Hoy, 12 de octubre, se celebra el Día de la Hispanidad, efemérides sobre la que ya he escrito otras veces. Esta fecha con tan emblemático renombre, teñido de confraternidad hispano-americana, sentimientos religiosos y Fiesta Nacional de España, la comparto plenamente. Pero, como extremeño que soy, con mi alma y mi corazón puestos en Extremadura y en Mirandilla, mi pueblo, necesariamente tengo que discrepar con el hecho de que la Hispanidad se celebre en Zaragoza y no en Guadalupe. Explico el hondo significado extremeño del evento y las razones por las que respetuosamente entiendo que se comete una flagrante injusticia y un agravio comparativo no celebrándolo en Guadalupe, como en derecho y justicia correspondería.
Comenzaré refiriendo las intensas relaciones de Guadalupe y Extremadura con América y la Hispanidad; para, después, exponer las que mantuvieron Zaragoza y su fiesta del Pilar, para así poder establecer el término de comparación entre ambas. Y, por lo que a Guadalupe se refiere, esas relaciones se remontan al año 1485, cuando Cristóbal Colón acudió por primera vez allí encomendándose a la Virgen extremeña pidiéndole suerte y especial protección en la difícil empresa que se disponía acometer. Antes de hacerse a la mar, 1489 volvió para lo mismo. Tras entrevistarse Colón en Guadalupe con los Reyes Católicos, éstos la visitaron hasta 22 veces, porque a la reina le encantaba. Desde Guadalupe los monarcas escribieron dos cartas, una, el 30-04-1492 al extremeño Juan de Peñasola, capitán jefe de su Casa Real; y, otra, el 20-06-1492, a Palos de Moguer (Huelva), urgiendo en ambas misivas la inmediata puesta a punto y entrega de dos carabelas para que Colón emprendiera su primer viaje.
Tras zarpar Colón para la mar el 14-02-1492, hizo promesa recogida en su Diario de Navegación de visitar Guadalupe a su regreso en acción de gracias, que luego cumplió y siguió haciendo al regresar de cada viaje, siempre para agradecer a la Virgen que le hubiera guiado y protegido, llevando siempre a bordo una réplica de la imagen. Y en Guadalupe tuvo Colón especial empeño en bautizar el 29-07-1496 a los dos primeros indios traídos de América, con los nombres de Cristóbal y Pedro, por eso, la de Guadalupe fue llamada “pila bautismal del mundo”.
Al desembarcar Colón en la isla Guanahani y pisar allí tierra firme en su segundo viaje el 4-11-1493, la rebautizó imponiéndole el nombre de Guadalupe, en honor de dicha Virgen. Ello dio lugar a que aquellos países hermanos, abrazaran su advocación a la misma, haciendo que el nombre más común de mujer en América y en el mundo fuera el de Guadalupe, igualmente dado a cientos de localidades, templos e instituciones que se pusieron bajo su patronazgo.
Ya en el primer viaje embarcaron con Colón nueve extremeños y diez en el segundo que, pese a no tener Extremadura salida al mar, ni experiencia sus hombres en navegación marinera, se lanzaron a surcar océanos bravíos y mares procelosos. Luego, durante la conquista y evangelización, las figuras más estelares fueron extremeños de la talla de Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Pedro Alvarado, Núñez de Balboa, Francisco de Orellana, Hernando de Soto, Inés Suárez, Juan Rodríguez Suárez, Pedro Valdivia, García Paredes, etc. También hubo audaces descubridores: Francisco Orellana, descubrió el río Amazonas; Núñez Balboa el Océano Pacífico y Panamá; Hernando Soto, La Florida, Nicaragua y el río Missippi. De 1492 a 1599, constan registrados en el Archivo de Indias de Sevilla más de 7.000 extremeños listados para América. Y la evangelización la encabezaron los llamados “Doce apósteles extremeños”, salidos de Belvís de Monroy (Cáceres), llevando a los indígenas hasta los pueblos más recónditos desde la California norteamericana hasta la Patagonia argentina, su consejo, protección, enseñanza de sus derechos, cultura, encuentro humanitario y civilizador.
