El delegado del Gobierno hacía balance ayer de la OPE. Lo hacía para dar datos sobre lo vivido en estos últimos días, caracterizado por la llegada de miles de vehículos buscando el puerto que no habían elegido en la fase de ida. En esa comparecencia hubo espacio para reconocer algo que, creo, hemos visto todos, el estado en que se encontraba la explanada de Juan XXIII. Utilizada, de manera acertada, para evitar el colapso que se podía haber producido en toda la ciudad, bien es cierto que allí se produjo una “situación no deseada”, como la definió el delegado. Una situación así porque la explanada carecía de unos servicios mínimos como urinarios (sólo había uno para todos) o un toldito a lo militar, como el que se ha colocado en la Feria de Día. Yo particularmente me sentía rara cuando veía las fotos de las plazas céntricas en donde se celebró la fiesta con esos protectores tipo camuflaje que los militares colocaron en cuestión de horas, mientras que en la famosa explanada a nadie se le ocurrió emplear esas mismas horas en colocar otros similares. Son detalles de peso, que a muchos nos ha impactado, y a los que, a su manera, se refirió también el delegado porque, sencillamente, nadie con uso de razón puede convencer a la ciudadanía diciendo que aquello estaba bien. Las autoridades no han tenido las luces que debieran en este punto concreto, y no miro sólo a los que integraban el dispositivo de la OPE, que quizá estaban demasiado obsesionados en saber cómo controlar la avalancha de magrebíes y frenar las tensiones que se produjeron y que podían haber terminado peor. Miro también a la Ciudad que, fíjense el detalle, no dudaron en colocar contenedores de todos los colores para salieran en la foto en plan ‘aquí reciclamos’, cuando luego venía un solo camión de la basura para mezclar todo en uno. ¿Si cuidó ese detalle, no se dio cuenta de la necesidad surgida en la otra punta?
De la llamada fase crítica se ha dicho mucho ya. Al delegado solo le faltaba ayer ofrecer los datos que ayudan a hacerse una idea de lo que hemos vivido. Pena que Caballas, que tan bien ha formulado algunas críticas, siga perdiendo el tiempo en pagar su enfrentamiento particular con el mandamás de los Reyes enviando notas en las que no llevan razón. Si hicieran un esfuerzo en saber cómo se ha llevado la OPE, en hablar con quienes han cortado el bacalao (que son más que el delegado con el que está claro tienen una obsesión tan clara como la luna de miel que mantienen con don Juan y compañía) quizá habrían medido más su interpretación de lo sucedido.
Empieza septiembre, confiemos en que el nivel de la clase política sea mejor que el del patio de un colegio.