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Sabah Ahmed: "Llegamos a atender en la puerta de casa a 1.500 personas"

El jurado del premio María de Eza a la mujer ceutí del año acordó ayer por unanimidad conceder el galardón que lleva el nombre de la primera gobernadora de Ceuta a Sabah Ahmed Mohamed, empresaria y activista social con una gran trayectoria humanitaria. Un reconocimiento que ha recibido el respaldo de la ciudad, con felicitaciones como la realizada por el secretario general del PSOE, Juan Gutiérrez: “Es una persona muy implicada con los problemas sociales, muy humanitaria y solidaria que se merece este reconocimiento y este galardón”, explicaba.
–¿Cómo se siente al recibir este reconocimiento?
–Muy emocionada y muy agradecida por este galardón que se me ha concedido.
–El premio sirve para reconocer la intensa labor social y humanitaria que realizó, por un lado, durante la pandemia. ¿Qué tipo de situaciones vivió en esos meses?
–Durante la pandemia vino gente pidiéndome que le diera cobijo. Lo que comenzó con cinco mujeres en mi casa, terminó con más de treinta personas de ambos sexos y dos menores habitando conmigo. Cuando la situación mejoró un poco y les concedieron el poder recorrer el pasillo humanitario hacia Marruecos, muchos se marcharon, aunque otros siguieron más tiempo conmigo.

"Durante la pandemia vino gente a mi casa a pedirme que les diera cobijo y se quedaron casi dos años"

–Se le aplaude también su trabajo con las personas atrapadas por el cierre de la frontera, ¿cómo colaboró en aquellos días?
–Bueno después de lo vivido con el confinamiento, llegó mayo y pasó lo que pasó con la entrada masiva de personas a Ceuta y claro, al ver aquello no puede dejar de ayudar de igual manera. A algunos les dimos cobijo, alimentos, les facilitábamos un lugar para ducharse, ropa…
–¿Qué le llevó a abrir las puertas de su hogar?
–Recuerdo que cuando se cerró la frontera era viernes. Nosotros tenemos un negocio en las naves del Tarajal y al llegar mi marido me dijo que había quedado mucha gente atrapada con niños. Hablé con una amiga y nos fuimos con bocadillos y agua a la frontera a echar una mano, pero cuando vimos la cantidad de personas que había no dábamos crédito a lo que estaba ocurriendo. Hicimos un llamamiento y, al caer la noche, se unieron un gran número de ceutíes. Al llegar el sábado, íbamos a hacer la misma operación, pero se dijo que todo el mundo acudiera a la explanada del Chorrillo. Una vez allí, al ver que había asociaciones y voluntarios, pensé: mi labor ha terminado. Pero saltó el rumor de que se iba a acondicionar la antigua cárcel para darles albergue y manadas de personas acudieron andando en busca de refugio. Sin embargo, al llegar, la noticia era un bulo y no había donde dormir. Entonces, unas mujeres acudieron a mi casa para pedirme si las admitía; y no pude decir que no. Poco a poco se fue enterando más gente y empezaron a llegar a llamar a mi puerta. Hablé con mi familia, les pareció bien y seguimos adelante.

"Al ver la entrada masiva de personas no pude dejar de ayudarlas desde el primer día"

–¿Cómo se las arregló para atender a tanta gente?
–No estuve sola, tuve mucho respaldo de toda la ciudad. Llegamos a tener en la puerta hasta mil quinientas personas diarias. Evidentemente no habría podido ayudar a tanta gente sola, pero los vecinos se volcaron, comerciantes, funcionaros, gente de Gibraltar, de San Roque…, la ayuda recibida fue extraordinaria.
–¿Cómo está en estos momentos la situación?
–Seguimos con la labor de las duchas, de dar ropa y de ofrecer ayuda a los menores en la calle, pero ya en casa no tengo a nadie, aunque el último se fue hace solo un mes.
–Tanto tiempo conviviendo habrá hecho que le tome mucho cariño a esas personas…
–Mucho, porque han sido cerca de dos años viviendo juntos cada día y cuando me entero que están trabajando o que les va bien me da mucha alegría.

"Quise cargar con todo y llegó un punto en que la situación me superó porque era demasiada gente"

–¿Qué es lo que más le ha marcado de esta experiencia?
–Quise cargar con todo y llegó un punto que me superó. Era mucho trabajo y una hora sobre otra sin parar. Fue agotador, pero al ver a la gente feliz y bien, mereció la pena. Me quedo con eso, sin duda, porque todos vienen con un sueño y si los he podido ayudar, me llega al corazón.
–Su labor social y humanitaria no es algo reciente, lleva años desarrollándola; ¿cuándo comenzó?
–Fui la primera mujer en tener un negocio en las naves del Tarajal. Me conocía mucha gente y, un día, una señora vino a pedirme trabajo, porque estaba siendo maltratada por su marido en Marruecos. Le di un puesto laboral y estuvo conmigo muchos años hasta que pudo irse a la Península. A raíz de ahí han sido muchas las historias…
–El galardón se entrega el día, precisamente, de la mujer, el 8 de marzo; ¿a quién se lo va a dedicar?
–Sin lugar a dudas que este premio va dedicado a todas las mujeres, a las que han luchado para que las demás podamos disfrutar de todo lo que hoy tenemos y a todas en general.

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