Tan destacados vínculos de unión y hermandad de Guadalupe, Extremadura y los extremeños con América les fueron reconocidos, cuando: 1). Hernán Cortés visitó Guadalupe en 1528, en acción de gracias a la Virgen. 2) El Papa Pío X, por Recripto de 12-10-1906, declaró a la Virgen Patrona de Extremadura y el 20-03-1907 Patrona de Guadalupe. 3) El 12-10-1928 el Papa Pio XI por Decreto canónico, dispuso que el Día de la Raza (después rebautizado como Día de la Hispanidad) se celebrara en Guadalupe y que su Virgen fuera coronada y proclamada “Hispaniorum Regina” (Reina de las Españas), cuyo título figura grabado en la lustrina de su corona imperial de oro; actuando como legado pontificio el Cardenal Primado, Pedro Segura, en presencia del rey de España Alfonso XIII, quien puso en manos de la Virgen su bastón de mando, con la plegaria: “Os entrego los destinos de España”. 4) Pio XI, llamó a la Virgen de Guadalupe: “Patrona de todas las “Américas”. 5) Pio XII: “Emperatriz de las Américas”. 6) Juan XXIII: “Misionera Celeste del Nuevo Mundo” y “Madre de las Américas”. 7) El 4-11-1982, visitó Guadalupe, para honrarla, el Papa Juan Pablo II. 8) En 1992 se celebró en Guadalupe la II Conferencia Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno hispanoamericanos. 9) El 9-12-1993 la UNESCO declaró a Guadalupe Patrimonio de la Humanidad, por ser: “la famosa imagen de la Virgen el símbolo más representativo del Nuevo Mundo». 10) Desde 1929, cada año se celebran en Guadalupe las Jornadas de Solidaridad de la Hispanidad.
El Descubrimiento de América fue el hecho más transcendental de las relaciones españolas con el Nuevo Mundo que celebra la Hispanidad, porque hizo posible el contacto entre Europa y América, o encuentro de dos mundos, transformando la visión anterior que del mundo se tenía y posibilitando la gesta de la conquista, colonización, evangelización y culturización de aquellos países hermanos. Hoy compartimos con ellos nuestra lengua, cultura, religión y sangre. Y Extremadura y los extremeños fueron los que más contribuyeron a tan ingente obra, dando a España universalidad en América, junto con otras regiones.
Ese título canónico de Reina de la Hispanidad que la Virgen de Guadalupe ostenta, es el más genuinamente representativo de la Hispanidad. Su imagen lleva brillando más de cinco siglos en lo más alto de la bóveda celeste del universo hispanoamericano como el lucero que más peregrinos del mundo americano ha atraído guiados a Guadalupe. La única invocación que puede hacerse de ese título de “Hispaniorum Regina” corresponde a la Virgen de Guadalupe, coronada por Pío XI. Ninguna otra Virgen ostenta tan preciado título. Eso, por sí solo, confiere legitimidad histórica y jurídico-canónica a Guadalupe para que sea celebrado en ella, o en Extremadura, el Día de la Hispanidad.
Veamos ahora las relaciones de Zaragoza y su Virgen del Pilar con América y la Hispanidad, que fueron escasas y tardías, utilizando expresiones de prestigiosos historiadores. Hasta el año 1613, Zaragoza vino celebrando anualmente sus fiestas del Pilar el día 2 de enero porque ese día del año 40 (siglo I), la Virgen del Pilar se apareció al apóstol Santiago a orillas del río Ebro, indicándole que se construyera allí un templo, en el que luego se ofició la primera misa en España. Esa primicia y ese privilegio nadie puede disputárselos a Zaragoza y su Virgen Pilarica, tan venerada por mí. Pero todo eso, nada tuvo que ver ni con América ni con la Hispanidad. Después, a partir de 1614, Zaragoza cambió su fiesta del Pilar del 2 de enero al 12 de octubre, porque este último día es la onomástica de la Virgen del Pilar. Con tal cambio de fechas hizo coincidir su festividad con la del Descubrimiento, aprovechándola para empezar a relacionar Zaragoza con América.
El 12-10-1939, el general Franco dispuso que la Fiesta del Pilar aquel año fuera celebrada en Zaragoza como “Año de la Victoria”, como Fiesta Nacional de España. Pero Franco no instituyó oficialmente su celebración continuada allí, sino todo lo contrario, porque la norma promulgada al efecto, disponía: “Se alternarán los lugares que en lo sucesivo habrán de servir de nuevo marco para dar mayor amplitud”. Y, efectivamente, en 1943 el Día de la Hispanidad se celebró en Madrid.
