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Las Cofradías, órganos de evangelización en la sociedad

Se nos anuncia un gozo que se llama Semana Santa. Lo avisa una ráfaga de aire que parece más puro. Lo cantan bandadas de pájaros cruzando los cielos. Lo refleja la luz de marzo, luz de primavera temprana, que ilumina y alegra las casas y las soleadas azoteas. Este es el sentimiento que nos invade cada nueva cuaresma, este es el sentimiento que nos llena el corazón cuando llega al calendario el Miércoles de Ceniza, y cuál fue mi sorpresa cuando al ojear El Faro me encontré con un artículo de mi amigo Jacobo Díaz Portillo en el que preguntaba si las hermandades son instrumentos de la Iglesia, si las corporaciones nazarenas están afincadas en las parroquias para su uso cuando la Iglesia lo estime conveniente; ante estas preguntas se me cambió el sentimiento que nos invade en este tiempo litúrgico a los cofrades y me puse a reflexionar sobre el tema buscando una respuesta a su pregunta y esto es lo que ocurrió...
...Ante la inminencia de la Semana Santa muchos os preguntaréis cuál es el papel de las Hermandades y Cofradías en el seno de la Iglesia y cómo deben actuar las mismas ante la Nueva Evangelización. Nos encontramos en una época difícil, donde muchas veces los cristianos nos sentimos perseguidos. La sociedad actual sufre un proceso progresivo de descristianización, una vida alejada de Dios y la pérdida de valores es más que preocupante. Las Hermandades y Cofradías son asociaciones de fieles que tienen una vocación de vivir la fe, de transmitir el Evangelio y de amar a Jesucristo.
En los próximos días las calles de nuestra ciudad, acompañados de un intenso olor a incienso y azahar, serán el escenario idóneo para enseñar al pueblo cristiano de una forma visual y estética la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Los cofrades tenemos la obligación, y no sólo en estos días, de anunciar el Evangelio y dar un verdadero ejemplo de vida cristiana. Las Estaciones de Penitencia son el culmen de un año intenso de trabajo, físico y espiritual, en las diferentes hermandades. No sólo debemos montar los pasos, fundir la cera, o encañar el clavel, también debemos prepararnos espiritualmente y limpiar nuestra alma acudiendo al Sacramento del Perdón.
Hoy día las Hermandades deben  fomentar dos aspectos fundamentales bajo mi punto de vista: la caridad y la formación.
En relación a la caridad hay que resaltar que las diputaciones de obras sociales de las Hermandades están respondiendo sobradamente ante las necesidades que actualmente están surgiendo, fruto de la crisis en la que estamos inmersos. Muchas están haciendo unos esfuerzos por encima de sus posibilidades, colaborando con las Cáritas parroquiales o proyectos en países de misión.
Pero quizás donde más hay que trabajar es en la formación. Ésta debe ser la mejor herramienta a desarrollar que tienen las Cofradías en la Nueva Evangelización. En la Carta Apostólica Novo millenio ineute (06/01/01) el Beato Juan Pablo II nos decía que “Quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo sólo para sí, debe anunciarlo. Es necesario un nuevo impulso apostólico que sea vivido, como compromiso cotidiano de las comunidades y grupos cristianos”. Nosotros los cofrades, que hemos encontrado a Cristo, debemos anunciarlo y qué mejor nexo que la Hermandad y saber transmitirlo a todos los miembros pertenecientes a ella, desde el hermano más joven hasta el hermano con más antigüedad. Hay que acercarse a ellos y ofrecerles una formación en la que puedan desarrollar su fe, evangelizarlos y animarlos a llevar una vida cristiana comprometida. Debe ser un objetivo prioritario para todos los Cabildos de Oficiales la Formación cristiana. Hay que involucrar a los Párrocos y Consiliarios en esta labor y fomentar la participación de los hermanos en las catequesis, prepararse para recibir el Sacramento de la Confirmación, charlas, retiros que se ofrezcan no sólo en la Hermandad sino también en la parroquia. Nunca debemos olvidar que la Hermandad debe ser un núcleo activo de fieles en la parroquia.
La Semana Santa vive en la actualidad un momento de bonanza, pero no solamente por la riqueza de sus pasos e imágenes, sino porque las cofradías de Ceuta están siendo un órgano de evangelización para la gente que pertenece a las mismas. Mucha gente está acudiendo a la iglesia gracias a las cofradías, que realizan una verdadera labor didáctica. Y no únicamente para la gente que pertenece a una cofradía, porque el público que sale a la calle para contemplar una procesión, también está siendo evangelizado. La participación juvenil es algo a destacar, a los jóvenes ceutíes les gusta la Semana Santa y muchos de ellos han accedido y están accediendo a cargos de responsabilidad, no solamente en el cabildo de oficiales, sino también en las propias parroquias. Además gracias a la gente joven, la continuidad de esta festividad religiosa está garantizada en nuestra tierra.
