La tristeza de la desunión

Ahí están; en las calles de la ciudad tremolando la bandera que no es la de la Nación, que no es la que significa la unión de todos los españoles en un mismo sentir, en el de hacer grande a España, sino que habla de disensión , de una nueva ruptura de la población, de un nuevo tiempo en el que los esfuerzos de todos se alejen de los objetivos que proporcionan grandeza y sinceridad a un pueblo para proyectarse en la vaciedad de unos postulados totalmente negativos.
Ahí están; se quieren hacer notar por medio de la algarada en lugar de hacerlo - porque ni saben ni quieren - en la calidad de su trabajo. Quieren levantarse apoyándose en el lenguaje de unas pancartas que no sienten porque no es el suyo.
Son los que siempre buscan el lugar cómodo, mientras otros se desgastan y hasta se rompen, allí donde es necesario soportar el mayor esfuerzo para levantar la seguridad de un país y conseguir la estima de todo el mundo.
Son los que no tienen en consideración ninguna otra cosa que no sea la propia satisfacción.
Son los que no quieren sentir, en sí mismos, el peso de la responsabilidad del trabajo difícil, que necesita ser bien hecho, sino que buscan escenarios en los que representar obras en las que se muestre el sufrimiento de otros.
No se debe admitir que ese sentir, exaltado y caprichoso, continúe su labor destructiva.
Es mucho lo que la realidad de España hizo sufrir a cuantos vivieron las tragedias de los años treinta del siglo pasado y de sus consecuencias posteriores. Entre ellos lo arreglaron como mejor pudieron, con deseos de ir adelante y conquistar el mejor bienestar posible para todos.
¿Con qué legitimidad se presentan ahora esos personajes, tratando de remover lo que ellos no han vivido y concluido?
Debe cuidarse, con el máximo interés, la labor del Gobierno de la Nación para evitar un mayor malestar del conjunto de la población.
La verdad no debe maltratarse nunca. Cualquier adulteración que de ella se haga puede llevar a consecuencias desastrosas, totalmente rechazables por el deseo de vivir en paz, sin intentos de deshacer el Estado de Derecho.
Se pide, una vez más, sensatez, buen juicio, seriedad y ausencia de caprichos. Que cada uno trabaje a fondo para llevar adelante a nuestra Nación y que no se fomenten aventuras que están fuera de lugar. La unión sincera de las gentes vale mucho y no debe intentarse su destrucción, sino fortalecerla, hacerla más noble y generosa.
Es necesario abandonar la rutinaria reacción a la defensiva y manifestar el desagrado que causa esa acción de violentar a la sociedad, que se está llevado a cabo por algunas personas y grupos radicales.
No se pide violencia de ningún tipo, sino claridad en la exposición de las ideas y petición de seriedad en la labor de llevar por camino seguro, entre todos, a España.
Es el compromiso que ya fue acordado y que es necesario cumplir con seriedad y honestidad por parte de todos, sin levantar barricadas ni falsas afirmaciones.
Nada hay más gratificante para el alma y beneficioso para la materialidad de la vida que trabajar, día a día, en el proceso continuado de ampliar y fortalecer amistad entre todas las gentes.
Ahí es donde toda persona debe estar y no en esas otras cosas que deshacen la unión y la paz entre unos y otros.