La antigua Gaceta de Madrid (actual B.O.E.), de cuya información me valgo, se inició como un periódico particular de la capital, propiedad de Fabro Bremudan que, tras su muerte en 1677, fue adquirido por el financiero Juan Goyoneche por 400 ducados; valiéndose del apoyo del rey Felipe V, compró su cabecera, derechos y privilegios que le fueron concedidos por cédula real. El periódico pasó entonces a tener carácter semioficial y se convirtió en el más importante publicado en Madrid. Comenzó a salir los martes y en él se recogían las noticias nacionales e internacionales; de ahí que estuviera sometido a cierta censura gubernamental y a un predominio informativo de los asuntos oficiales del Estado. Era gacetero mayor el canónigo Juan de las Hebas, predicador y capellán del rey.
Tras el robo de Gibraltar perpetrado el 4-08-1704 por la Escuadra anglo-holandesa, la Gaceta se convirtió en la principal fuente de información oficial sobre aquellos acontecimientos, que le era facilitada por el entonces Gobernador Militar del Peñón, marqués de Villadarias, que también lo había sido de Ceuta (1698-1702). Pero hubo otra información particular dada por el vicario y cura más antiguo que entonces había en San Roque, Gregorio Guerra, que informaba de forma directa al periodista Pérez de Ayala. La ocupación anglo-holandesa no se hizo pública hasta el martes día 12-08-1704, y precisamente fue dada por el cura Guerra, quien informó: “La Armada de los enemigos, después de haber dado diferentes bordos sobre las costas de Berbería (Marruecos) y algunos en las de Andalucía, se dejó finalmente caer sobre Gibraltar, y desembarcando más de 4.000 hombres embistieron la plaza y, aunque la guarnición cumplió como debía en su defensa, fue preciso rendirse el día 4 debajo de la honrada capitulación”. La Gaceta no informó hasta el día 19: “Los enemigos ofrecieron a los vecinos de Gibraltar (españoles), mantenerlos en la posesión de sus privilegios y haciendas; ninguno quiso quedarse, saliendo todos con sus familias a vivir bajo el suave dominio del rey nuestro señor”. Entonces las noticias tardaban en llegar a Madrid cinco días.
Pero aquella alevosa agresión cometida por Inglaterra contra España, no sólo tuvo como objetivo la ilegal ocupación de Gibraltar, sino que la Escuadra aliada intentó arrebatarnos también Ceuta por la fuerza, para poder dominar y controlar las dos orillas del Estrecho. Los aliados aprovecharon la debilidad de España cuando sus posesiones en América comenzaron a rebelarse, cuando la Escuadra española había quedado diezmada por el desgaste de la Guerra de Sucesión, nuestro país estaba también en guerra contra Portugal y hubo que enviar a aquella frontera grandes refuerzos, también a Cataluña, y las arcas de la Nación estaban esquilmadas por tantos esfuerzos de España por todo el mundo. Además, los ingleses se valieron de un triple engaño, impropio de un país civilizado, que puso de manifiesto sus malas artes en el concierto internacional. El primero, contra su propia aliada Holanda, porque la flota conjunta estaba comandada por el Príncipe holandés Hesse-Darmstadt y el Almirante inglés Rooke. Su objetivo, según lo pactado, era conquistar el Peñón y luego entregárselo al Archiduque Carlos de Austria, donde éste se proclamaría rey de España, cuya corona disputaba a Felipe V tras haber fallecido el rey Carlos II sin dejar descendencia. Conforme a lo pactado, tras ocupar Gibraltar, el príncipe holandés izó la bandera holandesa; pero el Almirante Rooke corrió a arriarla y, en su lugar, hizo ondear la de Inglaterra, proclamando que a partir de entonces el Peñón pertenecía a su país. La escuadra anglo-holandesa estaba formada por 34.000 hombres, 61 buques, 4.000 cañones con 20.000 disparos que efectuaron, frente a sólo 100 españoles que defendían la Roca. Es decir, comparando las fuerzas, realizaron la “gran proeza” de luchar 340 anglo-holandeses por cada uno de los españoles que defendían la Roca. Así, con tan abrumadora potencia aliada, a los pocos españoles no les quedó más remedio que rendirse. Esa forma tan facinerosa de actuar en su rapiña sobre Gibraltar, con violación flagrante de las más elementales normas del Derecho Internacional, en lugar de dar a Inglaterra honor y gloria, lo que dejó al descubierto ante el mundo fueron sus malas artes, que ha perpetuado hasta hoy al empecinarse en desobedecer las numerosas Resoluciones de la ONU ordenando la descolonización del Peñón en favor de España. Lo que no deja de ser un descrédito y una deshonrosa vergüenza.
