Justo hoy hace una semana que Babakar, Diame, Sherif, Modibo y Seydi fueron rescatados por los agentes del Servicio Marítimo de la Guardia Civil. Ellos han sido los últimos protagonistas que han llegado a nuestras costas, protagonistas en definitiva de unos flujos migratorios que parten de África en dirección a España sorteando miles de vicisitudes y obstáculos. El año pasado fueron 6.992 los inmigrantes que lograron pasar por la frontera sur, de ellos 756 lo hicieron por Ceuta y 2.105 por Melilla. Unas cifras similares a las registradas en 2011, “no obstante a eso habría que sumarle al menos el 20 o el 30% de personas que han logrado burlar todos los sistemas de vigilancia y lograron cruzar sin ser detectados”, apunta Rafael Lara, representante de APDH (Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía) en Cádiz.
La clave no está en el número, sino en la temeridad que caracteriza este tipo de travesías. Los subsaharianos nada temen. Es tanto lo que dejan atrás, que ocupar una endeble balsa de plástico y lanzarse a una mar que juega a atrapar a hombres, mujeres y niños no les asusta.
“En Andalucía se incrementa notablemente la llegada de inmigrantes a la provincia de Cádiz, mientras que desciende de forma ostensible la llegada a la provincia de Granada. Ello es debido a la dificultad de encontrar neumáticas o pateras de cierta envergadura al margen de los pasadores. Pese a ser muchísimo más peligrosas e inestables los migrantes atrapados en la zona de Tánger pueden acceder con más facilidad a balsas hinchables casi de juguete, aunque para ello tengan que pagar precios desorbitados que pueden llegar a los 600 euros”, señala Lara.
Los hechos constatan esta afirmación. Las fuerzas de seguridad se enfrentan a salvamentos arriesgados, topándose con balsas en las que, como mucho, deben viajar tres personas pero en las que se han encontrado hasta nueve. Cómo se han podido mantener a flote es una incógnita. Los milagros están a la orden del día. El 69,31% de los inmigrantes interceptados en 2012 fueron localizados en algún tipo de neumática y casi un 16% en balsas de juguetes. En este grueso se cuentan los encontrados en alguna que otra patera de madera y hasta en kayak o motos de agua. El salto a la valla o la ocultación en dobles fondos pierden fuerza representando el 11,83 y el 1,34% de las entradas respectivamente.
El riesgo es evidente y caracteriza este tipo de travesías. Las oenegés advierten de la situación e incluso, dicen, puede producirse una reactivación de la ruta hacia las Canarias, dado el progresivo control y cierre en el Norte.
“Precisamente en el norte de Marruecos también se ha producido un cambio importante, ya que se han duplicado los migrantes que han logrado entrar en Melilla (2.105 este año frente a los 1.039 el año pasado) al tiempo que disminuían las entradas a la ciudad de Ceuta (756 este año frente a los 1.258 el año pasado). Estos cambios en Ceuta y Melilla están motivados por diferentes circunstancias. Una de ellas es la proximidad de Melilla a la frontera argelina, donde, según organizaciones marroquíes han sido expulsadas al desierto más de 2.000 personas), a la creciente dificultad para circular por Marruecos y, en el caso de Ceuta al blindaje del paso del Tarajal por parte de Marruecos que el año pasado contempló a centenares de inmigrantes subsaharianos entrar a nado en la ciudad”, informa Lara.
Ante esta circunstancia surge el debate en torno a la situación migratoria, su control y evolución. Las oenegés y sus planteamientos chocan con las políticas estatales, más orientadas a reducir a simples cifras el fenómeno migratorio para luego justificar el funcionamiento o no de sus actuaciones. Algo que critican duramente las organizaciones sociales, cuya actuación va más orientada a dotar de sentido lo que se hace.
“La respuesta de la UE y de España sigue siendo la de enrocarse en sus miedos, haciendo más altos e inaccesibles los muros de la Europa fortaleza, externalizando la gestión de los flujos y haciendo del internamiento de inmigrantes el pivote de la política migratoria”, añade Lara. “Debe señalarse por ejemplo cómo el presupuesto de 2013, en plena vorágine de los recortes por la crisis, contempla una importante partida de 50 millones de euros para hacer frente a la llegada de inmigrantes irregulares”.
En esa partida se incluyen, por ejemplo, 1,4 millones gastados en infraestructuras de vigilancia exterior (SIVE), otros 9,1 millones para la Guardia Civil también en vigilancia exterior, 400.000 euros para mantenimiento de los CIES o 25 millones para repatriaciones forzosas, además de 4 millones para el reforzamiento de los perímetros de Ceuta y Melilla, que atrapan ya entre concertinas, vallas y blindajes miles de millones.
“Ignacio Ulloa, secretario de estado de seguridad, ha tenido la indecente osadía de explicar estos gastos en razón a que no podemos dejar a los inmigrantes en la estacada. Pero las fronteras cerradas matan, llegando a nuestras costas, en otras fronteras europeas o atravesando el desierto del Sáhara”, denuncia Rafael Lara.
