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La tía Julia de Mario

El Nobel Vargas Llosa ha escrito, como se sabe, novelas memorables y celebradas que están en el ánimo del buen lector. Pero cuando se citan casi nunca se hace alusión a “La tía Julia y el escribidor”. Quizá sea considerada algo así como una obra menor por la crítica especializada. Debo decir que en esta novela se ve con meridiana claridad el gran fabulador y contador de historias que Vargas Llosa es. Posee la capacidad de aunar realidad y ficción, cuenta la realidad con materiales de la ficción, despertando y manteniendo así la atención del lector. La versatilidad del escritor peruano se muestra palmaria en “La tía Julia”. El mismo Vargas Llosa ha defendido que la novela no es más que la suplantación de la realidad por otra radicalmente acorde con las leyes de la ficción, la llamada ‘verdad literaria’. Vargas Llosa toma materiales de la realidad y los reelabora a su conveniencia. Escribe el crítico Sánchez-Ron que “tiene el don de cabalgar con igual gracia entre lo imaginado y lo real”. Nada más cierto se observa a medida que se avanza en la lectura de “La tía Julia”.
“La tía Julia” está estructurada en dos planos paralelos, planos que van avanzando a medida que vamos leyendo la novela, y está repleta de ‘episodios, experiencias y situaciones protagonizadas por un abanico de personajes’ de aquellos años de la capital del Perú, Lima. En los capítulos impares se cuenta la vida y milagros de personajes tomados de la realidad, incluido el autor de la novela, Vargas Llosa, y en los pares aparecen los “radioteatros”, productos de la mente calenturienta de Pedro Camacho, “el escribidor”, personaje, a su vez, tan real como los otros. La presencia de personajes reales es, pues, una constante a lo largo del libro. En sus páginas son citados el cantante Lucho Gatica, el actor español de aquellos años Doroteo Martí, los escritores el americano Frank Yerby y la española Corín Tellado. Uno y otra curiosamente se los prohibió leer, en la novela, Vargas Llosa a su tía Julia.
Digamos ya que la novela cuenta, por un lado, la pasión, el enamoramiento y el matrimonio del autor Mario Vargas Llosa, de 18 años, con su tía política Julia Urquidi Illanes, boliviana de origen y 12 años mayor que el autor Vargas Llosa y, también, personaje de la novela. Por otro lado, un personaje muy singular y característico llamado Pedro Camacho, “el escribidor”, boliviano como la tía Julia, fue contratado en la radio en la que trabajaba el jovencito de 18 años Vargas Llosa para escribir y poner en antena lo que llamaban “radioteatros”. Pedro Camacho –que tenía la rara obsesión de vilipendiar constantemente, en sus “radioteatros”, a Argentina y a los argentinos– escribía unos relatos barrocos, extraños y extraordinarios de los que casi resulta imposible contar o hablar en voz alta dado su audacia y retorcimiento literarios. Este tal Pedro Camacho vivía por y para escribir sus “radioteatros”, llegando a sufrir una especie de enajenación ‘literaria-teatral’ que le hizo cruzar tipos de un radioteatro a otro, les cambiaba los nombres, enredaba los argumentos, llegando a convertir todas las historias en una. Todo ello viene ‘sazonado’ con un vocabulario tan ‘rico y exigente’ que es indisoluble de lo que en los relatos se cuenta. No es ocioso decir que la lectura de los “radioteatros” del “escribidor” Pedro Camacho exige del lector una morosidad mayor que las páginas dedicadas al romance con la tía Julia.
En la novela, Vargas Llosa hace alarde de términos y expresiones pertenecientes al vocabulario americano-peruano, tales como, y a título de ejemplos: “En mi delante riñó a su flamante colega”; “había osado decir en su delante”; “radiola a todo volumen”; “ejercicios riesgosos”; “mejillas chaposas”; “volviendo locumbeta”; “escobilla de dientes”; “estaba merodeando los doce años”; “búsquese otro manso”; “calma, no me hagan cargamontón”; “la chica tuvo al peladingo”; “¿está soñada o ya muerta?”; “el chófer no tenía gata”. Y otros muchos que hacen de la novela un catálogo de americanismos que enriquecen no sólo al texto, sino al lector no habituado a estos términos.
Julia Urquidi Illanes, personaje protagónico de “La tía Julia”, años después de haberse divorciado de Vargas Llosa, que casó seguidamente con su prima Patricia, su actual esposa, escribió un libro, difícil de encontrar, titulado “Lo que Varguitas no contó”. La tía Julia falleció en marzo de este año.
Para finalizar, si quiere, amable lector, relajarse y disfrutar de una buena lectura lea “La tía Julia y el escribidor”. Cuando llegue a la palabra fin sentirá dentro de sí un sentimiento extraño que tendrá dificultades para identificar. Parece que la novela constituye, digamos, un ‘desahogo’ de Vargas Llosa. Quizá sintió la imperiosa necesidad de escribirla. Acaso sea un homenaje a todo inolvidable primer amor. Léala.

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