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Lang Lang

Siempre he tenido muy claro que el tiempo es algo muy valioso. No creo que el dicho que dice que el tiempo es oro exagere. Hasta tal punto me ha preocupado la idea de perderlo que siempre he tratado de aprovechar el tiempo que he tenido libre para hacer algo. Y la verdad que no me ha ido mal, no me arrepiento de esa forma de actuar.
Así que, por ejemplo, cuando estoy en la sala de espera de la consulta de un médico, lo primero que hago es buscar alguna revista para leer. Quitando las del corazón, de las que no suelo sacar nada interesante, salvo ayudarme a pasar el tiempo de espera, lo cual ya es algo, del resto siempre obtengo algún provecho. No me importa lo antiguas que sean ni de qué traten, pues siempre acabo aprendiendo o enterándome de algo que me acaba resultando entretenido o interesante.
Sin ir más lejos la semana pasada, en la sala de espera de la consulta de un médico encontré una revista aparentemente intrascendente y aburrida. Pero nada más lejos de la realidad. En su interior encontré un par de entrevistas bastante interesantes que me van a servir para traer a sus protagonistas a este espacio de personajes que de vez en cuando traigo por aquí y que, por alguna u otra razón, creo que merecen la pena ser conocidos. Hoy voy a escribir sobre uno de ellos y otro día me dedicaré al otro.
¿Saben ustedes quién es Lang Lang? Yo tampoco lo sabía antes de leer su entrevista. ¿Lo sabrían si les digo que es un joven chino de veintinueve años que tiene los pelos de punta, que suele vestir pantalón de cuero y que casi siempre está riendo? Yo tampoco lo sabría con esas pistas.
Pues bien, ese joven chino es el pianista que tocó en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008 y que está considerado por la crítica como el mejor intérprete de piano clásico de la actualidad.
Además, este pianista ha acercado la música clásica a todos los públicos a través de medios tan innovadores como videojuegos, bandas sonoras de películas o macroconciertos en estadios de fútbol. Su presencia activa en redes sociales o en los Premios Grammy, la entrega del Nobel de la Paz al Presidente de Estados Unidos Barak Obama o la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, ha llevado su música a lugares insospechados. No hay excepciones ni fronteras para un pianista que sueña con llevar su música a todos los rincones del planeta.
Aunque ahora todo es admiración y felicitaciones ante sus actuaciones, llegar hasta aquí no le ha resultado nada fácil. Lang Lang nació en el extrarradio de Shenyang, una ciudad industrial china, y aún mantiene muy vivo el recuerdo de una infancia muy dura. Hay muchos momentos de su infancia que no quiere recordar. Ya lo hizo en su autobiogafía “Un viaje de miles de kilómetros” en la que rememora sus primeros años de vida.
Pero según cuenta el propio Lang Lang, todo comenzó viendo unos dibujos animados de Tom y Jerry. El gato intentaba tocar el piano, pero el ratón no lo dejaba. En aquel tiempo, Lang Lang tenía dos años y medio y quería ser el gato para poder terminar de tocar la pieza que el ratón no le dejaba. Ni más ni menos que “Rapsodia húngara 2” de Franz Litz, interpretada por Vladimir Horowitz.
Sus padres eran músicos que tuvieron que abandonar su profesión por una revolución que, según el propio Lang, “de cultural tuvo poco” y supieron ver en aquel niño las características de un genio. Desde aquel día se encomendó a la música en cuerpo y alma. Pero eso tuvo grandes consecuencias. En cuerpo porque ya no volvió a jugar con los niños de su edad para no poner en peligro la integridad de sus manos. Y en alma porque su padre se encargó de aplicarle una férrea disciplina para que no hubiera otro mundo fuera de la música.
Lang ha afirmado muchas veces que no ha olvidado que viene de la pobreza y de la soledad y que todas esas dificultades y aquella disciplina de su infancia lo han llevado a ser la persona que es hoy. Después de todo, ha sido una experiencia muy valiosa, pues al final ha logrado su sueño y todo el trabajo y el esfuerzo empleados han merecido la pena.
