La Ciudad recuerda la complejidad del problema y los pasos que va dando y los vecinos que hay familias muy necesitadas
El problema de la infravivienda sigue latente y tiene visos de seguir porque “aún existen aproximadamente 120 infraviviendas” explican desde la Asociación Vecinal y porque “es un problema complejo ya que para que dejen de vivir ahí, siendo ilegales muchos de esos domicilios, deben tener otro techo y las posibilidades están limitadas” tal y como explica la Ciudad. Podría terminarse con al infravivienda dejando a todas esas personas en la calle pero al menos es un techo aunque no tenga las mínimas condiciones de habitabilidad y la Administración local recuerda que paso a paso han ido solventando problemas como el de todos los que fueron desalojados por causas urbanísticas para construir un nuevo vial.
“En la promoción de las 225 viviendas de Loma Colmenar fueron bastantes vecinos afectados, así como en Las Caracolas o en Sidi Embarek y ahora en la próxima entrega de Loma Colmenar también irán personas de esa barriada así como en la próxima promoción prevista para finales del próximo año”. La Ciudad explica que hace lo que puede pero los vecinos dicen que no. Que los sistemas de selección de propietarios no se ajustan a las necesidades “de muchas personas que deberían tener prioridad por las condiciones en las que viven”. El presidente de la AAVV, Abdelkamil Mohamed, recuerda el informe que se entregó a la Ciudad sobre el problema de la infravivienda, tomado como una de las grandes lacras de la barriada y dice que apenas se ha hecho nada al respecto.
La Ciudad recuerda que se va haciendo lo que se puede y que antes de optar a una de esas viviendas, debe someterse cada expediente de posible adjudicatario a la Comisión Local de Vivienda, integrada también por los partidos de la oposición y donde se deciden cupos para realojos y las personas que tienen más necesidades.
Pero los vecinos lamentan que hay casos realmente sangrantes. Personas como un hombre en la calle Fuertes que ayer lamentaba tener que irse a la calle porque su casa estaba inundada y estaba desesperado o una anciana minusválida que vive en una chabola “sin las mínimas condiciones de habitabilidad”. Los vecinos reconocen que se han hecho cosas pero que “aún quedan 120 viviendas en una situación lamentable y no hemos dejado de transmitirlo, de explicarlo, de pedir ayuda, de criticar y pedir ayuda para los casos más prioritarios”.
Fatima teme que su casa se caiga y pide ayuda para arreglarla
Con 18 años se quedó huérfana y decidió viajar a Italia a ganarse la vida y a mitigar un poco el dolor de la soledad que le ocasionó perder a sus padres. “Allí estuve vendiendo toallas y poco a poco conseguí salir adelante, pero me quedé embarazada y decidí regresar porque aquí estaba mi casa y al menos tenía un techo seguro para darle a mi hijo”. Fatima Layachi nació en una modesta casa ubicada en la barriada de Príncipe Alfonso. La 54 de la calle Este. En pleno centro. Una casa, cuyas escrituras recuerdan que su padre arregló hace ya más de tres décadas y que desde entonces parece que no se ha vuelto a hacer nada para conservarla. Una habitación en el segundo piso llena de goteras y vacía, le recuerda el salón que habían puesto allí sus padres. “Cuando regresé, no quedaban ya muebles”, recuerda explicando que fue hasta los Servicios Sociales de la ciudad y allí le proporcionaron dos camas. En una habitación que también utiliza ahora de salón, duerme junto a su hijo que sueña con ser policía o futbolista. Es la razón de su vida y cuando le deja camino del colegio, ella baja hacia la Asamblea Provincial de la Cruz Roja a recoger el paquete de cupones que le da sustento. “Gracias a que tengo estos 20 euros al día, la verdad y a la ayuda de Cruz Blanca que nos da de comer”. Cada día Bilal, acude a la pequeña casa, pintada de azul y ya descascarillada con dos bolsas de comida. Una para la madre y otra para el hijo. “Nunca piensas que vas a terminar así, pero sueño con encontrar un buen trabajo, darle una buena educación a mi hijo y simplemente seguir adelante”. Fatima dice que no pide una casa, que tan sólo si le echan una mano para arreglar la suya, estaría eternamente agradecida. “Quitar las humedades, arreglar el tejado, la casa está mal, en el techo de la cocina hay un nido de ratas y allí no puedo hacer la comida y la hago en este pasillo”, explica mientras sostiene que “no puedo ahorrar con 20 euros al día para hacer las obras, la verdad, si no claro que arreglaría la casa”. Muestra un plano del momento en que su padre arregló la vivienda comido por las ratas. “Es mi casa, pero así no se puede vivir. Aún así, hay que seguir luchando”.