Dicen que la historia la cuentan los vencedores (aunque también se asegure de que todos salen perdiendo, es cierto que unos más que otros), pero en este país de artistas con tan activistas ideales son ellos los que se encargan de recordar de manera recurrente y desde su respetable punto de vista los horrores de una vergonzosa guerra fratricida que va quedando atrás con el paso de las generaciones. Cierto es que la subjetividad no tiene por qué ser un defecto en el cine, porque la verdad absoluta no existe y porque no es nada malo retratar un hecho histórico desde el punto de vista que al retratante le dé la real gana, faltaría más. Lo que ocurre es que en lo rigurosamente cinematográfico, que es lo que en realidad me interesa analizar de La voz dormida, la temática de la España de posguerra con ojos rojos de llorar antes de seguir llorando un poco más, de tan visto que lo tenemos se convierte en un inconveniente de salida. Si encima se nos plantea un escenario claramente maniqueo con elementos onomatopéyicos y manejo de “veneno amasao”, que diría aquél, a más de uno se le hará la senda demasiado escarpada como para llegar a disfrutar de la adaptación de la obra literaria de Dulce Chacón por parte del sevillano Benito Zambrano (Solas, Habana blues), realizador de talento incuestionable que no se caracteriza por encarnar la alegría de la huerta en su cine.
La sucesión de momentos y secundarios arquetípicos viene complementada por la puesta en escena de unas actrices protagonistas que iluminan el metraje con su buen trabajo. Especialmente digna de elogio se antoja la espontánea debutante María León (clavadita en lo físico a su conocido hermano Paco), que si bien no anda sobrada de fundamentos, muestra un talento innato para transmitir verosimilitud, así como los ojos más propicios para una cámara que he visto en bastante tiempo. Además, la química que logra con Inma Cuesta, la otra actriz principal y hermana presa por el régimen de la dictadura en la ficción, resulta del todo clave y principal argumento que nos propone el guión.
No suelo ver cintas de esta temática simplemente por saturación, pero una de cada docena no hace daño y tanto el elenco como lo que promete el apellido de su firmante me han llevado a darle una oportunidad. El resultado es más de lo mismo, sobre todo si no tienes ganas de añadir penumbra a lo cotidiano, que bastante lleva uno encima, pero también un ejercicio interesante de revisión de las consecuencias de la guerra para los que no llevan un uniforme, que tienden a ser olvidados por los libros de texto. Como bien asevera una de las frases de la película, la política es una araña negra que atrapa a las personas en su tela…
Puntuación: 5
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