Si hubiera que ofrecer una lectura migratoria de lo que está sucediendo, APDH lo tiene claro: “Habría tan solo que señalar que continúa el drama de la inmigración clandestina, con un resultado de sufrimientos y muerte que difícilmente debería ser tolerable para una sociedad democrática. La política del Estado, el enroque inexplicable de las políticas migratorias de cierre a cal y canto, tienen la responsabilidad en todo este sufrimiento y estas muertes. Pero la falta de información o la indiferencia de buena parte de la ciudadanía y más en tiempos de crisis, alimentan y dan alas a aquellas políticas inhumanas”, añade.
Por tercer año consecutivo aumenta el número de muertes
En el Balance Migratorio correspondiente a 2012 que ha presentado la oenegé APDH hace referencia exclusiva a las muertes de inmigrantes que se producen en el Estrecho. “Las fronteras cerradas matan”, advierte la oenegé. Rafael Lara pone encima de la mesa los datos. “Por tercer año consecutivo han vuelto a aumentar el número de personas muertas o desaparecidas cuando intentaban llegar a España. Hemos pasado de los 138 muertos o desaparecidos en 2010, a 198 en 2011, alcanzando los 225 en 2012. Y se trata tan sólo de los datos que desde la APDHA hemos podido contrastar. No es ocioso el señalar, aunque sea una coletilla, que la verdad de esta demencial escalada de personas que pierden la vida nunca se sabrá y será con toda seguridad mucho más elevada que los datos que proporcionamos. No es casual que la mayoría de las personas detectadas lo sean en el intento de alcanzar la península desde Marruecos (156 personas), ni que apenas podamos proporcionar datos de las muertes producidas en el desierto del Sáhara. Una ONG de gran credibilidad, la UIA de Ámsterdam que hace un seguimiento de los muertos en Europa por el fenómeno migratorio, coloca en su mapa una gran interrogación en el desierto del Sáhara. Los inmigrantes que llegan a Ceuta aportan algunos testimonios sobre la situación que ha marcado esos periplos clandestinos. El pasado 17 diciembre 9 inmigrantes mayoritariamente congoleños y dos niños permanecieron varias semanas bloqueados en la tierra de nadie que separa las fronteras marroquíes y mauritanas. Marruecos los expulsó, Mauritania los rechaza y tuvieron que esperar en medio del desierto hasta que pudieron regresar. Las oenegés hablan de que al menos 300 personas han sido abandonadas por las autoridades marroquíes en 2012 en la frontera mauritana.
El problema actual
En el CETI
El problema del asilo y las bolsas de retención
La situación en el CETI está medianamente normalizada. Desde los últimos motines provocados en el centro y que se extrapolaron incluso a las calles de la ciudad no se han vuelto a producir enfrentamientos relevantes. No obstante sigue habiendo tensiones, vinculadas sobre todo a la ralentización en las salidas de subsaharianos tanto del CETI de Ceuta como de Melilla. Mejor dicho, de un grupo concreto de subsaharianos, aquellos que han solicitado asilo y que ven más complicada su marcha en detrimento de otros grupos recién llegados. En el de Ceuta los antiguos llevan más de año y medio en el centro del Jaral, en Melilla los hay que llevan casi tres años. Las oenegés denuncian el trato discriminatorio, algo que ha sido advertido incluso por el Relator de la ONU. Siguen prevaleciendo los criterios policiales y las tensiones son cada vez más evidentes en el campamento.
La situación al otro lado
Nuevos campos de refugiados y detenciones masivas
Marruecos y Argelia llevan a cabo las políticas de contención que reclama Europa. Políticas que, sin embargo, olvidan algo básico como los derechos humanos que la vieja Europa dice defender. Las oenegés se dedican a recoger los testimonios de las víctimas de estas detenciones para que, cuando menos, se sepan y calen en la conciencia colectiva. El pasado 9 de octubre se produjo una deportación a la frontera argelina. Los inmigrantes fueron interceptados de una embarcación que se diría de Nador a Melilla, tras cinco horas a la deriva. Eran 30 subsaharianos de Malí, Congo y Senegal, entre ellos 6 mujeres una de ellas embarazada y un bebé de 13 meses. Fueron abandonados en medio del desierto (mujeres, hombres y bebés) y rechazados por las fuerzas argelinas mediante disparos de advertencia. Comenzaron a andar para volver a Marruecos durante 9 horas entre el frío de la noche y la falta de alimentación y agua que la policía marroquí les había negado. Finalmente consiguieron llegar a Nador, donde la embarazada perdió a su hijo y el bebé tuvo que ser hospitalizado en grave estado. Es un ejemplo de las más de 2.000 personas reconducidas a la frontera argelina en 2012 en condiciones inhumanas.