Categorías: Tribunales y justicia

La (sin) razón del crimen

La Acusación eleva la petición de penas de cárcel para Yassni Z., el marroquí nacionalizado suizo que apuñaló hasta casi arrebatarle la vida al policía nacional, Juan Ferrer. La clave está en saber qué fue lo que movió la actitud criminal en un hombre de currículum brillante.

¿Qué es lo que motivó que en la madrugada del 15 de septiembre de 2012 Yassni Z. atacara brutalmente hasta casi quitarle la vida al policía nacional Juan Ferrer en el complejo rural ‘Miguel de Luque’? Depende de la respuesta que concrete el tribunal de la Sección VI de la Audiencia Provincial, que ayer dejó el caso visto para sentencia, se dictará una sentencia con mayor o menor pena carcelaria. La clave está en saber si Yassni, todo un experto en artes marciales, jefe de seguridad de la embajada suiza en Argelia, licenciado en Derecho y con una trayectoria profesional intachable, actuó de esta forma tan violenta como consecuencia de la patología mental que sufría desde 2002 y por la que había sido tratado e ingresado en Suiza, o como un burdo ejemplo de falta de respeto a las más mínimas normas de convivencia.
Durante las distintas sesiones judiciales el tribunal ha podido observar a un acusado con una actitud hierática, a veces incluso ausente; también ha podido escuchar las declaraciones de policías, de la propia víctima -destrozada tras las lesiones sufridas-, y ayer mismo del equipo de forenses que trataron a Yassni nada más ser detenido.
Al acusado se le practicaron dos informes. El primero, a los pocos días del suceso, recogió el testimonio de una persona que contestaba lo que quería y que a ojos de los profesionales que le entrevistaron no hizo pensar que “sufriera un trastorno” o que estuviera bajo los efectos de un brote psicótico. De las pruebas que se le hicieron tan solo se dedujo que había consumido cannabis, nunca se halló rastro de cocaína a pesar de que en su testifical el acusado declaró haber estado consumiéndola además de beber durante días y días sin cesar.
En base a los datos de que pudieron disponer los forenses y teniendo en cuenta los antecedentes de los que fueron informados por parte de los médicos que le estuvieron tratando en Suiza, su conclusión llegó a concretar que la noche del brutal ataque a Ferrer, Yassni Z. mostraba un comportamiento “extraño”, “desorganizado” y “no propio de una persona de ese nivel”, es decir, de alguien que, por su currículum, presentaba una formación educativa y cultural amplia.
El consumo de alguna sustancia o algo externo tuvo que influir para que Yassni estuviera a punto de arrebatarle la vida al agente del CNP cuando éste le descubrió robando en el interior del bar de las cabañas. Quedaron serias dudas de qué pudo provocar esa acción tan criminal, qué pudo ser el detonante para que antes de coser el cuerpo de Ferrer a puñaladas incluso se adentrara en otra cabaña para hacerse con dos cervezas y un cigarro, abandonando después el lugar. “Eso no es algo normal”, aclararon los forenses, encuadrando dicha actitud no en una persona que estuviera completamente enajenada pero sí “descontrolada”, viéndose incapaz de inhibir su comportamiento.
Esa situación de descontrol, ¿pudo hacer que Yassni sufriera una amnesia, a tenor de que nada dice recordar del periodo concreto en el que apuñaló a Ferrer? Los profesionales fueron muy claros, sufrir un cuadro de amnesia total resulta muy difícil de acreditar. Si el acusado se hubiera encontrado bajo un ciclo extremo de su enfermedad pudiera haberse dado en parte, pero dejaron claro que de haber estado en ese estado se hubiera detectado en la primera exploración que se le practicó nada más ser detenido. Y no. El acusado no estaba bajo los efectos de un brote, pero sí fue capaz de adoptar una actitud sin explicación, sobre todo en una persona acostumbrada en su trayectoria profesional a respetar la ley, las mínimas normas de convivencia para, ahora, quebrarlas de esta manera tan radical.
El caso al que se enfrenta el tribunal de la Sección VI es complejo porque compleja ha sido la actitud mostrada por Yassni, difícil de evaluar a la hora de contemplar la existencia de atenuantes. Nadie duda sobre la autoría de los hechos, pero la clave está en intentar saber qué fue lo que hizo saltar la chispa para que el acusado adoptara una conducta tan criminal. Ni el propio Yassni se oculta. Ayer, cuando el magistrado Fernando Tesón le concedió la oportunidad de decir unas últimas palabras, éste expresó su pesar tras escuchar las declaraciones del agente, tras ver el estado físico y psicológico en que había quedado, al ver, en definitiva, el resultado de la acción que cometió aquella noche. El acusado la atribuyó a “mi enfermedad”, diagnosticada y por la que ha estado recibiendo tratamiento desde el año 2002. Pidió disculpas por el mal causado, insistió en que no fue consciente de lo que hizo, recordó que él tenía antes una vida, con sus 4 hijos, una buena familia, un buen trabajo... pero que todo se truncó cuando se puso enfermo.
Durante cuatro jornadas de sesión judicial se ha pretendido aclarar unos hechos que tuvieron una importante repercusión mediática ya no solo por el brutal ataque sino, también, por el estado en que quedó la víctima, un agente del CNP reconocido por su trabajo a pie de calle, muy vinculado a Ceuta, que ahora se ve imposibilitado siquiera para poder atarse los cordones de los zapatos. La inmovilidad de una de sus manos amén de las cicatrices que le han quedado en el pecho y en el cuello (ésta es la que estuvo a punto de matarle) son el reflejo físico bajo el que se encuentra otro psicológico aguantado tanto por él como por su esposa.
El letrado de la Acusación Particular, Francisco José Rivera, mantuvo las penas de prisión solicitadas antes del juicio, que se traducen en 15 años de cárcel, 12 por tentativa de homicidio y 3 por robo con violencia, a lo que añade 200.000 euros por los daños físicos aunque también reclama que la Sala tenga en cuenta los morales.
Por su parte el Ministerio Fiscal sí que elevó las penas que inicialmente había plasmado en su escrito de calificación inicial, reclamando 13 años de cárcel, de los que 4 son por robo con violencia y 9 por tentativa de homicidio. A esto añade 9 años de prohibición de acercamiento al complejo ‘Miguel de Luque’ y 18 a la persona de Juan Ferrer. Reclama una responsabilidad civil de 135.553 euros y contempla la existencia de una agravante por abuso de superioridad, eliminando la atenuante que se había contemplado inicialmente.
La Defensa por su parte, representada por el abogado Abselam Abderrahaman, reclamó de la Sala una sentencia justa después de haber sido testigo de las distintas sesiones judiciales en las que se ha podido evaluar y valorar la personalidad del acusado.

