Opinión

La simbología que vivimos

El asesinato del embajador ruso en Turquía, Andrey G. Karlov, días atrás, en los tiempos de incertidumbre global que vivimos, originó cierta conmoción política internacional, y ha suscitado la retórica de la guerra. Una posible pero irrealizable tercera guerra mundial. Y otra, la guerra en Siria. Donde Rusia apoya el gobierno del Presidente Bashar al-Assad, y la débil e inestable Turquía apoya a los grupos rebeldes. Y entre ambas partes, el responsable del asesinato, el grupo jihadista Sirio, el Ejército de Conquista, y el motivo: el bombardeo de Alepo por parte de Rusia. Ya en la resaca de este acto terrorista, Turquía limpia las instituciones del estado, mientras Rusia se compromete con Turquía a luchar juntos contra el terrorismo y organiza una cumbre con Turquía e Irán para plantear el futuro de Siria. Un escenario tenso (Turquía en la órbita del Kremlin) para las alianzas entre Turquía y Estados Unidos y la OTAN. Y un escenario de terror para el paisaje cristiano y globalizado de la Navidad: el aniversario o conmemoración del nacimiento milagroso, y humilde, de Jesús. Con todo el significado que se desprende de su vida, de la “palabra de Dios”, para ser aplicado a los problemas del día a día y de la sociedad. Hay que decir que en la historia no hay determinación exacta de la fecha del nacimiento, y los evangelistas, San Lucas y San Mateo, no precisan fecha alguna. Es la Iglesia quien ha fijado la fecha del 25 de diciembre.

En este mismo paisaje navideño, en Alemania, la cuestión del terrorismo ha pasado a primerísimo plano. El atentado del 19 de diciembre sobre el mercado navideño en Berlín, abre el debate sobre la amenaza terrorista y la protección de unos ciudadanos alemanes no preparados sicológicamente para estos atentados. Inevitablemente la tristeza invadió Berlín. El Estado Islámico, considerado por Alemania como un enemigo exterior, ha reivindicado el atentado. Esta organización terrorista, enemiga de los Cristianos, ha reclutado en suelo alemán más de 800 personas para sus territorios en Irak y en Siria. De entre estas personas, unos dos tercios de nacionalidad alemana. El atentado ha sido un acto de terrorismo motivado por el jihadismo contra algo que forma parte de la vida nacional alemana: los mercados de Navidad. Una celebración, la Navidad, que es mayoritaria en todo el mundo. No solo por los billones de Cristianos que la celebran (la cristiandad ha crecido en zonas como África subsahariana y la región de Asia Pacífico), sino también porque ciudadanos de otras religiones la comparten, y otros la respetan. Aunque en países de mayoría musulmana como Arabia Saudita, Somalia y Brunéi, la celebración de la Navidad está prohibida.

El nacimiento de Jesús es un hecho crucial en el Nuevo Testamento, pero también es tratado como tal en el Corán, donde se da detalle de ello, sobretodo en el capítulo llamado María. De modo que la religión musulmana es la única religión no cristiana que cree que Jesús (llamado también en el Corán como “palabra de Dios”) nació milagrosamente de la Virgen María. Y en relación a este misterio, el símbolo del Pesebre es el más importante de la Navidad pero muy posiblemente el menos valorado, ya que la secularización de la sociedad ha reducido la identidad de éste. Es decir, la identidad de Jesús que nace en Belén, vive en Nazaret y muere en Jerusalén. Todo en un mundo de altercados y disputas. Pasando su infancia como refugiado en Egipto. Y acogiendo durante su vida a los discriminados.

Pero en el paisaje de la desacralización de la Navidad, parece que entramos en un tiempo especial de felicidad abstracta cargada de iluminaciones en las calles, fiestas, comidas, compras y reiteradas felicitaciones. En un mes de diciembre que marca, tras la lotería de “El Gordo”, el fin de un año desafiante. Y que da entrada a un nuevo año que nos puede traer la adaptación de la jornada laboral al siglo 21 y al resto de Europa. Con el horario regular de 9 a 6. Aunque ya hace tres años se recomendó el de 9 a 5. Así como la regularización de la zona horaria a la que pertenecemos, junto con Portugal y el Reino Unido, en una hora menos. Ya que desde 1942 vamos con una hora por delante, en solidaridad por parte de Franco con la Alemania de Hitler.

Pero también, como cada año nuevo, y sin que las regularizaciones horarias lo impidan, tendremos la llegada de los Reyes Magos de Oriente. Unos Magos guiados por una estrella al encuentro del niño Dios, perseguido por Herodes. Otra identidad más de la Navidad y que parece estar perdida en todo ese escenario de cabalgata de la vida pública. Una celebración que se encuentra arraigada en nuestra cultura y en nuestra sociedad. Pero en su identidad, la adoración de los Magos constituye una de las 4 Epifanías o manifestaciones de JesuCristo como Dios (junto con la adoración de los pastores, el bautismo de Jesús, el milagro de Caná).

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