Categorías: Opinión

La rebelión portuguesa de 1640 vivida en Ceuta

En la casuística de los historiadores y escritores que se ocupan de la historia de Ceuta, a veces surgen  discrepancias sobre qué fue lo que verdaderamente sucedió en esta ciudad tras la rebelión de Portugal el año 1640 contra la monarquía española para que los ceutíes de entonces fueran los únicos pertenecientes a las antiguas posesiones portuguesas que no se pusieran del lado de Portugal y, en cambio, se adhirieran a la causa española reconociendo como rey a Felipe IV (para ellos Felipe III de Portugal). Así, en numerosas ocasiones se ha escrito que aquellos portugueses que entonces vivían en Ceuta se pronunciaron, de forma libre y voluntaria, en su firme determinación de permanecer fieles a España mediante un plebiscito; otras veces se dice que aquella decisión fue adoptada por unanimidad, y otras que por aclamación general. Y, quien escribe, publicaba el 7-05-2012 un artículo, titulado “La unión de Ceuta a España no fue del  todo pacífica”, que quizá sea conveniente volver ahora sobre el tema para explicar con mayor claridad - haciendo una interpretación de conjunto y no aislada o parcial - por qué entiendo que aquel pronunciamiento pro español de Ceuta  ni fue un plebiscito, ni fue del todo pacífico, ni fue unánime, ni fue por aclamación general de toda la población. En cambio, sí pudo haber sido algo muy parecido a cualquiera de esas formas, como en adelante trataré de aclarar.
Aquel pronunciamiento ceutí  pro español, no pudo ser un plebiscitario de toda la que entonces era la población de Ceuta (unos 2.000 habitantes), habida cuenta de que en ningún texto ni documento históricos -  al menos que yo conozca - aparece que se llevara a cabo una votación en la que participara toda la población de Ceuta, tal como un plebiscito exige, para conocer cuál era su voluntad mayoritaria. Tampoco pudo ser un pronunciamiento pacífico ni unánime, habida cuenta de que en aquel artículo citaba documentos históricos que claramente ponen de relieve la existencia de dos bandos opuestos entre sí: Por un lado, el institucional y minoritario, formado por el entonces Gobernador de Ceuta, el portugués Francisco Almeida y sus afectos, que permanecieron leales a la causa portuguesa, es decir, primero secundaron la sublevación de Portugal, con la que pretendía separar la corona de Portugal de la de España y declarar la definitiva independencia portuguesa, como después consiguieron; y, después, se opusieron al pronunciamiento que tuvo lugar en Ceuta favorable a España. Y, de otra parte, estaban el resto de portugueses de la plaza que voluntariamente decidieron alinearse del lado del rey Felipe IV de España.
Ambos bandos eran diametralmente opuestos en su concepción política, ya que el Gobernador Almeida y sus seguidores desde el primer momento se adhirieron a la sublevación de Portugal; mientras que el grupo que podríamos llamar “españolista”, partidario de Felipe IV, asaltó el palacio del Gobernador y después se echaron a la calle para proclamar su lealtad al monarca español. Ante tal situación de frontal enfrentamiento de los unos con los otros, está claro que no podía haber una entente cordial como para que todos participaran juntos ni de forma unánime, ni por aclamación en aquel pronunciamiento pro español.  Ahora bien, sí existen indicios racionales fundados y datos objetivos que hacen presumir  que, dentro del grupo  de los “españolistas”, lo más probable fuera que sí se diera tal unanimidad y su aprobación por aclamación popular de la  lealtad a España; pero de forma parcial y no por unanimidad de todos y cada uno de los que componían la población ceutí. O sea, que tal unanimidad o aclamación general, se pudo haber dado dentro de este último grupo, pero no dentro de la totalidad de ambos grupos como componentes de toda la población.
Así, esa abrumadora mayoría pro española y su aclamación voluntaria a Felipe IV, claramente se colige de lo que también nos dice Correa de Franca en su Historia de Ceuta, página 233, número 505, donde recoge: “Pasados algunos pocos días, que ya en Ceuta no se dudaba de la nobedad que havía (transcribo el texto íntero tal  como figura escrito y sin atender a reglas ortográficas) ocurrido en el reino de Portugal, conociendo la nobleza que su Governador la callaba con astucia, se conbocó  y se juramentó en secreto (por dicha nobleza) de permanecer constante en la obediencia dada al señor rei don Felipe quarto y perder la vida antes que quebrantarla. Con esta heroica fiel resolución fueron al palacio del general, que entonces estaba en la plaza principal, en la que quedándose la maior parte de ella, subió la menos y declaró a su gobernador su honrosa y leal voluntad, a lo que respondió (el gobernador) floja y ambiguamente. Pero sin esperar más, se afrontaron los famosos caballeros a las ventanas ´aclamando´ el magestuoso nombre del señor Felipe quarto, rei de España, a que correspondieron los que en la plaza esperaban y sucesivamente todos (y el general, de buena o mala fe) prosiguieron las aclamaciones por las calles con la concurrencia de ´todo el pueblo y ciudad´ ”.