Sería descubrir lo conocido si pretendiéramos ponderar la importancia del conjunto de hermandades y cofradías en la experiencia de la fe de los católicos de nuestra diócesis. Todos, de un modo u otro, en un momento de nuestra vida o durante toda nuestra biografía, hemos estado vinculados a una hermandad o a la devoción a una nueva imagen. Tal vez algunos fuéramos apuntados a la hermandad antes que al registro civil. Por eso el capital simbólico y las raíces sociales que poseen las hermandades y cofradías en nuestra diócesis son muy importantes. Ellas hacen que comprendan nuestra vinculación familiar y social desde unos símbolos religiosos. Ellas articulan la sociedad de algunos de nuestros barrios, siendo lugar de encuentro, de comunicación y de iniciativa comunitaria. Tan entroncada está la realidad de muchas personas con el movimiento de las hermandades que en ellas se manifiesta lo mejor y lo peor de la humanidad, los sentimientos más sublimes y altruistas, la oración que más llega al corazón.
¿Son las cofradías instrumentos de la Iglesia?, ¿Qué facetas deben atender especialmente las cofradías? De ninguna manera son instrumentos de la Iglesia como lo son un ambón, o un facistol. Deben atender especialmente el aspecto espiritual-religioso, es decir, personalizar la fe, promover la celebración  comunitaria de la fe, a través de la Eucaristía, dar a conocer el pasaje evangélico que se procesiona, dar razón de nuestra fe, esperanza en lo que creemos y del porqué lo hacemos. También deben atender al aspecto cultural-histórico, se refiere a que, como entidades han ido reuniendo a lo largo de los años una serie de elementos artísticos que sirven de expresión del sentimiento religioso, los cuales hay que conservar y potenciar sin perjuicio de la obligada atención social a las personas próximas a su entorno y sectores sociales que lo necesitan.
La principal actividad externa de las hermandades es la procesión , aunque no la única, por ello debe ser especialmente preparada, todo debe de tener un significado y un sentido. La salida profesional se convierte en una verdadera catequesis popular, por ello debe reflejar una profunda religiosidad, seriedad y respeto. La culminación de todo esto, debe de dar la impresión de que lo que sacamos a la calle, no solo son nuestras imágenes, sino el amor, anunciado diariamente con obras y actitudes tanto a nivel personal como social, de sus miembros unidos en fraternidad. El Concilio Vaticano II, refiriéndose al ministerio de regir y apacentar el Pueblo de Dios, que concierne a los Obispos, dice: “Han de promover también o favorecer las asociaciones que buscan directa o indirectamente un fin sobrenatural: conseguir una vida más perfecta, o anunciar a todos el Evangelio de Cristo, o impulsar la enseñanza cristiana o el desarrollo del Culto público, o lograr fines sociales, o realizar obras de misericordia o de caridad”. Siguiendo esta enseñanza del magisterio solemne y extraordinario de la Iglesia, es lógico que el Pastor de la Diócesis se interese por las Hermandades y Cofradías y deben dedicarse a: procurar en sus miembros una vida cristiana más genuina y firme, el desarrollo del Culto público, realizar obras de misericordia, anunciar el Evangelio con su testimonio de vida, con la palabra donde sea oportuno, y con las manifestaciones públicas de carácter señaladamente cristiano, propias de la Asociación.
Con respecto a este fin, esencial en las Hermandades y Cofradías, es repetido con frecuencia que una procesión bien hecha, con espíritu religioso, con un sencillo recogimiento en quienes participen en ellas, y con el gesto humilde que corresponde a quien no pretende presumir ni competir, sino honrar al Señor, puede ser una catequesis viva y directa capaz de llegar a muchos no creyentes o no practicantes que la contemplan a su paso por las calles. De acuerdo con lo dicho, podemos afirmar sin miedo a error que, aunque todas las asociaciones no son imprescindibles para que la Iglesia lleve a cabo su misión, es muy conveniente que haya asociaciones en la Iglesia. A través de ellas, los fieles pueden satisfacer su derecho, y en algunos casos su necesidad, de asociarse para alcanzar mejor los fines espirituales y caritativos que pretenden. El mismo Concilio, abundando en el sentido y utilidad de las asociaciones de fieles en la Iglesia, dice: “Guardando la relación debida con la autoridad eclesiástica, los laicos tienen derecho a fundar asociaciones, a dirigirlas y a afiliarse a las ya fundadas”. Esa preceptiva relación de las asociaciones eclesiales con la Jerarquía de la Iglesia, queda bien puntualizada en el Derecho Canónico: “Corresponde exclusivamente a la autoridad eclesiástica competente el erigir asociaciones de fieles que se propongan transmitir la doctrina cristiana en nombre de la Iglesia, o promover el Culto público, o que persigan otros fines reservados por su misma naturaleza a la autoridad eclesiástica” .
