He de confesar que como norma general, suelo evitar las relecturas, excepto con contadas excepciones. Lo que sí se me ha hecho costumbre es releer cada cierto tiempo algunas obras clásicas, o algunas otras que yo considero fundamentales. Ya sé que a menudo releer una obra te puede permitir descubrir otros matices que en su momento pudieron pasar desapercibidos al lector, pero en otras muchas ocasiones, volver a enfrentarse a una lectura que se leyó con entusiasmo a los veinte años puede resultar decepcionante, bien porque con la edad nos volvemos más resabiados, bien porque algunos textos no aguantan decorosamente el paso del tiempo. Por dicha razón, principalmente, es por la que prefiero guardar de algunos libros un buen recuerdo difuso, como se guarda de ciertos amigos.
De ahí que cuando se propuso en EL CLUB DE LECTURA de la Biblioteca Pública del Estado “Adolfo Suarez”, abordar la lectura de “LA SOMBRA DEL VIENTO” (Ed. Planeta, 2001) de Carlos Ruiz Zafón, despertara en mí ciertos sentimientos contradictorios, ya que leí la novela hace algunos años, coincidiendo con su publicación e influenciado por la gran popularidad que adquirió entre los lectores gracias al boca-oreja, y me dejó cierto regusto insulso.
Para aquellos que desconozcan la obra solo mencionar que fue el primer éxito de Juan Carlos Ruiz Zafón (Barcelona, 25 de septiembre de 1964) , que ganó varios premios a nivel mundial (Premio Fundación José Manuel Lara, Prix de Sait Emilion en Francia, Gumshoe Award en Estados Unidos, Premio de los Lectores en Holanda, …) y se convirtió al poco tiempo en uno de los libros más vendidos y traducidos de todo el mundo. Fue el punto de partida de una serie al que le seguirían otras tres novelas mas: El juego del ángel (2008), El prisionero del cielo (2011) y El Laberinto de los Espíritus (2016).
A modo de somero resumen podemos referir que el relato está ambientado en una lúgubre Barcelona de posguerra en la que nos topamos con un muchacho, Daniel Sempere, el narrador-protagonista, huérfano de madre y al que su padre conduce una mañana del año 1945 a un misterioso lugar oculto en pleno corazón de la ciudad; el cementerio de los libros olvidados. Allí Daniel encuentra un libro que cambiará el rumbo de su vida, la obra titulada como “La sombra del viento” y escrita por un escritor desconocido y enigmático llamado Julián Carax. La novela y el autor pronto acaparan toda la atención de Daniel, que se lanza a indagar sobre sus orígenes. Todo ello lo conducirá a toparse con personajes sorprendentes, extravagantes y perversos, entrando así en una espiral de peripecias, intrigas y secretos que lo llevan a deshilar la historia poco a poco a lo largo de sus más de quinientas páginas.
Como suele ocurrir indefectiblemente entre los miembros del Club de Lectura, en la reunión encontramos tantas opiniones y tan dispares que avivaron desde el principio la conversación y el debate, eso sí, argumentando convenientemente cada uno de nosotros nuestras apreciaciones. Mientras que para algunos de nosotros no es sino una novela del montón (entono el mea culpa), con un estilo que a menudo se torna inverosímil e impostado, a los que les parece inexplicable que haya tenido tanto éxito de ventas, achacándolo sin duda a cuestiones “extraliterarias” y que muy probablemente tienen más que ver con el marketing que con sus dotes prosísticas, para otros, por el contrario, se trata de una magnifica obra entroncada con la mejor novela decimonónica de ecos costumbristas a la manera de Dickens o Galdós, repleta de poéticas descripciones , de profundas reflexiones y de frases dignas de ser subrayadas, que trata grandes temas como la amistad, el poder o el amor.
En lo que la mayoría sí nos mostramos de acuerdo, más allá del gusto literario de cada cual, fue en que en cierto sentido se trata de una novela de novelas, es decir, congrega en sus páginas multitud de géneros y códigos narrativos diferentes, es, cogiendo prestadas las palabras del propio narrador “[…] una de esas muñecas rusas que contiene innumerables miniaturas en su interior” (pag.19).
