hora de elegir latitudes. Marca de la casa.
En el mismo sentido, si abrimos cualquier libro de historia o consultamos una hemeroteca y hacemos el esfuerzo de leer sin las gafas de la verdad prefabricada, comprobaremos que estos hechos se han sucedido de forma continuada, incluso a costa de ríos de sangre… ajena, obviamente.
Alejándose del síndrome conspiranoide, este H2SO4 va a repasar unos pocos hechos que, por sí solos, confirman que la única religión que conoce el Poder, y sus esbirros, es la que viene recogida con muchos dígitos en las cuentas opacas de los paraísos fiscales.
A los hechos me remito:
El 2 y el 4 de agosto de 1968, el vietnamita Golfo de Tonkin fue el escenario de un suceso que cambió el panorama mundial. Según las fuentes oficiales de la época, el destructor USS Maddox fue atacado por unas patrulleras de Vietnam del Norte en dos ocasiones. En el primero de los ataques, el 2 de agosto, tres patrulleras vietnamitas lanzaron sus torpedos a unos 5000 metros de distancia. El fuego combinado del Maddox y de cuatro cazas del portaaviones USS ticonderoga dañaron gravemente las embarcaciones enemigas, que registraron varias bajas. En el campo estadounidense, ni bajas ni daños.
El 4 de agosto, las mismas fuentes oficiales reportaron que la situación fue mucho más tensa. Las mismas fuentes indicaron que, ese día, los torpedos no alcanzaron su objetivo, en mitad de un fuerte temporal, debido a la pericia de los operadores de radar. Para las chicas del Pentágono, era un casus belli en toda regla.
El 7 de agosto, el presidente Lyndon B. Jonhson convoca al Congreso pidiendo el apoyo para una intervención directa en la guerra como represalia a estas acciones. Tres años más tarde, el New York Times daba a conocer unos documentos en los que se revelaba la existencia de unos planes secretos tendentes a incrementar la escalada bélica.
Hoy ya disponemos de más datos. Han tenido que pasar casi 50 años para que se tuviese acceso al audio de las conversaciones entre el Presidente Lyndon B. Jonhson y el Secretario de Defensa, Robert McNamara, en las que el primero solicitaba una acción contundente para que Estados Unidos pudiese entrar en guerra. ¿Para qué buscar un conflicto? Imagínense lo que supusieron los miles de millones de dólares para la industria militar que suministró de todo en la guerra de Vietnam. Fueron océanos de dinero los que se invirtieron en un conflicto del que ya Kennedy dijo que no era cosa de los EE.UU. Y acabó siendo asesinado. Casualidades de la vida.
En la guerra de Vietnam perecieron unas 58.000 personas. Adivinen quién provocó esa masacre y por qué.
Pero ahí no queda la cosa.
En el mes noviembre de 1980, con la “crisis de los rehenes” en la embajada de los Estados Unidos en Teherán, el presidente Carter se estaba jugando la reelección frente a un actor segundón, el intachable Ronald Reagan.
Meses antes –el 16 de enero de 1979-, Mohamed Reza Pahlevi, el todopoderoso Sah de Persia, se exiliaba ante una ola de huelgas y protestas. Irán dejaba una dictadura monárquica pro occidental por una república autoritaria, teocrática y antioccidental, con el funesto ayatolá Jomeini como cabeza visible. La oscuridad sucedía a las tinieblas. El 4 de noviembre de ese mismo año, unos 500 estudiantes iraníes seguidores de la revolución islámica asaltaban la embajada y tomaban como rehenes a 52 estadounidenses. La crisis duraría 444 días, dejando atrás varios muertos del ejército norteamericano en el desierto, en un mal preparado intento de rescate con helicópteros.
En mitad de esta crisis, concretamente en el mes de septiembre, Irak atacó Irán en un intento por ampliar territorio, por eso de que a río revuelto, ganancia de carroñeros. El caso es que a Teherán le quemaba ya el tema de los rehenes, y el mensaje del Congreso estadounidense instándole a “reconsiderar” el problema de los rehenes provocó el feliz desenlace. Pero -siempre hay un “pero”- lo que se cocía de verdad en la liberación de los rehenes de la embajada estadounidense eran los plazos. Con unas elecciones Carter/Reagan más que reñidas en los sondeos, una puesta en libertad “prematura” daría al traste con la posibilidad de que el segundón de cine se sentase en el Despacho Oval. Se imponía una operación negra. Y tuvo lugar.
Días antes del 4 de noviembre de 1980, fecha de las elecciones, Ronald Reagan negoció [muy] discretamente con Irán un retraso de esa liberación a cambio de dinero y armas. Y aquí empiezan los vasos comunicantes de las alcantarillas financieras.
Entra en escena una pieza clave: Cédel (que luego se transformaría en la actual Clearstream, perteneciente al grupo Deutsche Börse). Tiene sede en Luxemburgo, un micro país que es –recordémoslo- un paraíso fiscal en el corazón de Europa.
Cédel es lo que se denomina una cámara de compensación bancaria, una entidad que posibilita el movimiento de dinero sin fiscalización, ni control. Tanto es así que, en aquellos momentos y desde instancias oficiales bancarias del Reino Unido y de los Estados Unidos, se autorizó a Cédel para que se transfiriesen 7 millones de la época desde dos bancos norteamericanos en paraísos fiscales a la Banque Nationale d’Algérie, país con el se que había pactado la intermediación. Nadie iba a darse cuenta de nada y de eso precisamente se trataba.
