La Semana Santa en Ceuta

Hay que reconocer el mérito que tienen, todos aquellos que durante todo el año hacen posible con su trabajo que esta tradición tan importante para nosotros siga adelante, sobre todo si tenemos en cuenta que en una ciudad como la nuestra, cuando llegan los períodos vacacionales son más los que optan por abandonarla hacia otros destinos, que permanecer durante fechas tan señaladas en ella, salida que sólo queda medianamente compensada por la llegada de aquellos caballas de origen que aun residiendo en diferentes puntos de nuestra geografía hispana vienen cada año para rendirle devoción a cada una de nuestra Hermandades, cofradías que cuentan con ceutíes dedicados en cuerpo y alma y con fervor admirable, para que las imágenes y tallas de sus titulares, cuando llegue el momento de sus salidas procesionales, marchen y se muestren en todo su esplendor, dando la prestancia que una Semana Santa con una tradición tan profunda y arraigada como la nuestra se merece.
Todos nuestros pasos sin excepción tienen su especial encanto y en su procesionar nos transmiten la solemnidad y el respeto del momento de la Pasión por ellos representado, muestra de lo que digo queda perfectamente plasmada en el inmenso fervor que los ceutíes tienen por el Señor de Ceuta, el Cautivo, nuestro Medinaceli, a quien año tras año, da igual el día o la hora elegida para ello, acompañan con verdadera devoción en su traslado desde la capilla de San Idelfonso, hasta la casa de Hermandad que la cofradía tiene en la Avenida de Otero.
Caso similar y que muestra la grandeza de nuestra Semana Santa, sería el protagonizado por la Hermandad del Encuentro, donde sus Titulares, Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora Virgen de la Esperanza protagonizan el tradicional “Encuentro”, momento tan solemne que hace sentirse participe del mismo hasta al menos devoto de los ceutíes, puesta en escena que no seria posible sino fuera por el esmero y dedicación que los hermanos cofrades ponen durante todo el año para que el momento adquiera la prestancia merecida.
Es posible que estos que acabamos de mencionar, por sus características y tradición, sean de los momentos de nuestra Semana Santa que concentren al mayor numero de personas, pero a ningún ceutí le pasa desapercibido cuando llegan estas fechas, el esfuerzo tan importante que hacen todas las Cofradías y Hermandades para que sus titulares puedan procesionar por la calles de Ceuta y como estas van superando todas y cada una de las dificultades que se les presentan para que esto así sea. Ello no seria posible sin la participación de muchos que, en el mas absoluto anonimato, aportan su granito de arena para superar todos y cada uno de los problemas que se les presentan, pues me consta que todo esto no es flor de un día y que no son pocas las anécdotas que en este sentido se pueden contar, no olvido como el ya desaparecido Miguel Reina, buscaba desesperadamente un toldo porque el tiempo amenazaba lluvia y los pasos estaban al intemperie detrás de la iglesia de San José. De que no todo es coser y cantar puede dar fe mi amigo Pedro Mariscal, Jesús Bollit o Fernando Galindo quienes han dedicado tantas y tantas horas de sus vidas en sortear dificultades para que esta tradición siga tan viva en nuestra ciudad.
En los tiempos que corren en el que todo es puro materialismo y muy poco espiritual, te das cuenta como el procesionar de nuestras imágenes, a mas de uno le hace reflexionar, haciendo de igual modo aflorar esa fe que durante todo el año uno lleva dentro, pero que por lo general va dejando de lado en aras de ese materialismo al que antes aludíamos, reducida lo mas y en el caso de ser preguntado, a decir aquello de “yo soy católico sí, pero a misa voy de vez en cuando”, aunque también es cierto que si sacamos el refranero español encontraremos aquello de “por tus obras te reconoceremos” y sea a través de estas donde encontremos el camino a seguir para llegar allí donde alcanza nuestra fe.  
Como punto y final a este artículo, me gustaría animar a todos los ceutíes a participar de nuestra Semana Santa a suplir esas ausencias a las que me refería al principio de estas líneas, a acompañar en su procesionar a nuestras hermandades y cofradías, en definitiva a vivir y ser participe de una de nuestras tradiciones más profundas y arraigadas.