En efecto, y a poco que nos asomemos a su lectura, podemos detectar diferentes géneros que se entremezclan sin orden aparente, con ecos de la novela policiaca, la novela filosófica, la tragedia clásica, novela histórica, etc. El autor, a través de un eje genérico vertebrador con tintes de novela folletinesca ( con personajes maniqueos, lances exagerados, historias inverosímiles…) , y gótica (ambientes tenebrosos y oscuros con elementos sobrenaturales y personajes misteriosos) nos adentra en una estructura laberíntica, que además está repleta de digresiones en las que se agolpan multitud de recuerdos, reflexiones y anécdotas, que nos conduce a través de la acción. Es, asimismo, una novela de gran ritmo, entretenida, bastante bien escrita, y con una trama urdida de forma inmejorable a través de una excelente técnica literaria, que en ciertos pasajes nos hace evocar fórmulas cinematográficas (debido, sin duda, a la labor de escritor de guiones que ha estado desempeñando el autor durante tantos años en Los Ángeles). Otro gran acierto de la novela se encuentra en sus personajes secundarios, que son los que verdaderamente resultan más interesantes al lector, y sobre todo el personaje de Fermín, el atolondrado amigo de Daniel, vagabundo estrafalario y de buen corazón que a pesar de ser el más disparatado y sobreactuado de todos los personajes de la novela, es a través del cual salen a relucir los pensamientos más profundos y las verdades más universales ( y que nos recuerda en ocasiones vivamente al protagonista de “El misterio de la Cripta Embrujada” de Eduardo Mendoza). Pero quizás la clave para poder acercarnos a la técnica narrativa de Carlos Ruiz Zafón y entenderla en su medida, nos la brindó nuestro compañero Ilias, lector entusiasta de este autor, al hacernos reparar en que Ruiz Zafón utiliza en las novelas de esta tetralogía los mismos esquemas y el mismo canon empleado en sus novelas juveniles, llenos de elementos quiméricos y fantásticos, quizás con la velada pretensión de reenganchar a sus antiguos lectores.
Hemos de reconocer, pues, que se trata de una novela entretenida, cuya principal virtud reside en que consigue arrastrar al lector con la fluidez de su prosa y sus diálogos, y conducirlo a través de numerosos misterios, oscuras historias de familia, amores trágicos, venganzas y asesinatos, hacia un final en el que están abocados a converger los protagonistas del relato. Es, pese a todo, una novela de esas que merece la pena tomarla de la estantería y sentarse a leerla (o releerla) sin prisas, con todo sosiego.
Tras un largo paréntesis, esta semana pasada se han vuelto a reanudar las reuniones del Club de Lectura que acoge la Biblioteca Pública del Estado Adolfo Suarez. Tuteladas por José Antonio Alarcón y coordinadas por nuestra queridísima Rosa Ramón, nos hemos vuelto a reunir los viejos amigos, y algunos nuevos, entorno a una mesa (y algún que otro trozo de tarta) para conversar y disfrutar de uno de nuestros “vicios” más confesables... los libros.
En el Club aunamos la experiencia de leer al placer de poder compartir nuestras reflexiones con los demás miembros del grupo, enriqueciéndose así la percepción que inicialmente podíamos albergar de una obra con los matices que nos brinda la tertulia. Para aquellos que no sepan cómo funciona nuestro Club de Lectura solo decir que el mecanismo es fácil: se propone un libro, se acuerda el plazo de lectura y después se discute una vez reunidos. Constituye además, una valiosa herramienta para abrirnos las puertas a nuevas lecturas, que posiblemente, no afrontaríamos por nosotros mismos. Así pues, solo queda animarse y acercarse a una de nuestras reuniones. Para la del mes que viene se ha elegido la novela ‘Las leyes de la frontera’ de Javier Cercas. Os esperamos.
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