El 20 de enero de 1981, los rehenes fueron liberados. Ronald Reagan ya era presidente de los EE.UU, dando luz verde a la Iniciativa de Defensa Estratégica para proteger Norteamérica, desde tierra y desde el espacio, frente a un ataque con misiles balísticos. El costosísimo proyecto de la Guerra de las Galaxias –que a la postre acabaría con la URSS- veía la luz. ¿Necesita más detalles?
Pero esto no es todo.
Estas cámaras de compensaciones bancarias, verdaderos intercambiadores de dinero sin control efectivo, permiten las transacciones con paraísos fiscales sin control alguno. ¿Ninguna de nosotras se pregunta por qué?
Esta increíble situación permite que -siempre según las publicaciones consultadas- se almacenen masas de dinero inconfesables que van desde la droga a las comisiones ilegales o chanchullos varios bajo la cobertura de lo que se llaman “empresas pantallas”. Estas sociedades de rimbombantes nombres son ficticias de principio a fin, y suelen cubrirse la una a la otra. Cualquiera de estas sociedades es gestionada por otra, que a su vez es administrada por otra. Así, hasta aburrir. Al final de este laberinto societario se suele encontrar un simple apartado de correos en un país sin control financiero; una vez más el paraíso fiscal. Callejón sin salida para los investigadores policiales, máxime si están muy mermados en medios y personal.
Después está la venta de armas. Lo de Irán y Reagan no fue, ni mucho menos, una anécdota. Para comprobarlo sólo se necesita repasar la cantidad de guerras (más o menos olvidadas) que asolan el planeta y, obviamente, la gran cantidad de armas que en ellas se emplean, algunas muy sofisticadas.
Si, teóricamente, la venta de armas está muy controlada, ¿cómo llegan los ingenios de muerte en tal cantidad y calidad a manos de los bandos enfrentados? El truco es tan viejo como los propios conflictos bélicos: se despachan las armas a otro país que, mediante las pertinentes comisiones, lo hará llegar a destino. ¿Por dónde transita ese dinero al que, legalmente, no se le permite moverse? Fácil: por los paraísos fiscales y cámara de compensación antes aludidas, las “autopistas del dinero sucio” con las que nadie parece querer acabar. ¿O sí? Conclusión, para terminar con las guerras en las que mueren millones de inocentes “sólo” habría que suprimir esos territorios que viven de almacenar dinero de procedencia ilegal.
Más datos. Según informaciones publicadas por Attac-Suiza “(y jamás desmentidas)”, en 1991 el gerente de la filial inglesa de la famosa UBS (Unión des Banque Suisses) estuvo investigado por un delito de entrega de armas a países del Oriente Medio contra los que pesaba un embargo internacional para la adquisición de armamento. Curiosamente, TODAS las policías afectadas por la investigación fueron adscritas a otros puestos por decisión de las políticas al mando. ¿Quién era el gerente de la filial inglesa de UBS? Pues sí, el que posteriormente fuera gerente de la cámara de compensasión Cédel, posteriormente denominada Clearstream.
Con todas esas cantidades de fondos circulando de manera ilícita a toda velocidad y sin control para pagar ilegalmente de todo, no es de extrañar que, por ejemplo, al grupo terrorista Hamas se le atribuya el lanzamiento de 1100 cohetes o que África siga siendo una magnífica inversión para las empresas armamentísticas. De Oriente Medio, ya ni hablamos.
Pero las verdaderas preguntas siguen siendo: ¿Quién alimenta a la bestia? ¿Quién se está haciendo de oro con toda esta mierda a costa de la sangre de las de siempre? ¿Por qué lo permitimos? Y, sobre todo, ¿por qué las dirigentes políticas –todas no, vuelvo a insistir- no mueven un dedo para erradicar estas prácticas ilícitas e inmorales? Cierto es que las preguntas llevan todas una respuesta implícita, pero eso lo dejo a su sabio juicio.
Nos manipulan, nos hacen creer que somos diferentes y hasta consiguen que nos odiemos las unas a las otras al tiempo que enarbolamos la bandera de turno. Mientras, ellas engordan sus cuentas de resultados.
Quizás haya llegado ya la hora de exigir que se haga Política de verdad.
Quizás sea la hora de hacerles entender que las hemos puesto donde están para que resuelvan nuestros problemas, y no para todo lo contrario. Y si a esto se le llama utopía es que, definitivamente, algo huele a podrido y no sólo en Dinamarca.
Las referencias a las cuentas del nuevo Gran Capitán son -lo habrán comprobado- tan infinitas como repugnantes, aunque, si cabe, lo más preocupante es que a ninguna de nosotras parece importarle toda esta basura. Desde el tráfico de misiles asesinos hasta unas asquerosas comisiones por adjudicación de obras pasando por una intermediación inmoral, hemos aceptado con normalidad que esto suceda con la fácil reflexión de que “si no lo hace esta, lo hace la otra… Todas son iguales”. Penoso.
Usted, como siempre, sabrá lo que más le conviene, pero si sigue apoltronada en su falsa zona de confort, consumiendo sin cesar lo que le vomita tele tres sin inmutarse ante tanta porquería, no se extrañe de que un día no muy lejano termine cobijándose con las suyas en un vertedero (privatizado, por supuesto). Sinceramente, no sé si estamos aquejadas de una ceguera social irreversible, o si por el contrario lo nuestro es cinismo puro y duro con el que nos acorazamos para no querer saber nada de la asfixiante realidad. El Miedo conlleva este tipo de reacciones.
Hora es de que tomemos conciencia de la extrema validez de la fórmula con la que se elegía rey entre la nobleza aragonesa: “Nos, somos tanto vos, pero juntos más que vos”. Simple y contundente. Nada más que añadir, Señoría.
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