Y en el número 506, siguiente, se recoge: “Terminado con placer y sosiego la expresada función, eligieron al licenciado Simón Lou Barbosa, presbítero, hijo de Iorge Barbosa…, sugeto capaz y de la principal nobleza de esta plaza, para que llevase esta noticia al rei e informase de todas sus circunstancias. Su Magestad, sabiendo esta fineza de lealtad, nombró en 5 de febrero Málaga por gobernador de Ceuta a don Iuan Fernández de Córdova, marqués de Miranda de Auta, y le escribió la siguiente carta…”. A la vez, en la carta que con fecha 10-02.1641 escribió el rey Felipe IV a los llamados “españolistas”, página 234, número 507, concede el perdón general a los “moradores de ella” (Ceuta), así como “a los castellanos que están presos por el gobernador don Francisco de Almeida”. Y, respecto a éstos aclara Correa de Franca en el siguiente párrafo, que “los castellanos de que habla la carta me persuado son algunos que permanecían de la Compañía de don Bernabé Dorado…, y otros de los que en Ceuta se hallaban con motivo del comercio con los moros”.
De ambos párrafos anteriores de Correa de Franca igualmente se colige: Cuando nos dice que “En los últimos días del sobredicho año (1640) se supo en Ceuta nobedad de tan grandes consecuencias” (la rebelión portuguesa), que la población de Ceuta conoció la sublevación de Portugal sobre un mes más tarde  de que la misma tuviera lugar en Portugal, ya que ésta surgió el 1-12-1640, y nos dice Correa de Franca que la población ceutí la conoció “en los últimos días del sobredicho año” (diciembre de 1640), como se puede ver en el número 503 de la página 230, y número 504 de la página 231, respetivamente. Y que el Gobernador Almeida ya conocía la noticia antes que la población, toda vez que se dice de él que ”la callaba con astucia” (la novedad), como, además, es lógico y razonable que así fuera.
Y, ¿quiénes eran los que en Ceuta se pronunciaron a favor de España, portugueses o castellanos?.  Pues, resulta  perfectamente claro que eran portugueses en su práctica totalidad. En la extensa relación que da en su Historia Correa de Franca, con más de cien nombres, no aparece ni uno solo castellano, aunque el mismo autor se cuidó mucho de aclarar que, “los castellanos de que habla la carta del rey eran algunos que permanecían de la Compañía de don Bernabé y otros que el Gobernador tenía presos” (por comerciar con los musulmanes). Y todos los demás eran  portugueses que pertenecían a la nobleza, en su mayoría caballeros de la Orden de Cristo, hidalgos, oficiales de guerra y altos funcionarios destinados en la plaza, que con todo lujo de detalles él relaciona en las páginas 231 y 232.
Si bien, tampoco cabe decir que sólo se pronunció en favor de España la nobleza, sino también el pueblo, tal como se colige cuando dicho historiador refiere en la página 233, número 405, que: “prosiguieron las aclamaciones por las calles con la concurrencia de ´todo el pueblo y ciudad´ ”. Más eso, se ve también claro en el mismo Tratado de Paz de Lisboa de 1668, cuando de forma expresa e indubitada  Portugal “reconocía y respetaba definitivamente la realidad de Ceuta, a la que se había llegado ´por decisión voluntaria y comunitaria de la plaza´ ”. Y, ¿hubo participación española en este evento?. Según se desprende de dichos textos, no, ninguna, ya que el mismo Correa de Franca nos lo viene a decir cuando refiere que eran “moradores” de la plaza, lo que se sobreentiende como vecinos de arraigo en ella, y los únicos españoles que había en la ciudad ya nos dice el propio Correa que estaban presos por el Gobernador Almeida por comerciar con los musulmanes.
Lo que sí resulta de todo punto inequívoco e incontrovertible es la enorme trascendencia que para la Ceuta española supuso aquel movimiento “españolista” que tuvo lugar en 1641; y que todavía hoy sigue teniendo, habida cuenta de que, de como acaecieran los hechos en esta última plaza (fuera de una u otra forma), de ello trae causa que la ciudad pasara de ser portuguesa a española. Lo mismo que de aquellos acontecimientos les vienen los orígenes y las propias raíces a muchos de los actuales ceutíes, en tanto en cuanto aquellos portugueses que permanecieron leales a España fueron después aquí sus antecesores españoles más lejanos. Y también podría decirse que, en buena medida, hoy siguen siendo el principal motivo de las excelentes relaciones que mantienen Ceuta y Portugal. Y es por ello que, con vistas a la programación por parte de las autoridades ceutíes de los actos de conmemoración del 600 Aniversario de la llegada de los portugueses a Ceuta, que tendrá lugar el año 2014, a mí modestamente se me ocurre que debería promoverse el hermanamiento de Ceuta con Lisboa y otras ciudades portuguesas, como acto cumbre de dicha celebración, con el objetivo de fomentar y estrechar aun más los lazos fraternales y la excelente amistad que Ceuta y Portugal todavía hoy conservan. Lo mismo que es de tener muy en agradecimiento, y reconocerlo, el legado histórico que Portugal nos dejó, a pesar de que, por otro lado, por el mismo Tratado de 1668 se consumara la definitiva y dolorosa separación de ambos pueblos hermanos: Portugal y España.

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