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La verdadera personalidad de Ceuta

Desorientados, desconcertados, así están la mayoría de los integrantes de una sociedad que ha perdido el sentido de la vida y su significado.

Es fácil en este estado ser presa de ideales contrarios  a la vida y de ideas doctrinarias y fanatizadas que prometen llenar ese enorme abismo que se ha abierto entre nuestra existencia y el cosmos. Hay que ofrecer, sobre todo a los jóvenes, un sentido, un mapa, que les permita entender que la vida es un camino en la búsqueda de la bondad, la verdad y la belleza. Es un camino difícil y duro, donde no hay atajos que tomar para llegar a la meta. La recompensa de este esfuerzo es el pleno despliegue de nuestro potencial y conseguir una vida  acorde a la condición humana.
Decía el gran escritor alemán Goethe que “el espíritu humano avanza de continuo, pero siempre en espiral”. Esta forma geométrica, muy presente en la naturaleza, nos permite crecer tanto en el plano interno como en el externo, así como en una dirección hacia afuera como hacia dentro. Permite la transformación en algo nuevo y distinto, sin que ese cambio modifique nuestra forma exterior. Para que esta espiral no se malogre es necesario que crezca de manera armoniosa y rítmica. Y esto se consigue, según comentaba Rudolf Eucken, contraponiendo “la expansión por medio de una concentración, y la extensión en amplitud por medio de una tendencia a la profundidad, con lo cual la vida podrá recobrar de nuevo su equilibrio”. El centro de esta espiral es la vida espiritual, que une a las personas mediante sentimientos y emociones tendentes al amor, la sabiduría y el arte. Todas nuestras fuerzas, individuales y colectivas, se deberían dirigir a la consecución de esta vida espiritual que otorga la posibilidad de alcanzar un vida total, verdaderamente sustancial.
La lucha que tenemos frente a nosotros no es sólo contra los terroristas fanatizados. Es una lucha por una vida digna, plena y rica que busca la perfección de los seres humanos y la elevación de la naturaleza humana hacia los dominios de la ética, la espiritualidad,  la cultura y el arte. Una lucha en la que no cabe la superficialidad ni la pusilanimidad y en la cual se persigue, en palabras de Eucken, “no solamente el bienestar del individuo, sino también la justificación de los derechos de la vida espiritual en el dominio de la Humanidad. Solo en tal respecto, ciertamente, alcanza nuestra vida una significación y un valor”.  
Durante muchos siglos la humanidad ha delegado en un ser supremo, bajo el nombre de Dios, la construcción de su vida espiritual. Pero esto ha terminado. La evolución de la conciencia humana nos lleva hacia un nuevo paradigma más integral, equilibrado y pleno. Como asegura Peter Watson, vivimos en otra etapa: “se trata de un mundo que ofrece muchas más maneras de encontrar sentido y plenitud, en lugar de la ortodoxia estrecha derivada de una abstracción desconocida y heredada”. La alternativa a la religión, en opinión de Watson, son la democracia y la cultura. A través de ellas podemos desarrollar nuestra capacidad innata, aunque subdesarrollada, de ser coparticipes y elementos productores de la vida y contribuyentes al aumento del dominio del espíritu.
En el artículo de la semana pasada expresamos nuestra idea sobre la dimensión espiritual y trascendente que tiene la naturaleza en sus magníficas y variadas manifestaciones. Un paisaje, ya sea submarino o terrestre, o una simple flor, para un alma sensible son manifestaciones de la eternidad que elevan y animan su espíritu. Uno llega a entender esto según se avanza por la senda del crecimiento espiritual, intelectual e imaginativo. Creemos que despertar este tipo de sentimientos emocionados, vivir experiencias de intensa unión con la naturaleza o despertar los sentidos debería ser el objetivo principal de la educación institucional y del propio proceso de autoeducación y crecimiento personal. La defensa de la naturaleza la entendemos, cada vez más, como una defensa de la vida, de lo sublime, de lo espiritual, de la plenitud y la totalidad. Nuestro papel, como decía Mumford, es el de guardianes de la vida. No nos queda otro remedio que luchar en el bando de la vida y la elevación espiritual del ser humano frente a tantos  adoradores del dinero y adictos al poder.