Acusación Particular: “Hubo intenciones homicidas”

El letrado de la Acusación Particular, Francisco José Rivera, entiende que el acusado era consciente de todo lo que hizo y que habría actuado de esta forma movido por el robo de dinero que sufrió antes del crimen. Ese “móvil económico” le habría llevado primero a querer robar dentro del bar de las cabañas, a intentarlo en otro bungalow y a atacar al agente cuando éste le sorprendió en plena acción delictiva. El abogado que representa los intereses de Juan Ferrer no dejó lugar a duda de la existencia de “intenciones homicidas” ya que la primera puñalada que asestó fue directa a la yugular, la segunda, fue dirigida al corazón pero el policía nacional interpuso la mano frenando el golpe directo. Además la fortuna hizo que una de las puñaladas ‘topara’ con una costilla evitando que el resultado fuera a más. El motivo que, a ojos de la Acusación, perseguía Yassni Z. era que “nadie le pudiera identificar”, pero el agente Juan Ferrer aguantó con vida, primero gracias a las atenciones de su mujer y, después, a la rápida intervención a vida o muerte que le fue practicada en el Hospital Universitario. A ojos del letrado ni hubo brote alguno ni puede existir un atenuante por su enfermedad, considerando que actuó por sorpresa no achacable a otros padecimientos, tomando como referencia el primer informe médico forense.

