Estoy en un Centro de salud acompañando a una amiga que necesita una receta de pañales para su madre. Muchas personas esperan ser atendidas por los médicos, la mayoría ancianos con enfermedades crónicas.
Pienso, mientras espero el turno de mi compañera, en la cantidad ingente de pacientes que serán ingresados en los hospitales públicos, en las escuelas e institutos, en las universidades, en las pensiones... en el Estado del Bienestar que construimos entre todos como si fuéramos piezas de un gigante rompecabezas... Estas conquistas sociales hay que defenderlas con uñas y dientes día a día, minuto a minuto. Vigilar que los impuestos que pagamos sean revertidos en el pueblo, es tarea de todos.
La lucha contra la corrupción, el fraude, la malversación de fondos debe ser asumida por la sociedad. La vida nos va en ello, somos eslabones de una frágil cadena.
Yo, que trabajo en la enseñanza y explico a mis alumnos Educación en valores, siento que los adolescentes no son conscientes de la cantidad de esfuerzo que se necesita para que la res pública (cosa pública) funcione. Basan sus argumentos en los derechos que les asisten, sin deparar en las obligaciones para con el entramado social que los sostiene...
Oigo que hacienda roba, que los políticos son corruptos, que todo funciona por el amiguismo, que si esto o lo otro, pero no se paran a pensar sobre lo que ellos deben ofrecer a los demás.
Ya lo decía el viejo Aristóteles: “La tarea de la Filosofía es salvar la polis”.
Reivindico esta Educación en Valores como arma de construcción masiva, no ya desde los institutos sino desde las cunas que nos arrullan. Luchemos para el proyecto de la comunidad solidaria, libre, implicada en ese bienestar colectivo.
El arsenal de un pueblo educado es más poderoso que todas las bombas atómicas del mundo.
Entre todos hemos conquistado los logros sociales que tenemos. Se tardan cientos de años en conseguirlos y se pierden en unos segundos. Desde la antigua Grecia, cuando la Filosofía aún estaba creando los pilares democráticos, Calicles decía: “El pueblo debe luchar por las leyes como el aristócrata lucha por las murallas”.
Tenemos la obligación moral de protegernos unos a otros, de formar una cadena humana, de concienciarnos sobre el poder del individuo en la colectividad.
Debemos estar alerta contra los enemigos de una sociedad , la casa común a la que pertenecemos. No nos abandonemos en pensar lo que hacen los otros: los que nos roban, los que piensan que el mundo es de los poderosos; somos muchos más y debemos defender con nuestra propia vida la memoria de las mujeres y los hombres que unieron sus manos y se organizaron para conquistar lo que tenemos; somos el fruto de su sudor y sus lágrimas.
* Carlos Antón Torregrosa es profesor de Filosofía del I.E.S Luis de Camoens
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