La relación canónica de las Hermandades y Cofradías con el propio obispo, que ostenta el ministerio jerárquico en la Iglesia, ha de llevarnos a entender que la ley señala, muchas veces, el suelo y no el techo de lo que legisla. Quiere esto decir, que nuestras relaciones no deben quedarse en lo meramente disciplinar, sino que han de llegar a enriquecerse con elementos tan importantes en el ámbito de la caridad fraterna como el buen entendimiento y el aprecio mutuos, la colaboración recíproca y el compromiso conjunto en el empeño y en el esfuerzo para que cada día resplandezca más el rostro de Cristo y sean mejor entendidas y aceptadas la imagen y la acción de la Iglesia. No olvidemos que todos somos miembros del Cuerpo místico de Jesucristo que es la Iglesia; y que, como Madre nuestra que es, merece todo el respeto, el cuidado, el amor y la defensa, que son deberes naturales de los hijos hacia la madre. Tengamos bien presente que la defensa de la Iglesia no es la defensa de una institución integrada por “otros”, sino que es la defensa de nuestra propia familia. En ella hemos nacido a la vida de Dios por el Bautismo, y en ella estamos integrados como miembros vivos, necesarios para el equilibrio y la armonía del cuerpo. De las virtudes de la Iglesia nos beneficiamos todos, como ocurre en cualquier familia. Por la misma razón, nuestros defectos deterioran la imagen de la familia, le restan el aprecio de los demás, y hacen sufrir a todos sus miembros. Por lo tanto no es de recibo que un ministro de la Iglesia se jacte de utilizar a las hermandades como meros instrumentos para sus fines y además se mofe de la no salida profesional algún año por inclemencias metereológicas, haciendo llegar a sus fieles desde la silla de su despacho parroquial su felicidad por el no tener que acompañar a la hermandad en su salida la tarde-noche del Viernes Santo.
En la sociedad en la que estamos, llamada de la Comunicación, las Cofradías deben cobrar un papel muy importante. Cuando nacieron las Hermandades, uno de los muchos fines que tenían era el de “sacar el Evangelio a la calle”. El de dar a conocer los misterios del Evangelio a una población de baja cultura religiosa, que desconocía la Palabra. Se trataba de dar formación cristiana, formación plástica, visual. De evangelizar a aquellos que no conocían la vida de Cristo. “Nadie enciende la lámpara y la pone en un rincón, ni bajo un celemín, sino sobre un candelero, para que todos tengan luz” (Lc 11,33).
Hoy día nos encontramos un mundo secularizado, una humanidad que es consciente de Cristo, y a veces lleva a su vida parte de su mensaje, pero que vive apartada de Dios y su Evangelio. Que desconoce el Misterio de la Redención. Por eso hay que salir a las calles a anunciar a Cristo y su mensaje. No quedarnos esperando a que vengan a nosotros. Salir a la calle y dar luz en la oscuridad, como hacen simbólicamente los nazarenos desde sus filas con sus cirios. Por eso es que el fin y el espíritu de las Cofradías y Hermandades está hoy más vivo que nunca. Hay que salir a las calles, a las plazas, a las avenidas y a los barrios, llevando el mensaje de Cristo. En primer lugar las obras de los cristianos cofrades formados y que en el día a día y en el trabajo dan ejemplo de cómo vive un cristiano comprometido (Lc 24,46-48). Y en segundo lugar sacando los templos, los altares, el Evangelio hecho imágenes para que la gente reconozca por las calles a su Redentor, y vea a aquel que tanto nos amó que dio la vida por nosotros. “Ved mis manos y mis pies, que soy Yo”(Lc 24,39).
Ese será el primer paso para que una vez descubierta la sensación de Dios dentro de él mismo, se acerque a las cofradías, a las Parroquias, y estas le den la formación y el abrazo cristiano que les falta. Porque quien niega esto, este papel comunicador del mensaje de Cristo de la Cofradías entre aquellos que andan “apartados”, niegan una realidad constatada. No hay duda de que la Semana Santa, en aquellos lugares donde no existen cofradías o Hermandades, está más secularizada, más vacía de contenido cristiano, que aquellas que llenan sus calles con la imagen de la Pasión de Cristo.
En definitiva y a modo de corolario, creo que las hermandades durante todo el año cofrade y más aún cuando se transforman en cofradía al salir a la calle, no son de ningún modo instrumento para el uso a su antojo del párroco de turno, no son un instrumento como lo pueden ser un misal, un ambón o un cirio pascual, no son un instrumento para el uso y disfrute de la Iglesia a su antojo en un momento determinado. Son mucho más que eso, las hermandades son fecunda semilla para que en el terreno abonado de la iglesia de fruto abundante y sean un órgano fundamental en la evangelización y catequesis de los pueblos... ...Instrumento  el clarinete
instrumento es el fagot
instrumento la trompeta
instrumento es el tambor´
instrumento los palillos
instrumento es una flor
que se muere en una jarra
para adornar al Señor,
instrumento es la cera
instrumento es el clamor
que se escucha en las calles
cuando sale en procesión.
Pero no te confundas
Mi hermandad no es un farol
Ni tampoco manigueta
Ni tampoco es un trombón,
Mi hermandad es un tesoro
Que reluce como el sol
Cuando sale a las calles
para dar culto a su Dios

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