Opinión

Lacasa, Guerra... Y La Economía Ceutí

Hoy quiero dedicar esta ya tradicional colaboración dominical a otras dos personas que también colaboran asiduamente en este diario. Me refiero, concretamente, a Ricardo Lacasa y a Antonio Guerra Caballero.

Ricardo, al que conozco y admiro, es maestro en dos distintas vertientes: la enseñanza y el amor por Ceuta, que plasma en magistrales escritos, casi siempre referidos a esta ciudad, y muchas veces a vivencias y recuerdos de los años de su juventud, que coinciden con los primeros de mi madurez, por cuyo motivo él ve como nuevo en aquel entonces lo que, para mí, ya corresponde a situaciones o hechos que vinieron a cambiar anteriores costumbres que viví personalmente. Habla, por ejemplo, del Paseo de las Palmeras como lugar de gran concurrencia de paseantes, lo que es totalmente cierto si partimos de los años 50 del pasado siglo, pero esta claro que, por su edad, no conoció aquel espectacular bullicio del Rebellín, al cual nos dedicábamos afanosamente los caballas a ”sacarle brillo” en las tardes de sábados, domingos y festivos, según decía el profesor Artigas, catedrático de Filosofía del único Instituto que existía por aquel entonces, y es que no parábamos de bajar y subir, y de volver a hacerlo unas cuantas veces más, pues era el lugar de encuentro de la sociedad ceutí y de pandillas de amigos y de amigas que “nos encontrábamos casualmente” para charlar, flirtear y, a veces, hasta ligar –eso sí, muy pudorosamente-.

Por su parte, Antonio Guerra Caballero, al que no recuerdo haber conocido personalmente, aun cuando no lo descarto -¡se nos presenta en un breve instante a tantas personas!- es un extraordinario investigador del pasado ceutí. Sus libros (y muy en especial el llamado precisamente “Pasado y presente de Ceuta”), son un ejemplo de cómo hay que plasmar las épocas pretéritas y la actual de nuestra ciudad. Otros volúmenes suyos, como “La Universidad islámica de Ceuta” y “El viejo imperio andaluz en el norte de África” revelan la profundidad de sus conocimientos en esta materia.

Pero, además, Antonio Guerra, como colaborador de este diario, nos descubre casi todas las semanas algún hecho o algún documento del mayor interés. Como investigador, Antonio Guerra es una imprescindible fuente de importantes datos poco o nada conocidos sobre la historia de Ceuta y sobre otras cuestiones, como la relativa a la ayuda prestada por España a los judíos durante la II Guerra Mundial.

Son interesantísimos los documentos del Archivo Secreto Vaticano a los que se refiere en su última colaboración, publicada el pasado lunes, referidos a la carta del Rey Juan I de Portugal, fechada el 4 de abril de 1418, en la que solicitaba al Papa Martín V que autorizase el comercio entre los habitantes de Ceuta y los de más allá de la frontera, así como la respuesta afirmativa de Su Santidad. Cierto detalle, sin embargo, me hace pensar que en dicha correspondencia se habrían utilizado términos que, en la actualidad, resultan prohibidos en el lenguaje de lo “políticamente correcto”.

Dudo muchísimo que en aquel entonces se hablara de “Marruecos” y de “marroquíes”, pero es un hecho que todos estamos andando ahora en estas cuestiones con pies de plomo. Nos pasa a Lacasa, a Guerra, --lo supongo, pues su libro trata solo del pasado y del presente de Ceuta- y a mí mismo, cuando miramos hacia el futuro y nos limitamos a decir eso de “No quisiera ni pensarlo, pero…”.

En cualquier caso, mi respeto y mi admiración por Antonio Guerra, quien, además, nos demuestra que el “paso fronterizo” del arroyo de las Bombas debería ser una Aduana comercial con todas las de la ley, algo que Marruecos, “de facto”, no admite. Si uno no quiere, pues el otro no puede, aunque exista ese Convenio hispano-marroquí, incumplido, de 16 de noviembre de 1910, con su Acta de ratificación de 12 de enero de1911, al cual ha aludido, en diversas ocasiones, Antonio Guerra.

A la regla “Pacta sunt servanda” le afecta, sin duda, aquel peculiar refrán que se decía precisamente por aquella época en Ceuta: “La Justicia y el Derecho no atraviesan el Estrecho”.

Y es que parece qu todo viene torcido para la economía ceutí. Si los países occidentales clamaron porque en Ceuta atracaban buques de la Armada rusa, pues se corta ese tráfico, de forma tal que Rusia nos ha borrado de los que denomina “puertos amigos”. Así, pierden: la Autoridad portuaria, que deja de percibir las tasas correspondientes; los prácticos, el remolcador o remolcadores y los amarradores; la Compañía suministradora de combustible; el consignatario, e igualmente los comercios y bares donde gastaban sus euros las tripulaciones, que solían descansar un par de días en Ceuta. Nadie ha venido a compensarnos por la pérdida de las escalas de decenas de buques de la Armada rusa, que ahora se estarán abasteciendo en otro puerto. Y así, todos contentos, menos Ceuta.

En el mismo sentido, nos ataca ahora el grave problema de las oleadas de inmigrantes que pretenden entrar ilegalmente en territorio español por nuestra frontera. Como eso es algo que requiere el mayor esfuerzo, la mayor facilidad de actuación posible para la Guardia Civil y la Policía Nacional, y la mayor seguridad posible para las personas que transitan por la frontera, se acuerda la suspensión -.otra semana más, pues no es la primera vez- del tráfico comercial entre ambas partes, lloviendo así sobre mojado, especialmente para los numerosos establecimientos asentados con todas las de la ley en los Polígonos del Tarajal. Si existen otros que no cumplen las reglas, que se les vigile y, en su caso, se les cierre, pero allí hay tanto decenas de comerciantes legalmente establecidos como centenares de trabajadores que están viendo, con lógica preocupación, su futuro en peligro. Comprendo la dificultad, pero `parece preciso encontrar una solución definitiva que no perjudique a nadie.

Solo me resta ya desear que todo se arregle y reiterar mi admiración y mi patriótico afecto de ceutí a Ricardo Lacasa y a Antonio Guerra, con mis deseos de que sigan en la brecha.

Y, además, chapó al profesor Rontomé por su brillante artículo sobre “Los indignados” publicado en este diario el pasado viernes. Si “quedaba a la espera” (presumo que de críticas airadas), aquí tiene precisamente lo contrario.

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