Muchas leyendas clásicas y medievales ubican en Ceuta la fuente de la eterna juventud o el árbol de la vida, cuyos frutos otorgan la eterna juventud, que no es otra cosa que la constante renovación de la vida. Aquí reside, en parte, la esencia de Ceuta. El árbol de la vida, como el resto de los mitos, son metáforas que nos pueden servir para reivindicar el valor del patrimonio natural y cultural de Ceuta. No son exclusivas de Ceuta, ya que se trata de metáforas universales, pero que en Ceuta son más aparentes y reconocibles. Esto hace de Ceuta y su entorno un lugar mágico y sagrado, con valor universal. Un punto de referencia para la renovación de la vida, la reeducación de la mente y la reconstrucción del planeta. Es la esencia espiritual de Ceuta, que ha estado siempre aquí  y que necesita los intérpretes necesarios para desvelarla.
Nada es casual, como decía el gran escritor alemán Schiller:  “No existe la casualidad, y lo que se nos presenta como azar surge de las fuentes más profundas”. Todo cobra sentido según se desarrollan nuestras vidas. Nacer aquí, sentir nuestras respectivas vocaciones, los amigos a los que conocemos y con los que crecemos juntos en el interés por la ethopolítica cívica, el conocimiento de esta tierra y el despliegue de nuestra espiritualidad. Algunas personas hemos confluido, como los dos mares, en un mismo punto, para contribuir a abrir las puertas hacia un nuevo paradigma, una nueva conciencia, más integral, plena y transparente como el mar que nos rodea. Cada uno estamos aquí para una misión, ayudados e impelidos por fuerzas profundas. Detrás de nosotros, ayudándonos y dándonos aliento, están muchos espíritus. Goethe, Whitman, Emerson, Thoreau, Geddes, Mumford, nuestros maestros, nuestros antepasados y familiares que hace tiempo se disolvieron en el ancho Océano de la eternidad. Estamos llamados a contribuir en esta misión, sin autoenaltecimientos, presunciones, vanidades o reconocimientos. El ego debe quedar atrás. Lo que algunos  experimentamos otros lo han sentido antes que nosotros, y lo hacen ahora en muchos puntos de la tierra. Somos contribuidores a una causa común con profundas raíces psicofisiológicas  y culturales. Nuestra recompensa ya la estamos disfrutando: gozar de una vida plena, efectiva, rica y digna. Una vida que merece ser vivida. Disfrutar de manera consciente de la luz, del paso de las nubes, del vuelo de las aves, de los colores del mar y la montaña, de los bosques submarinos, de la vida animal y del amor de nuestros familiares y amigos, es el mejor regalo que uno puede recibir de la vida.
“La belleza está en los ojos del que mira”, dice un pensamiento anónimo. Unos ven a Ceuta como una ciudad difícil y problemática, y no debemos estar ciegos a esta realidad. Pero es muy importante ver y apreciar la verdadera personalidad de Ceuta. Una personalidad arrolladora, mágica y sagrada que se muestra en algunos elementos que son únicos y que pocos llegan a conocer y valorar. Esta personalidad se encuentra dormida, como la figura del Atlante que conocemos como la Mujer Muerta. Nuestra tarea es despertarla. Y sólo pueden hacer esto quienes están verdaderamente  enamorados y familiarizados con los temas de Ceuta, con ese amor, como decía Geddes, “en que una gran intuición complementa el conocimiento y provoca su propia expresión más plena e intensa, para convocar las posibilidades latentes,  pero no menos vitales, que se abren ante él”. Nosotros intuimos que Ceuta tiene un papel importante que representar en la reconstrucción de nuestros paisajes, en la reeducación de nuestras mentes y en la renovación general de la vida. Creer en esta posibilidad es creer en Ceuta y en lo ceutíes. Al fin y al cabo toda ciudad no es otra cosa que la expresión del alma y del estado de ánimo de sus gentes. Si elevamos este ánimo y nos elevamos nosotros mismos hacia niveles superiores de entendimiento y espiritualidad, Ceuta desempeñará un papel relevante en la gran epopeya de la humanidad, como ya lo hicimos en el pasado.

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