Le recuerdan en la entrevista algunos hechos muy duros de su infancia, como que fuera separado de su madre, obligándole a tocar el piano seis horas al día, sin dejarle hacer deporte ni jugar con niños de su edad y le preguntan si todo eso ha merecido la pena. El pianista duda antes de contestar y confiesa que es difícil responder, pues realmente le hubiera gustado hacer lo que normalmente hacen los niños a esa edad. Pero ha sido educado toda su vida para hacer “lo que tenía que hacer y no lo que le hubiera gustado hacer”. Confiesa que aún hoy día, siendo un gran pianista de éxito, a veces tiene que hacer cosas que no le apetece. Con frecuencia se despierta cada día en la habitación de un hotel de un país diferente. A veces se despierta durante la noche y se pregunta “¿dónde estoy?” y eso no le resulta siempre agradable. Aunque hoy día a la mayoría de la gente le gusta viajar, tampoco creo que a nadie le pueda gustar ese ritmo de vida de manera muy prolongada.
El camino en la vida de Lang Lang fue tortuoso pero fulgurante. Abandonó Shenyang después de ganar con cinco años su primer concurso de piano, para formarse en el complicado conservatorio de Pekín. Allí se abrió la etapa más dura de su vida, aunque pronto comenzó a cosechar éxitos internacionales.
El Instituto Curtis de Filadelfia le recibió con quince años y ya no hubo límites ni fronteras para él. El resto es historia. Con diecisiete años sustituye en el último minuto a un indispuesto André Watts con la Orquesta Sinfónica de Chicago. La crítica internacional se rinde a sus pies, encumbrándolo como “el más grande del momento” y “el más excitante talento del teclado descubierto en muchos años”. Su sueño se convierte en realidad y el niño que anhelaba ser el gato en los dibujos animados de Tom y Jerry, recoge el fruto de tantos años de esfuerzo. La música, en sus manos, ha cobrado un nuevo sentido y todos comienzan a reconocérselo.
Recientemente Lang Lang ha sido “fichado” por Telefónica como “Embajador” de la compañía española. “Juntos podemos hacer grandes cosas por la música y por la sociedad”, ha comentado el joven pianista, el cual afirma que en un mundo tecnológicamente avanzado es suficiente con dormir tres horas. Aunque yo tampoco soy de mucho dormir, en esto estoy en desacuerdo con él.
Como cualquier joven de su tiempo, Lang comparte la pasión por los avances tecnológicos y considera un reto y un privilegio poder combinar esos últimos avances con la promoción de un arte tan distinguido como la música clásica.
Ni que decir tiene que este joven tan peculiar es conocido en el mundo de la música clásica por su talante innovador y él opina que, independientemente de la profesión que se tenga, hay que aprovechar lo mejor del pasado y rehacerlo lo mejor posible para el futuro. Ese es uno de sus objetivos. Siendo pianista, él tiene una gran ventaja ya que dando conciertos alrededor del mundo puede lograr muchas de las metas que se plantea y recrear los mejores momentos.
Lang Lang también es conocido por ayudar a los más pequeños, no en vano ha fundado la Fundación Internacional de Música Lang Lang hace tres años en Nueva York, cuyo objetivo es llevar la educación, la música clásica a los colegios que todavía no tienen estas clases o a aquellos que han suprimido la educación musical. Se trata de crear nuevos programas para involucrar a los niños. El objetivo es hacer que todo el mundo toque algún instrumento porque hablar de música es algo bonito, pero no suficiente.
Además le gusta hacer de mentor de los niños que tienen talento, niños que pueden llegar a tener carreras de éxito y pueden llegar a convertirse en modelos para otros niños en el futuro.
Cuando se le pregunta por sus músicos favoritos actuales, señala al director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel, del que es gran amigo, y en cuanto a los grandes maestros, es un admirador de Plácido Domingo.
Se siente incapaz de contestar a la pregunta de sin qué no podría vivir. Después de mucho pensar y reír, acaba diciendo al entrevistador que le contestará la próxima vez que se vean y que quizás no podría vivir sin algún sabor.
Hasta aquí la semblanza de este personaje que por casualidad encontré la semana pasada en una revista de la sala de espera de la consulta de un médico. No menosprecien las revistas, aunque puedan parecer antiguas, aburridas y de poco interés. Con ayudarnos a pasar el tiempo mientras esperamos nuestro turno en el médico, ya cumplen su función, pero además muchas veces nos presentan cosas interesantes. Como conocer a Lang Lang.

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