El primer engaño inglés lo cometió con su aliada Escuadra holandesa. Según acordaron previamente, el Príncipe Hesse-Darmstadt, tras haber ocupado el Peñón, enarboló la bandera de Holanda. Pero el Almirante inglés, Rooke, corrió a arriarla e hizo ondear la enseña inglesa, declarando que Gibraltar, a partir de entonces, sólo pertenecía a su país. Y, no conforme los ingleses con haber utilizado tan malas artes con la flota holandesa, se rieron luego de los marroquíes, porque, aprovechando que éstos tenían cercada por tierra a Ceuta y que los españoles llevaban ya nueve años soportando el cerco, urdieron engañar al rey de Marruecos, Muley Ismail, para que les ayudara a tomarla, proponiéndole una triple alianza anglo-holandesa-marroquí con la falsa propuesta de forzar a Ceuta a rendirse para luego entregársela a Marruecos, a cambio de que éste les facilitara caballos y víveres que necesitaban para la recién usurpada Gibraltar. La estrategia consistía en que Marruecos redoblaría sus ataques por tierra, apoyado por mar por la escuadra anglo-holandesa que bombardearía la ciudad con su potente artillería naval. El rey marroquí, ante la suculenta presa que creyó le iban a servir en bandeja, mordió el anzuelo, se sumó a la alianza y empezó a frotarse las manos enviándoles a los anglo-holandeses los víveres y caballos que necesitaban con la fragata británica Learek llegada al efecto a Tánger. Los marroquíes sitiadores estaban que no cabían de contentos. Segundo engaño inglés.
Así las cosas, el 12-08-1704, sólo unos días después del latrocinio cometido contra Gibraltar, no colmada la insaciable codicia inglesa, quisieron reírse también de los españoles que defendían Ceuta en lo que hubiera sido su tercer engaño inglés. Varios buques de la flota aliada entraron en el puerto ceutí y, a través de Baset Ramos, Marqués de Cullera, que traicionó a España, intimidaron al Gobernador de Ceuta, Marqués de Gironella, para que les entregara inmediatamente la plaza, prometiéndole que, si lo hacía, obligarían a retirar el sitio marroquí que Ceuta llevaba sufriendo desde 1695, y que luego duró más de 30 años. Pero la arrogancia y altivez inglesa esta vez se topó de frente con el valiente Gobernador ceutí, que tuvo lo que todo militar tiene que tener, y con gran gallardía, entereza y dignidad, no permitió que atracara en el muelle la lancha con la que se le enviaba la orden de capitulación; y, además, le hizo llegar un categórico comunicado suyo con el Juez de la plaza, Guevara de Mendoza, advirtiéndoles: “No reconozco otro dueño que al Rey que me entregó Ceuta para su defensa, y por ella moriré primero entre sus ruinas antes que dejarla en otras manos ni que se vea señoreada de otros estandartes; y no se me vuelvan a hacer más proposiciones sobre semejante materia, porque además de no volverlas a oír, experimentaría mi firme resolución”. Todo el pueblo de Ceuta se unió a su Gobernador. Hasta el Obispo, Vidal Marín, ordenó a los eclesiásticos que empuñaran las armas en defensa de la plaza. Y, ante la contundente firmeza de Gironella, los aliados no tuvieron más remedio que retirarse. El heroico y leal Gobernador enfermó y falleció el 4-10-1704 de muerte natural. Pero esta vez el orgullo y la soberbia de los ingleses no pudo con el indómito valor de los españoles. Creo que Ceuta le debe mucho al marqués Gironella. En cuanto les enseñó los dientes, la Escuadra anglo-holandesa abandonó Ceuta a toda máquina.
La Gaceta de Madrid del 19-08-1704 resaltaba la férrea y heroica resistencia de Gironella y todo el pueblo ceutí, bajo el título de “Gobernador meritísimo de Ceuta”. En su nº 9, página 36, de 3 de marzo, recogía textualmente: “Por noticias seguras de Tánger y desertores de Gibraltar, se ha sabido que, habiendo pasado el Alcayde Alí Benabdalá a Mequinez con un enviado de la reina de Inglaterra que desembarcó en el Puerto de Tánger, tuvieron diferentes conferencias con el rey Muley Ismail…, de lo que resultó mandar pasar muestra de toda gente militar que tenía pronta para venir en persona el mismo Rey a la toma de Ceuta; y con tanta confianza, que sin cautela alguna publicaron los moros que vienen a ganarla con el sufragio de la Armada inglesa…Y con estas órdenes llegó el Alcayde Alí a Tánger, a quienes envió el Príncipe Daemstardt a cumplimentar con un Ingeniero de toda satisfacción, y para que registrase el sitio de Ceuta… El Príncipe Darmstardt, habiendo visto los ataques de los moros, les dijo que muy fácilmente les daría él industria para que por tierra se ganase Ceuta, porque por mar era inexpugnable”. Pero toda su euforia se les fue al traste, cuando los ceutíes hicieron cumplir el lema que tenían colocado a la entrada a Ceuta por el Cristo del Puente: “Muertos sí, vivos no”. De su valor y heroísmo, junto con el del Gobernador, dependió que Ceuta siga siendo española.
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