Viene a colación una reflexión sobre lo innecesario, inmaduro, estéril, gratuito, e incluso ofensivo, de utilizar la estética y los símbolos de un centro de internamiento psiquiátrico en el anuncio navideño de la empresa “Campofrío”.
Subyace aquí la idea de si se debe frivolizar sobre los usos y prácticas de este tipo de centros, que como “manicomios” desaparecieron no hace mucho con la Ley General de Sanidad de 1986. Una conquista social que se ha de consolidar con una visión en positivo de la salud mental.
En mi opinión, no se debe. Ya que su memoria es aún reciente, el sufrimiento que hay tras de sí es mucho, y en una sociedad desprovista de conocimiento sobre los procesos de la salud mental, pueden calar una serie de prejuicios que no hacen más que apuntalar el estigma y el rechazo hacia el colectivo al que represento.
Pero os pongo sobre la pista de tres aspectos de esta campaña publicitaria para que juzguéis conmigo.
En primer lugar, la exhibición de camisas de fuerza como aquel que no quiere la cosa. Se alimenta aquí la idea de personas potencialmente peligrosas a las que hay que contener. Justo ahora que en el movimiento asociativo nos hemos puesto como pilar fundamental el escrupuloso respeto a los derechos humanos. No olvidemos que las contenciones mecánicas siguen practicándose en muchos lugares de la red asistencial hoy día, y es deber de una sociedad moderna y mayor de edad propiciar el debate para su erradicación. La contención cero se puede lograr si se amplían los recursos y los equipos de las unidades se hacen más especializados. Básicamente, creemos que no es justo aplicar un daño severo y castrante, como es la inmovilización, en previsión de un daño futuro. Esto implica trabajar el entendimiento de la sociedad a fondo, y esta didáctica es nula en el caso del spot publicitario (una ocasión perdida para hacerlo).
Y qué me decís cuando se cuelgan varias banderas de un balcón y alguien exclama: “¡Esquizofrenia banderil!” Se propicia aquí la idea de que esa terrible enfermedad que es la esquizofrenia consiste en tener varias personalidades. ¿Se os ocurre una idea más caduca? ¿Habrá una ciencia más antigua? ¿Habrá una prensa menos actualizada?
Pero sin duda, el plano que más me ha llamado la atención es aquel donde de pasada, aparece un individuo, con camisa de fuerza eso sí, ensimismado, con la mirada perdida. Sin duda se le ha aplicado una contención química y su capacidad de sentir se ha reducido a la nada. Ni siente, ni padece, simplemente está anulado.
Ya sé que los publicistas trabajan en el campo de la estética, y que lo que pretenden es vender el producto, pero si este despliegue de medios se hubiese dado para transmitir una imagen positiva de la salud mental, hoy estaríamos hablando de un triunfo de la sociedad en su conjunto, y no sopesando los límites de una ofensa o posible agravio.
En todos los ámbitos de la salud mental en los que me hallo inmerso trabajamos para que las personas con problemas de salud mental se desarrollen en sociedad, para que vivamos con los mayores estándares de dignidad habidos, y que nuestra voluntad sea apoyada y acompañada, nunca sustituida.
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