Lo estuvimos advirtiendo desde el mismo jueves, a partir de que el delegado del Gobierno, Nicolás Fernández Cucurull, decidió como cabeza visible del operativo ‘Tarajal II’ abrir el paso de mercancías nuevamente sin contar, a ciencia cierta, con una verdadera estrategia.
Porque aquí, lo único que ha funcionado bien desde el primer día, es desde los gálibos donde se miden los bultos hasta la salida donde se encuentra el resguardo fiscal de la Guardia Civil. Es un paso que ha demostrado que puede asumir cuatro, cinco mil o siete mil personas. El problema está en los alrededores, en que no existe suficiente espacio preparado para que los porteadores puedan esperar la salida hacia su país.
Un negocio que mueve al menos un millón de euros diarios, más o menos; que obliga a que tanto la Delegación del Gobierno y la Ciudad Autónoma se vean en la obligación de mantener allí a decenas y decenas de agentes de la UIP y de la UIR; que la Ciudad Autónoma tenga que abonar a los vigilantes de seguridad que están fuera de los polígonos; que ha sido portada en multitud de medios nacionales e internacionales, al final, se reduzca, a que las mujeres pasen por un camino de poco más de un metro de ancho, con bultos que pesan decenas de kilos, y que no está capacitado ni para que transiten las cabras montesas.
Aquí, la Delegación del Gobierno, con su máximo responsable a la cabeza, prefirió no esperar. Ofreció sus explicaciones y le parecieron lógicas: Marruecos se compromete a que no entren más de cuatro mil porteadores diarios y luego, la vigilancia en el interior de los polígonos le corresponde a los empresarios. A partir de ahí, entendían que casi una autorregulación iba a ser más que suficiente, porque sabían a la perfección que los empresarios no iban a tener a vigilantes uniformados controlados las colas y los bultos dentro de los polígonos.
Desde primera hora de la mañana, el interior de los polígonos era un verdadero caos. La puerta de ‘La Chimenea’ por donde el primer día habían entrado hombres y mujeres y a partir del segundo llegaban las mujeres y salían todos, estaba cerrada a cal y canto. Una pequeña puerta se abría y por la misma llegaron al interior los más de cuatro mil porteadores que llegaron a nuestra ciudad a través del ‘Tarajal II’. Un galimatías. Un desastre. Una auténtica locura. Los empresarios habían decidido, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, que la salida era por ‘Línea Cocina’. Pero no piensen que se lo habían comunicado a la Policía Local y al Cuerpo Nacional de Policía. Todos ellos se enteraron cuando llegaron al lugar de los hechos.
¿Cuál fue el error más grave de todos los que se cometieron en esta reapertura del ‘Tarajal II’?. Que un guardia de los empresarios decidiera por donde debían llegar las mujeres hasta el control de medición de los bultos. Tal y como salían hombres y mujeres por la puerta de ‘Línea Cocina’, los hombres se dirigían por la carretera de la ITV en dirección al colegio Príncipe Felipe: las mujeres, después de apoyarse en unos palé de madera que les ayudaban a subirse a un pequeño paso entre el terraplén y los muros de las naves que les desembocaba en el llano de Jomasa (ese que algún día deberá acondicionar la Ciudad Autónoma). Un camino que no es transitable ni para las cabras y menos para mujeres que van cargadas con bultos que pesan lo suyo.
La primera decisión que debía haber tomado la Policía Local, que es la responsable a partir de la salida de los porteadores fuera de los polígonos, así al menos se ha dicho, era haber interrumpido el paso. Era un peligro y si ayer no hubo muertas por aplastamiento es porque algún milagro se produjo en la zona de ‘Tarajal II’. El error del vigilante de los empresarios era desviarlas por ahí, pero lo peor, es que la Policía Local no lo prohibiera. Porque en las primeras horas no hubo problemas, dentro de las dificultades que tenía el paso en condiciones normales, pero es que ayer se produjeron circunstancias extraordinarias.
Esas circunstancias extraordinarias comenzaron con la decisión de Marruecos de cerrar el paso durante una gran parte de la mañana. Todo ello debido a que tuvieron manifestaciones en su lado, al llegar más porteadores de los que podían salir y no pudieron mantener la fluidez normal en la entrada. Con ello, poco a poco, las mujeres se fueron acumulando en la zona de Jomasa, pero ya no en fila india, sino de tres en tres y cuatro en cuatro. Y una verdadera congestión en ese angosto camino de, al menos, unos cien metros. Mujeres cayéndose, casi aplastadas; otras tirándose por el terraplén; la Policía interviniendo, pero superada.
El paso del ‘Tarajal II’ cumple con la salida de personas tal y como se había diseñado, pero los alrededores no reúnen las condiciones. No es que sea tercermundista, sino más allá y hasta el Biutz estaba mejor preparado al menos en los accesos. Vuelvo a defender que ayer la Policía Local no debía haber permitido que las mujeres salieran por ese angosto pasillo, pero el máximo responsable de este operativo es el delegado del Gobierno, Nicolás Fernández Cucurull, y, desde luego, nunca se debería permitir denigrar a las porteadoras de la maneras en que se les denigró ayer. Ni las cabras transitan por ese camino.
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