Juan Manuel Montilla, el cantante y actor más conocido como el Langui, ofreció ayer la ponencia ‘A mí no me digas que no se puede’ dentro del programa de la II Semana de la Discapacidad y la Accesibilidad Universal. –
El título de su conferencia, ’A mí no me digas que no se puede’, es la frase de su personaje en la película ‘El truco del manco’. ¿Por qué la ha elegido? –Es algo que va ligado o ha ido ligado a mi día a día. Muchas veces me han dicho: “No puedes hacerlo, no lo vas a conseguir, esto es muy difícil…”. Pero al final se ha convertido en ‘A mi no me digas que no puedo hacerlo’ cuando he demostrado que sí. Hay un montón de personas a las que les han dicho lo mismo y han demostrado que claro que se puede hacer, de una manera o de otra. A lo mejor tienes que recorrer mucho más camino, dedicarle más horas o la capacidad que tú tienes es distinta a la que tiene el de enfrente. Pero tenemos capacidades diferentes y somos capaces de complementar. No solo sentirnos útiles nosotros y sacar la mejor versión de uno mismo, sino también lo importante es intentar aportar para hacer sentir útil al que tienes al lado.
–¿Qué quiere trasladar con su ponencia? – Valores que, a mí, a nivel personal y profesional me han ayudado a lo largo de mi vida, en mi día a día. Hablar de lo importante que es tener ilusión por algo, creértelo, de ir a por ello, de que nadie te robe un sueño y de lo importante que es el apoyo de la familia y de toda la gente que tienes a tu lado para conseguir lo que te propongas. También de la inclusión en el mundo laboral, en el entorno diario. Sobre cómo yo me he enfrentado a situaciones que al final he terminado resolviendo con ciertas actitudes que he aplicado y me han ayudado. Yo las expongo y si alguien las agarra y les puede venir bien para algo a lo que se va a enfrentar o se está enfrentando en ese momento… Pues es de lo que se trata. Intentar aportar.
–¿Alguna vivencia personal sobre cómo superar esas limitaciones? –Anécdota ahora contaré alguna que otra. Se supera creyendo en ti y echándole valor. Es muy difícil, evidentemente, pero nadie, nada más que tú, va a ser capaz de cambiar tu día a día. Ya podrás tener a gente al lado que te apoye, que te anime, que te diga que sí, que lo vas a conseguir, que te ayude a caminar; pero si no cambias tu actitud, va a ser muy difícil. Y eres capaz de cambiar tu actitud porque si yo lo he hecho, tú también puedes hacerlo. Yo era súper madridista y llegué a conocer a Santillana, que era mi ídolo y por eso siempre vestía su camiseta.
Yo no sería de esta forma si no hubiese nacido con parálisis cerebral; te vas haciendo según lo que te sucede”
Un día, el doctor le dijo a mis padres que, cuando el resto de chicos con el mismo grado de parálisis iba por la mitad de los ejercicios, yo ya había terminado y me estaba vistiendo y calzando solo. Mi madre le dijo: “Eso, por el fútbol”. A lo que el médico preguntó: “¿Cómo que el fútbol?”. Mis padres le explicaron que a través del fútbol en casa me estaban enseñando que lo hiciese todo solo: vestirme, salir de la bañera y hasta ponerme un ColaCao. Eso fue porque se tiraron pico y pala. Mis padres no me dejaban llevar el balón por el centro de Madrid, entonces lo que hacía era, la primera lata de Coca-Cola que veía, la aplastaba y ya tenía balón controlando.
Cuando algo me gusta, da igual el esfuerzo. Cada noche subo 16 escalones para poder acostarme”
Las dejaba todos en la puerta de atrás de rehabilitación, donde el médico los había visto. Dijo a mis padres que siguiésemos ese camino y que había que darle a conocer a Santillana que yo de mayor quería ser futbolista. Un día me dijo que mi ídolo quería conocerme e iba a venir a rehabilitación, así que me pidió que fuese con su camiseta porque iba a tener unas palabras para mí.
Ese día no dormí, en el colegio no paraba de decirle a todos: “Chicos, Santillana quiere hablar conmigo”. Todo el mundo me decía que era mentira. La cuestión es que llegué allí y, enfrente, Santillana y el doctor, pero yo aparecí con la camiseta de Arconada. Le sintió peor al doctor que a Santillana. Me dí contra el muro, vi que no iba a ser futbolista porque mis amigos empezaban a hacer las pruebas con el Carabanchel o el club del barrio y ya no eran las pachangas del recreo y del portal. Entonces yo me di cuenta de que no iba a ser futbolista. Y en vez de ser del Madrid, me cambié al Atlético de Madrid.
–Sin la parálisis cerebral, ¿usted sería hoy el mismo Langui que todos conocemos: reivindicativo, comprometido, inquieto, creativo…? –Claro que no, evidentemente. Si no hubiera nacido de tal forma o si hubiera encontrado a lo largo de la vida diferentes situaciones, afectos… Tú te vas haciendo en torno a lo que te va sucediendo y como tú eres. Yo no sería yo, o no sería de esta forma, si no hubiera nacido tal cual. A lo mejor no hubiese nacido así y hubiese sido todavía más reivindicativo porque las situaciones vividas me hubiesen tocado por otra parte. A lo mejor hubiese sido un revolucionario, o no, y hubiese sido todo lo contrario. O hubiese nacido con una parálisis aún mayor y no hubiera tenido este input o esta rebeldía y hubiese sido un conformista, o un racista ante la gente que no fuera de mi misma condición.
–¿Su primer libro se titula ’16 escalones antes de irme a la cama’, ¿es cierto que aún tiene que subir esos peldaños en su casa? –Efectivamente. En ese momento era una vivienda que nosotros nos podíamos permitir por aquel entonces. Por el entorno, por cómo estaba confeccionada, porque también tenía bastante patio, ya tenía mi parte para hacer mi estudio de grabación allí… Cuando algo me gusta, me da igual el esfuerzo. Entonces me dí cuenta que tenía 16 peldaños, un número fetiche que apareció en mi vida a lo largo del tiempo. Entonces son 16 escalones, todavía, para llegar a mi cuarto y poder acostarme.