Defensa: “Algo falló porque no hay justificación a su conducta”

La Defensa, representada por el abogado Abselam Abderrahaman, fue crítica con la elevación de penas solicitada por la Fiscalía que llegó a tildar de “desproporcionada”. “Mi cliente está arrepentido”, explicó, detallando que nadie, tras las sesiones de juicio oral celebradas, ha podido aclarar por qué pasó lo que pasó. “Ni él encuentra justificación razonable a los hechos”, destacó. “Algo ha fallado”, dijo, “no hay justificación a su conducta”. La Defensa pidió que su cliente fuera absuelto del delito de robo con violencia al no haber pruebas suficientes para enervar su presunción de inocencia, criticando que, por ejemplo, ni hubiera declarado el responsable del bar para aclarar los daños que habría sufrido. Abselam insistió, respecto a la tentativa de homicidio, que algo tuvo que pasar aquella noche para que ocurriera tal ataque, entendiendo que su cliente tomó alcohol además de otras sustancias. “Estaba en una situación que le impedía actuar con normalidad. Esa noche algo pasó, sus conductas apuntan a algo anormal porque este hecho no responde a una persona en su cabal juicio”, dijo. El letrado pide que se le aplique la eximente por alteración debido al brote que tuvo que sufrir. “Algo hizo que le agudizara” su estado. Al tribunal tan solo le pidió que dictara una sentencia ajustada.

Fiscalía: “El acusado fue plenamente consciente” de lo que hacía

El Ministerio Fiscal dejó claro en su informe que no cabe duda alguna de la autoría de los hechos, vinculando la  acción criminal de Yassni Z.a la obsesión que tenía después de haber sido robado y considerando que la posible causa del ataque contra Ferrer pudo ser su interés por “eliminar” a la persona que le había sorprendido dentro del bar de las cabañas robando. Destacó que en las pruebas toxicológicas que se le realizaron no aparece el consumo de cocaína y solo muestra el de cannabis. La agresión “constatada” la habría llevado a cabo el acusado sin estar bajo los efectos de intoxicación alguna o enajenación mental. La Fiscalía entiende que concurre la existencia de un abuso por el empleo de un cuchillo jamonero y por el hecho de que el acusado sea una persona con “conocimientos específicos” y “especialmente entrenado”. A ojos del Ministerio Público, Yassni Z. fue “plenamente consciente” de lo que hacía y “capaz”, habiendo vulnerado las más elementales normas de convivencia social. Descarta la eximente derivada de que hubiera sufrido un brote y la atenuante de una conducta anómala al no haber existido consumo alguno de cocaína. La pena, terminado el juicio, ha sido de hecho elevada.

El guardaespaldas que terminó atacando

Sentado en el banquillo de los acusados, frente por frente al tribunal, ausente en varias de las sesiones y con un aspecto físico que nada tiene que ver con el que se toparon los agentes de la UPR que en la noche del 15 de septiembre de 2012 lo detuvieron oculto entre zarzales, con armas blancas en su poder, con el pecho desnudo y en un estado de agresividad claro. Yassni Z. es, hoy por hoy, un reflejo distorsionado del hombre fornido, con larga melena agarrada en una coleta, que había decidido alojarse primero en un hotel y después en las cabañas ‘Miguel de Luque’ tras llegar directamente de la península, dejando atrás su familia, vivienda y trabajo bien remunerado en Suiza.
¿Quién es realmente Yassni Z.? De él se ha conocido solo su faceta delictiva, la que mostró la noche en la que atacó a Ferrer. Pero atrás queda un currículum profesional intachable. Ha sido jefe de seguridad en la embajada suiza en Argelia, cargo que repitió en la sede de Naciones Unidas. Licenciado en Derecho Internacional, domina a la perfección 4 idiomas y es cinturón negro de kárate, a esto añade la formación que ha seguido en el Mossad (la todopoderosa agencia de inteligencia israelí). Su excelente formación le llevó a cargos de responsabilidad, a ejercer de guardaespaldas para figuras destacadas, a tener sobre sus espaldas la responsabilidad de dirigir departamentos de calado.
Todo eso quebró tras la pérdida de un gran amigo que le sumió en una depresión de la que ya nunca ha salido, al permanecer bajo tratamiento continuado y haber permanecido ingresado en centros especializados hasta en dos ocasiones. Ahora depende del tribunal el valorar cómo una persona así, con esposa y 4 hijos, con familia pudiente en Rabat, pudo terminar convirtiéndose en un delincuente más, capaz de apuñalar hasta casi la muerte a un agente del CNP al que, además, conocía por residir en el mismo complejo rural en el que se asentaba. Desde los hechos, permanece en prisión preventiva.

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