La polémica surgió el 25-06-1941, al celebrarse en Guadalupe un homenaje honrando al extremeño Francisco Pizarro en el IV Centenario de su muerte. Presidió los actos Ramón Serrano Suñer, en su doble condición de Ministro de Asuntos Exteriores y Presidente del Consejo de la Hispanidad. El Guardián del Monasterio de Guadalupe, fray Santiago Gorostiza, hizo públicamente ante Serrano Suñer una documentadísima exposición sobre la relación de la Virgen de Guadalupe con Hispanoamérica, pidiéndole que diera respuesta oficial sobre qué advocación de Virgen, entre la de Guadalupe y la del Pilar, tenía más derecho a celebrar la Hispanidad. Serrano Suñer encomendó al ilustre historiador franciscano, Juan R. Legísima, un concienzudo estudio sobre el tema y, a su vez, éste encargó otra investigación a dos prestigiosos historiadores: al jesuita Constantino Bayle la de Zaragoza y al franciscano Carlos G. Villacampa la de Guadalupe.
Aquella exhaustiva investigación fue entregada en mano por el mismo padre Legísima en diciembre de 1941 a Serrano Suñer. Era un estudio serio, erudito, elaborado con rigor científico, avalado por sólidas investigaciones histórico-jurídicas. Sus conclusiones fueron claras, inequívocas y determinantes en favor de Guadalupe: “Mientras Guadalupe estuvo íntimamente ligada tanto al Descubrimiento como a la colonización y evangelización desde 1485 - decía - las razones tocantes a Zaragoza se sintetizan en que su relación con América no comenzó hasta la segunda mitad del siglo XVII”. Como verán, desde 1485 hasta 1650, Guadalupe se adelantó a Zaragoza en 165 años en sus relaciones con América. Pero Serrano Suñer, al ver que el dictamen no era desfavorable a sus pretensiones, lo silenció y nunca respondió a la cuestión planteada, pese a haber sido él quien lo recabara a los historiadores, dejando el asunto sin resolver “sine die”.
Más siendo la Virgen de Guadalupe la única legitimada para ostentar el título de “Reina de la Hispanidad” con el que fue coronada y, habiendo mantenido antes Extremadura tan intensos y sólidos vínculos de hermandad con América, ¿por qué fueron ambas marginadas de la celebración de la Hispanidad desde 1939?.
Lo mismo lleva pasando con el otro agravio a Guadalupe y 31 pueblos de su entorno que, pese a haber sido siempre, tanto geográfica como administrativamente, territorios extremeños, desde 1.222 (durante 798 años) desde su recuperación de los árabes, todavía hoy siguen eclesiásticamente perteneciendo al Arzobispado de Toledo, pues ambos casos me duelen y me hacen ser reivindicativo el Día de Extremadura y el Día de la Hispanidad, que a mi tierra no se le agravie y discrimine tan injustamente.
No soy historiador. Pero, desde el punto de vista jurídico-canónico, resulta de todo punto inviable que se pida un informe a reputados técnicos de reconocido prestigio, que el mismo luego se emita con profesional imparcialidad objetiva, para luego cuando se vio que no era favorable a los fines oficiales que se pretendían, pues se desechara y quedara gualdado bajo llave en el cajón de los olvidos.
Y es por ello, que lo único que aquí pretendo es acreditar, respetuosamente, el mejor derecho de Guadalupe sobre Zaragoza para celebrar la Hispanidad y que en justicia así le sea reconocido y restablecido definitivamente el derecho perturbado.
La mera celebración ocasional en Zaragoza del llamado “Año de la Victoria” en 1939, con rango de “Fiesta Nacional”, nada tuvo que ver con el Día de la Hispanidad. Por consiguiente, ésta debe seguir celebrándose en Guadalupe, que fue el lugar que se ganó a pulso y por sus propios méritos cuando su Virgen fue coronada “Reina de América”. Y es por ello que, a título personal, modestamente, formulo mi pública petición a las instancias que tienen atribuidas competencias y capacidad decisoria sobre el asunto, para que sea devuelta a Guadalupe y Extremadura la conmemoración del Día de la Hispanidad, sin perjuicio de que, si así se dispusiere, la fiesta del Pilar y la “Fiesta Nacional”, sigan celebrándose en Zaragoza. De esa forma, este peticionario ni quita ni pone nada a nadie, sino que con ello sólo pretendo dar a cada uno lo suyo, que sería hacer auténtica justicia.
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